VALÈNCIA. Mestalla anda cercano a cumplir los cien años y mantiene el tipo como el viejo patriarca al que todos veneramos porque ha venido siendo cobijo de ilusiones de varias generaciones de valencianistas. Es tan fuerte el influjo que proyecta que huimos de cualquier tentación de enumerar los achaques y carencias que lo limitan a la hora de proporcionar al espectador el confort mínimo exigible bien adentrados en el Siglo XXI y lo descartan, automáticamente, para albergar una final europea o ser una de las sedes de la fase final de un Mundial o una Eurocopa. Cierto es que las mejoras estéticas de los últimos tiempos le están concediendo una vejez más que digna pero, por mucho que nos duela, los años le han ido cayendo encima y no hay capa de pintura, por luminosa que sea, que pueda tapar una fecha de caducidad que, cada vez, está más próxima.
Algo similar le sucede al órgano de gobierno del Valencia CF que lleva dos semanas ante el espejo gastando toneladas de maquillaje tratando de ocultar su rostro verdadero, el de una banda organizada que se ha propuesto la destrucción de una inmensa ilusión compartida. Reabrir las redes sociales, propiciar un acercamiento con un determinado sector de La Curva o sentarse a regalarle el oído al Presidente de la Agrupación de Peñas… son gestos que, si bien no restan, están muy lejos de suponer un cambio real en el destino que le aguarda al Valencia CF si sigue en tan siniestras manos. Los mismos amanuenses, a sueldo del Club, que masajearon la figura del ex presidente Murthy hasta la baba y saltaban como perros rabiosos a la yugular de quien osase criticar al mamarracho que ocupaba el sillón presidencial, utilizan hoy los mismos ‘voceros’ que él utilizó para vender la idea tramposa de una nueva era.
El argumentario que manejan se sustenta en algo así como… “Murthy no estaba en sus cabales, llevó al Club a un callejón sin salida y Peter Lim NO sabía lo que Anil estaba haciendo con el Club. Pero… ahora está Sean Bai y… lo vamos a ‘petar’ porque este sí que sabe”. Y es tan cierto que Anil Murthy ha sido el personaje más deleznable que ha pasado por Mestalla, como que nada hizo sin la aquiescencia de su ‘amo’, sin la colaboración de la corte de palmeros que continúan en el Club y sin la predisposición de determinados comunicadores a la hora de divulgar las bondades del infecto personaje. Como el Viejo Mestalla pero con una enorme diferencia: una capa de pintura no puede tapar sus achaques, pero mientras Mestalla conserva la dignidad y porte que le otorga su historia, ellos no tienen nada que conservar puesto que no tienen dignidad, ni historia…
Esta nueva etapa de ‘buenismo impostado’ trata de ganar terreno en muchos aspectos y en uno muy concreto que es, precisamente, el nuevo estadio. La clase política intenta sacar rédito demoscópico del asunto y se presenta como el ‘azote’ de Peter Lim pero no es la presión institucional la que mueve las voluntades del magnate sino intereses de mucho mayor calado. De ahí la irrupción del presidente de La Liga posicionándose al ladito de su amiguete. Tebas tiene que mantener el tipo ante CVC y para ello necesita que el Valencia acabe el estadio ‘como sea’ pero… en este caso, el ‘como sea’ es literal porque a Tebas le importa un pimiento si el valencianismo tiene un estadio a su altura: lo que le preocupa es salvar su acuerdo con el fondo inglés sin importarle demasiado si el estadio cuenta con lo mínimo indispensable para garantizar su habitabilidad. El estadio se hace ‘como sea’ y… si no se hace, que sea por culpa de las instituciones para eludir responsabilidades. De ahí que, en los últimos días, el Club se haya vuelto a movilizar -con el mismo tipo de filtraciones que usaba Murthy, dirigidas a los mismos portavoces que utilizaba Murthy- para contar que, ahora sí, hay un proyecto ambicioso y garantías solventes. Pero… ¿no decían que el proyecto anteriormente presentado era muy ambicioso y que contaban con las garantías necesarias? ¿Cómo será el que han presentado ahora? El Allianz Arena de Múnich se va a quedar a la altura a del betún a su lado.
Tanta desfachatez junta justifica que haya quien piense que los representantes públicos no deban, ni siquiera, sentarse a hablar con ellos. Yo discrepo. Creo que las instituciones están obligadas a sentarse SIEMPRE con los representantes legales del Club: es una obligación institucional pero… si se vuelven a dejar ‘chulear’ acabarán quedando a la altura de la ‘banda del empastre’ que está al frente del Club. El más impresentable de la banda ya no está, y es un alivio, pero no una solución. El mal sigue inoculado en el Valencia aunque actúe a 12.000 kilómetros de distancia. Salvo que se demuestre con hechos feacientes un cambio de política muy significativo en el Club en todas sus instancias y un cambio de interlocutores en todos los ámbitos, habrá que concluir que lo único que han hecho es aplicar una engañosa capa de pintura.