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opinión

Carta de un aficionado a Parejo

28/05/2019 - 

VALÈNCIA. No te lo voy a negar: creaste, en ocho años, más dudas que certezas, quizá porque no entendíamos cómo era tu manera de ser, de pensar y de actuar. Quizá tú tampoco lo supiste manejar en su día, posiblemente porque llegaste muy jovencito a este gran club y demasiado pronto dijeron que tenías que llevar la batuta de su juego con la sombra de Rubén Baraja constantemente sobre ti. Tu tristeza, por entonces, forzó al máximo para que te marcharas de esta casa, pero tuviste la esperanza suficiente como para subirte al proyecto de Marcelino y confiar en que las cosas podían cambiar para bien. 

No fue fácil— nunca ha sido fácil— capitanear al Valencia CF porque no solo se trata de ponerse un brazalete: es mucho más que eso y nos olvidábamos de que tu carácter no es tribunero, que no te dejas llevar por la euforia ni por el desánimo a las primeras de cambio y que tu expresión facial es de un estremecedor equilibrio. Creíamos (me culpo ante ti) que a veces era indolencia aquello que era calma y sosiego. Creíamos (vuelvo a culparme) que no te corría la sangre en muchos momentos, sin comprender que, ante situaciones complicadas, el mejor profesional es aquel que no pierde la compostura ni los nervios. Sí, te pedíamos siempre que fueras el líder que creíamos que faltaba en la plantilla, aquel capaz de coger del brazo a un compañero que no iba, aquel capaz de pegarle un grito o una mirada crucial a quien no estuviera al nivel en los momentos claves, aquel que levantara sus manos ante los aficionados más apagados… queríamos que lo fueses todo a nuestro gusto. Pero eras un líder más fuerte aún si cabe en una sombra que no veíamos los aficionados en el campo: no te hacía falta estar recriminando a nadie constantemente, pero si había que darle un grito a Guedes por lanzar inapropiadamente un balón fuera, se lo dabas; si en la final, tras el segundo gol, debías hacer un llamamiento a la calma en lugar de estar como loco celebrándolo, pues lo hiciste; si había que hacer callar a los jugadores del Barcelona en cada protesta, pues ahí estabas tú, con esa cara de no saber de qué va la cosa, pero actuando en todos los fandangos y en todas las parcelas del campo.

Parejo, te comiste a todo el mediocampo del equipo culé y lo hiciste usando la mejor de las armas que tiene el equipo barcelonista: escondiendo el balón, dándole pausa o ritmo cuando te daba la gana. Hasta tres futbolistas iban a presionarte y siempre conseguías salir victorioso. Defensivamente le quitaste infinidad de balones a Messi sin hacerle un marcaje, porque eres solidario en su esfuerzo y el sábado era tan importante jugar con balón como hacerlo sin él. Y esto ya no es cosa de un partido ni de una temporada: con Valverde en el banquillo ya diste un paso adelante en tu madurez, aunque luego estallaras, harto de las críticas hacia tu juego. Años de incertidumbre y de cierto descontrol institucional y técnico te convirtieron en un líder más callado que altanero, más sensato que imprudente, más humilde que arrogante. Ahora estás en tu momento profesional y personal más maduro y tu juego así lo demuestra y comparto lo que el gran Santiago Cañizares dijo no hace mucho: deberías retirarse en el Valencia CF y pasar así a la galería de leyendas del club.

El sábado, tras el partido de copa, todos y todas sentimos miles de sensaciones, pero reconozco que los momentos más emotivos fueron dos: las lágrimas de Parejo en la entrevista y cuando recibió la copa. Esas lágrimas eran de verdad, llenas de un valencianismo más profundo y hondo que el que estipula un contrato: un capitán que abandonó también entre lágrimas el partido deseado (y que estaba bordando), en ese momento lloraba de alegría por todo el valencianismo, por la alegría que había creado a su afición. Y entonces comprendí yo también que Parejo había entendido qué era ser aficionado del Valencia CF y de pronto se sintió una más entre nosotros, nuestro representante dentro y fuera del campo, nuestro sentimiento hecho carne y con nuestro escudo en el pecho. Y con ese espíritu insertado en su mirada cogió la copa con una fuerza y una ilusión que traspasaba lo habitual de un jugador en estos casos, porque sus brazos eran los brazos del valencianismo y su sonrisa, entonces, era la de su afición. Entonces, Parejo, fuiste el enorme capitán que necesitábamos, aunque no lo supiéramos ver en algunas ocasiones o tú, a veces, no lo mostrases de la manera más adecuada. Ahora te has consagrado como la pieza del engranaje de este equipo, aunque sigo pensando que necesitas un recambio, sobre todo para darte aire de vez en cuando. Y te digo más: que esas lágrimas tuyas te hagan más fuerte pero más humilde, más líder y menos “vaca sagrada”, más leyenda y menos jugador de paso, porque necesitamos de tus raíces aquí. Dijiste bien: no has nacido en Valencia pero eres un valencianista más, porque no es necesario nacer en esta preciosa tierra para tener este sentimiento por nuestro club, pero sí es fundamental entender la fuerza y la entrega de ese mismo sentimiento valencianista. Gracias por sentirlo así, por vivirlo así, por luchar por ello y por querer demostrarnos que tú sí eres un capitán a la altura para este club.

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