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opinión pd / OPINIÓN

Buenos propósitos

15/01/2022 - 

VALÈNCIA. Bordalás es un entrenador al que nadie ha regalado nada a lo largo de su ya dilatada trayectoria. No fue un futbolista de renombre al que se le abrieron las puertas de clubes importantes por llevar en el pecho la vitola de ex jugador importante. Ha tenido que cocer su carrera a fuego lento desde los banquillos más modestos de categorías semi amateurs y bregar con equipos de bajo presupuesto hasta llegar al fútbol profesional y hacerse un nombre a base de conseguir gestas en forma de ascensos y reconversiones cuasi milagrosas como la que alumbró en Getafe. Es por ello absolutamente comprensible que se le abriese el cielo ante la posibilidad de sentarse en el banquillo del Valencia CF aunque ese Valencia poco tenga que ver con el equipo poderoso que se ‘enseñoreó’ en las mejores canchas de Europa y que asentó sus reales entre los grandes. 

Quizá por la enorme oportunidad que para él suponía y por saberse poseedor de una personalidad endurecida con el trabajo, asumió el reto del Valencia CF con la convicción de que sería, precisamente, su capacidad de trabajo la que doblegaría la interminable colección de obstáculos que encontraría en el camino sobre los que había sido sobradamente advertido. Al fin y al cabo venía de lidiar durante bastantes años con un presidente, el del Getafe, tan sumamente peculiar, que no le frenó la dificultad que entrañaría trabajar en un club que, sí… hacía cosas muy extrañas pero que sigue siendo una plaza importante y , seguramente, mantendría algo de la grandeza que un día tuvo. Obviamente midió mal y, pese a estar más que advertido, creyó que sería capaz de hacer valer su profesionalidad por encima de todas las excentricidades que se habían instalado en el Valencia desde la llegada de Meriton. 

Lo que, seguramente, nunca imagino el técnico alicantino es que se encontraría con una ausencia absoluta de estructura deportiva, con un presidente -a media jornada- que ejerce de director deportivo sin tener la más remota idea de fútbol, con un secretario técnico que tiene la misma afición al trabajo que su presidente limitándose a escuchar ofrecimientos de representantes y con un máximo accionista ausente que, ni siquiera, se ha dignado a mantener una reunión conjunta en la que plantear algún tipo de estrategia u objetivo deportivo. Tras la luna de miel, en la que todo era amor y buenos propósitos, empezó a asomar la patita de la verdad y, cuando llegaron los primeros días de enero, pudo comprobar que aquellos buenos propósitos de septiembre de cara al mercado invernal se iban esfumando. Ni siquiera su pose pública avalando la política de sus jefes cada vez que se le preguntaba por su relación profesional con ellos… le ha servido de gran cosa. A las primeras de cambio, no sólo ha tenido que ver cómo faltaban a su palabra sino que ha podido comprobar cómo han agitado a su ‘trompetería’ cargando contra su entrenador y arremetiendo contra los posibles refuerzos que él ha propuesto.

Y ahora hay quien quiere reducir el problema al hecho de si Aridane es o no el central que debe firmar el Valencia o si Wakaso sería un buen o mal refuerzo. Han echado un camión de basura sobre el central de Osasuna para desacreditar al entrenador como si ese fuera en fondo de la cuestión cuando no es más que una mera anécdota. Ni Aridane, ni Wakaso, ni alguno de los jugadores que son titulares hoy en día en el equipo serian jamás futbolistas del Valencia pujante que conocimos y queremos. Como tampoco es normal que el entrenador sea quien decida los fichajes en un club con la envergadura del Valencia CF. Es la ausencia de entramado deportivo profesional lo que, quizá,  lo haga aconsejable por ser el único que sabe lo que tiene entre manos y por ser el primer interesado en que el equipo alcance las mayores cotas posibles.

Lo verdaderamente importante es que a los propietarios del paquete de acciones dominante en el Valencia le importa un pimiento si el Valencia queda el diez o el catorce en la Liga. La verdad es que su único propósito es hacer pequeño el equipo para que el ‘amo’ se rasque el bolsillo lo menos posible y, aunque lo mejor sería que hoy Bordalás tuviese argumentos para rebajar el tono en la sala de prensa como señal de un consenso productivo, la enésima tradición está consumada y Bordalás pagará su penitencia como otros , antes, lo hicieron. Lo verdaderamente inquietante es que ellos siguen dispuestos a orinar sobre los planes de su entrenador como vienen orinando sobre los anhelos de una afición que querría ver a su equipo levantando la cabeza y volviendo a competir con los más grandes de Europa.

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