/ OPINIÓN

Cabeza

28/02/2024 - 

VALÈNCIA. Calma, mucha calma. El pasado sábado cuando mi amigo Paco Polit me comentó el interés de Netflix en aterrizar en Mestalla para grabar el documental sobre Vinicius, todas las alertas invadieron mi cuerpo. Si el año pasado fueron capaces de cambiar el relato, tachando de racistas a 45.000 personas, Mestalla debe tener claro que se avecina una encerrona de la que debe salir indemne. Aunque no esté finalmente Netflix, hay que ir con pies de plomo. 

Así como el 'caso Diakhaby' ha caído en el olvido y se negó a ponerse en aquella pancarta de LaLiga contra el racismo, este sábado van a estar todos los focos puestos en la grada. Y lo importante está en el césped. Espero que lo ocurrido el año pasado borre cualquier duda que tenga algún descerebrado. Más allá de eso, Mestalla tiene que respirar y contar hasta diez. A Vinicius hay que dejarlo en un segundo plano. 

Vinicius es un jugador de clase mundial. No hay duda. Pero ya ha demostrado en su carrera que le gusta estar en todas las salsas. Es de esos jugadores que suele venirse arriba cuando percibe la animadversión del público rival, que se 'calienta' fruto de algunas de sus actitudes. En la Supercopa, Vinicius admitió que tiene que cambiar, pero hasta ahora no hemos detectado una autocrítica real en su comportamiento. 

Más allá de los correspondientes pitos cada vez que toque el esférico, dejaría la figura de Vinicius al margen. Ante la maquinaria, cualquier 'enemigo' está perdido. Ya pasó el año pasado con la etiqueta de Ancelotti a todo Mestalla. Cabeza. 


Noticias relacionadas