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El gran negocio que mata el fútbol

8/12/2023 - 

VALÈNCIA. Además de que se come de forma pantagruélica y de que la gente es encantadora más allá de los tópicos, en Gijón se celebra el Euroyeyé, uno de los festivales de música más divertidos del mundo. Es también la plaza donde el legendario Manolo Preciado estuvo más temporadas seguidas que ningún otro entrenador, entre 2006 y 2012.

Desde 1998, el Sporting es un clásico de Segunda, donde ha estado más años que en Primera, pese a ser, desde su fundación en 1905, uno de los grandes clásicos del fútbol español. Los asturianos fueron el primer rival de un equipo valenciano en Copa, en 1922. Aunque por entonces vivió sus años dorados, el Gimnàstic FC no alcanzó la competición estatal como primer representante del cap i casal. Eran otros tiempos: se abría paso la profesionalidad, pero la mayoría de jugadores eran de la casa. ¿Cómo olvidar a Los Invencibles del Llevant, que surgieron en aquellos primeros años 20? El fútbol valentino, por cierto, seguía un escalón por debajo: aquel España cayó estrepitosamente ante los gijonenses: 0-6 y 7-0.

Al Sporting siempre le fue bien mientras confió en Mareo. Hoy sólo cuenta con diez canteranos en plantilla y busca reverdecer laureles tras la adquisición del club por parte del multimillonario Irarragorri, quien, por cierto, nada más llegar, fichó directamente a un agente como director deportivo. Ya puestos, ¿para qué medias tintas?, debió pensar.

El Llevant se enfrenta, tras el vergonzoso esperpento de la Copa, a sus fantasmas, al habitual fútbol ramplón y cobarde que le costó la eliminación ante los suplentes de un Amorebieta en descenso, tras ensayar el primer tímido tiro a puerta en el minuto 56. “Lo importante es la Liga” fue la cínica y enésima justificación, algo que no parecieron pensar los vascos, que tras el descanso salieron abiertamente a por la victoria, la merecieron y se la llevaron. Parece que el crédito del responsable de este dislate futbolístico es eterno, aunque siempre encontraremos a quien eche las culpas a futbolistas como Cantero o Blesa, de la misma forma en que otras veces se ha señalado a Xavi Grande. Ya el año pasado sufrió Pubill algo parecido… y acabó dejando en caja cinco millones. Justo cinco más que otros que nos iban a hacer ricos. Cantero es un futbolista mentalmente frágil que bien el curso, pero se le sentó a la mínima, rompiéndole la continuidad y matándole la confianza. Blesa está defenestrado desde el minuto 1. Ambos saldrán en enero. Nunca sabremos qué podrían haber aportado en otro contexto. De esta tela tenemos otros trajes: Rubén García o el mismísimo Héctor Rodas, hoy entrenador del filial. ¿Cuántos centrales pasaron por Orriols, peores que él, tras su marcha?

La mayoría de clubs de fútbol ceden al poder de los que mandan en este negocio, los que mueven el capital: representantes y directores deportivos, que son los grandes enemigos de la cantera, junto a los entrenadores cómplices, la inmensa mayoría. Si un responsable técnico (pongamos de ejemplo, ¿qué sé yo?, a Miñambres) ficha a unos cuantos futbolistas prometedores, siempre estarán por delante de los de casa, que no dejan beneficios extra para nadie ni avalan su trabajo. Y el míster tratará de complacerle. Le conviene llevarse bien con él, ya que es quien decide su continuidad, como sucede en el Llevant, donde el ex del Celta tiene las llaves del futuro de la entidad en este momento, gracias al contrato que le firmó Quico Catalán, hasta junio de 2025. Otra decisión nefasta. Patada y a seguir y marrón para quienes heredaran la deuda. Miñambres salió de Vigo por la puerta de atrás después de seis temporadas, con poco lustre, pero cerca de ¡cien operaciones!, según El desmarque que superaron los 200 millones. ¡Que se mueva la economía!

El mercadeo de futbolistas puede ser una práctica abominable que pocos clubs controlan, pese a que, a menudo, repercuten muy negativamente en la entidad. Pero así funciona esto, sin que nadie le ponga coto. No parece que tampoco Danvila muestre interés en hacerlo, más aún tras sus sorprendentes declaraciones sobre la ciudad deportiva de Nazaret.

Cuanto más pienso en todo esto, más me acuerdo de Villarroel y Rubio jugando a los cromos en las oficinas de Orriols, y en cómo acabó toda aquella mojiganga de niños grandes y con dinero. En el fondo yo no soy mejor que ninguno de todos ellos: una victoria en Gijón me haría recuperar la sonrisa y hasta la confianza en la especie humana. O disimularía para que lo pareciese, vaya.


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