Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. El primer parón liguero viene a ser la primera de las ‘tomas de temperatura’ de cada temporada. Aunque el telón acaba de levantarse, resulta imposible no sacar algunas conclusiones a la vista de los primeros compromisos del equipo y el Valencia no ha podido arrancar de mejor manera.
Más allá del hecho de haber sumado siete de los nueve puntos en litigio, algo que por sí mismo ya supone una extraordinaria noticia poco habitual por estos lares desde que se instauró el ‘nuevo orden’, la pulsión que transmite el equipo habla de algo radicalmente distinto a lo que veníamos viendo desde aquel 11S, de hoy hace justo dos años, en el que se decidió derribar un proyecto sólido en lo deportivo y una ilusión compartida.
El Valencia despliega una idea clara sobre el terreno de juego y la ejecuta de manera sorprendentemente solvente teniendo en cuenta el poco tiempo que hace desde que Bordalás se puso al frente de la plantilla y eso es, si cabe, todavía más importante que los resultados cosechados hasta el momento. Y el nuevo entrenador lo ha logrado con un equipo prácticamente idéntico al que tuvo entre sus manos Javi Gracia y peor que el que mal dirigió Albert Celades dejando en evidencia a los anteriores entrenadores y dotando de gran importancia al papel de un entrenador capaz de influir en la cabeza del futbolista, de poner en práctica un plan serio a base de trabajo y de poner método y exigencia donde reinaba la autocomplacencia.
El técnico alicantino ha caído de pie en Valencia pero no porque se haya encontrado con un salvoconducto popular como le sucedió a Gracia cuando todo el mundo pensaba que cualquiera sería mejor que Celades sino porque él ha hecho toda la fuerza posible para conseguirlo y ya tiene ganado un crédito notable en la grada y, lo que terminará siendo más importante de cara a la marcha del propio equipo, dentro de un vestuario que cree en su entrenador y que atesora mayor talento que el exhibido en los últimos tiempos.
Quedan muchos retos por delante y habrá momentos en los que la temporada se pondrá cuesta arriba pero el aficionado valencianista, salvo aquellos más ‘nerviosets’, pueden contar con la tranquilidad que supone saber que hay un conductor al volante al que no le tiembla el pulso y que, con mejores o peores resultados, no permitirá que ningún aficionado tenga argumentos para avergonzarse de su equipo porque su principal capital reside en un esfuerzo in negociable y en una ambición que había desaparecido por completo.
Pero… Bordalás no sólo ha caído de pie en la grada y en el vestuario sino que ha sido capaz de caer de pie en un Club en el que es suelo se mueve amenazador bajo los zapatos. Ha sabido hacerse fuerte en la entidad y, bien sea por su firmeza, por el miedo a una grada con público, por el temor a volver a liderar todos los rankings del ridículo o… por todo ello junto, los ‘artistas’ que ocupan los despachos de poder en el Club han dado su brazo a torcer para que la opinión de Bordalás, en asuntos de mercado, tenga el peso que no tuvo la opinión de Gracia.
Aplaudo el fichaje del entrenador y aplaudo el pasito atrás que han dado los inefables dirigentes del Club. Ojalá sean capaces de entender, de una vez por todas, que lo mejor que pueden hacer en materia deportiva es precisamente… no hacer nada. Disfrutar de la buena vida, evitar los ataques de celos y dejar que sea un profesional quien acierte y se equivoque en base a un plan. Porque cuando no hay plan y no hay profesionales con atribuciones que lo desarrollen, no hay aciertos y errores. Sólo hay fracaso y desesperanza.