Hoy es 4 de octubre
VALÈNCIA. La enésima, sí. Y si el Llevant no la gana será la última. No hay otra que vencer. Como sea. Para seguir con vida. I ja vorem. Para enmendar el error imperdonable de dejar escapar dos puntos de Mestalla. Un error más.
Las cosas no pasan porque sí. Quizás una vez, dos o incluso tres sí, pero el grave problema de este Llevant es el mismo que a finales del curso pasado: irregularidad y falta de carácter. Y así es imposible. 60 minutos con uno más y hasta que quedaban diez pareció, por actitud, que la escuadra blaugrana no se jugara nada. Un equipo sin alma, sin espíritu, sin sangre en las venas. Sí, ya sabemos que no todos son así. Lo hemos explicado este año del derecho y del revés: conque lo sean tres o cuatro del once el desequilibrio lastra a todos. Esto ni lo vio López, ni mucho menos Pereira ni tampoco Lisci. Y en la avenida de Suecia el Llevant debió ser un rodillo ante un rival depresivo y con diez. Sí, este equipo ha firmado grandes partidos pero siempre que tuvo la opción de engancharse de verdad a la lucha por la permanencia se vio atenazado por la indolencia, esa que empezó con el famoso “nos hemos ganado el derecho a relajarnos” o algo así de Coke, después de caer en semifinales de Copa. Aquel era momento de limpiar a fondo, de regenerar, que no dejarse llevar por el espejismo, de filtrar carácter y profesionalidad. No se hizo. A Quico le falló el reprís. No entendió que la plantilla requería una remodelación a fondo para recuperar algunos valores y, cuando se dio cuenta, tarde, lo acabó de empastrar destituyendo a López. El parche fue sólo un escalón más del dislate. Y de aquellos fangos, estos lodos.
Alessio Lisci ha obrado un milagro. Cogió una plantilla perezosa y hundida, en un entorno hostil y enrarecido, y, aunque renqueante, la hizo funcionar. Le faltó suerte, en momentos puntuales, y además se le lesionaron unos cuantos pilares. Por eso es tan ofensiva la frivolidad de algún medio que ayer, en víspera de la enésima final, hablaba de futuros candidatos al banco granota. El romano es joven y de la casa pero no por ello merece menos respeto. Al contrario. Nos ha regalado la posibilidad de soñar con un milagro. Con Cáceres y Roger en el campo, con De Frutos y Mustafi la final de Mestalla no se hubiese escapado. Lisci se ha ganado con creces liderar el proyecto del ascenso.
De momento este mismo equipo que regaló dos puntos vitales en el derby, sumándole el carácter y el coraje de los uruguayos Cáceres, que vuelve, y Saracchi, que apunta al once, y de Roger, ya recuperado, deberá vencer a la Erreala de Imanol para seguir con vida. I ja vorem. Sin victoria se acabó. Con ella, ja vorem. Y mientras vemos qué pasa que los rumorólogos esperen a que el cadáver esté frío. Un poco de respeto por el decano del fútbol valenciano y por sus 20.000 socios.