La española se impuso a la india Pusarla Venkata Sindhu en una final ajustada a tres mangas y no falló como gran favorita en la cita olímpica
VALENCIA. La jugadora de bádminton Carolina Marín ha completado un palmarés de ensueño al proclamarse campeona olímpica en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, después de imponerse en la final a la india Pusarla Venkata Sindhu, completando una gran remontada (19-21, 21-12 y 21-15) y dando a España su sexto oro en la ciudad brasileña.
Desde que conquistó su primer Campeonato de Europa en abril de 2014 en Kazán (Rusia), Marín había dominado por completo el bádminton, confirmándose como una fulgurante 'rara avis' en un deporte históricamente dominado por Asia. De hecho, este viernes se ha erigido en la primera campeona olímpica no asiática.
Alcanzó la gloria en el Mundial 2014 de Dinamarca, repitió en Indonesia 2015 y este mismo año también alcanzó su segundo título europeo en Francia. Solo le faltaba reinar en unos Juegos y no falló a su nueva cita con la gloria, con la épica añadida de tener que remontar en la final olímpica ante una dura rival que engrandeció aún más el logro.
Y eso que el inicio de la onubense fue estupendo, con un 9-5 de salida que parecía encarrilar la final y no hacía pensar en la duración que finalmente alcanzaría: una hora y 20 minutos. En el primer descanso y con 11-6 en el marcador, su entrenador Fernando Rivas recalcó que lo importante era mantener la variedad en los golpes.
Pero Pusarla, ganadora del bronce en el último Mundial, enseguida demostró que su plaza en la final no era casual. Reforzó su defensa logrando que su rival empezara a perder puntos y dejando el marcador casi empatado (17-16). Reaccionó Marín (19-16) y nada presagiaba que en ese momento iniciaría su peor momento del partido, con una acumulación de errores que le hicieron perder cinco puntos consecutivos y el primer juego (19-21).
Fue entonces cuando su entrenador entró en acción. "Una niña con catorce años me dijo lo que quería ser", le recordó Rivas a su pupila, tratando de tocar le tecla emocional porque, aunque quedaba margen de error, tampoco era suficiente para guardarse nada del arsenal. El truco funcionó. Marín asentía y empezaba a rumiar la espectacular reacción que le alzaría hasta el oro, como tantas veces ha visto hacer a su ídolo Rafa Nadal.
Elevando al máximo su intensidad y también los decibelios de esos gritos que lanza para achantar a sus rivales, Marín disputó sus mejores minutos de la final y redujo a Pusarla a la mínima expresión (11-2). Su juego era una vendaval, había recuperado su mirada ferozmente competitiva.
Sembrada su enorme ventaja en este segundo parcial, se limitó a controlar el juego y tolerar una alternancia de puntos (18-9) que ineludiblemente desembocó en el empate. La afición española rugía y copaba con sus cánticos los 23.000 metros cuadrados del Pabellón 4 de Riocentro.
Después de 49 minutos de partido, la gloria se iba a decidir a una carta y ninguna de las dos aspirantes se arrugó, desplegando lo mejor de su repertorio en un tercer juego para el recuerdo que la andaluza acabó llevándose apoyada en su enorme ambición, germen de la agresividad que mostró sobre la pista.
Dominando el juego en la red, empezó dominando con claridad (6-1), pero Pusarla no se hundió y fue arañando puntos a base de unas defensas espectaculares hasta igualar el marcador después del punto más largo de toda la final (10-10). En el descanso, Marín pidió consejo a su entrenador ("Dime táctica") y la consigna de Rivas fue clara: "Iniciativa y control, como has empezado el segundo set".
Dicho y hecho. La española encadenó cuatro puntos (14-10), el último con la tensión añadida de un 'instant replay' milimétrico, y puso rumbo hacia su dorado horizonte. La india, número diez del ranking mundial, ya nunca rebajó la desventaja a menos de tres puntos (16-13) y Marín sujetó los nervios hasta asegurar el mayor éxito de su carrera a sus 23 años. Ya no pudo evitar el derroche emocional en el podio, donde las lágrimas le arrasaron cuando la medalla ya colgaba de su cuello.
Además, el bronce fue para la japonesa Nozomi Okuhara, que ni siquiera tuvo que jugar porque su rival, la china Xueriu Li, quien se lesionó en su semifinal contra Marín y no pudo comparecer en la final de consolación.