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opinión

Catorce finales para comer perdices

Clasificarse entre los cuatro primeros no va a ser un crucero de placer para el Valencia CF. Quien lo crea así, no ha entendido de dónde se viene, ni qué trabajo se está haciendo para no regresar jamás a ese maldito lugar. Que nadie se engañe...

21/02/2018 - 

VALÈNCIA. Diecinueve jornadas consecutivas en plaza Champions. Eso es el Valencia CF de Marcelino, que no hace milagros, pero sí es un entrenador excepcional. Uno que, apoyado por Alemany en los despachos y por el enorme compromiso de la plantilla, ha logrado 46 puntos en 24 jornadas, igualando la puntuación del equipo en todo el campeonato el pasado curso, y superando los cosechados hace dos. Se dice pronto, pero es una barbaridad. De La Nada a la zona noble. Del caos a la organización. De la improvisación al método. Del ridículo a la fiabilidad. De acostumbrarse a perder a competir para ganar. El VCF está entre los cuatro mejores de esta Liga. Si uno echa un vistazo a la magnífica historia del club, no da como para partirse la camisa, pero si uno recuerda cómo han sido las últimas dos temporadas de este equipo, el dato da para triplicar el sueldo de Marcelino y su cuerpo técnico, renovándoles hasta junio de 2028.  En la recta final de febrero, a los ‘Marcelino Boys’ les quedan 14 finales para devolver al VCF al lugar que, por historia y masa social, le pertenece: la Champions. Esa es la exigencia de ese escudo. Si el VCF acaba en puesto Champions, habrá hecho una magnífica temporada, porque viniendo de la mediocridad más absoluta y del mayor de los ridículos, regresaría al lugar que jamás debió abandonar, la elite.

A quien esto escribe les gustaría contarles que todo será color de rosa y que, al final del cuento, en mayo, los valencianistas serán felices y comerán perdices. Sin embargo, conviene poner pies en tierra, apelar a la cautela y a una sobredosis de realidad. Clasificarse entre los cuatro primeros no va a ser un crucero de placer para el Valencia CF. Quien lo crea así, no ha entendido de dónde se viene, ni qué trabajo se está haciendo para no regresar jamás a ese maldito lugar. Que nadie se engañe. Marcelino sabe que lo que resta no va a ser un camino de rosas. El asturiano ahora tendrá toda la semana completa para preparar los partidos, podrá disponer de algunos lesionados que se van recuperando y no le temblará el pulso si tiene que tomar decisiones deportivas, porque nada ni nadie está por encima del bien del equipo. En el horizonte, dificultades. Y en la hoja de ruta de entrenador y futbolistas, varios asuntos por solucionar. El problema más grave se localiza en la defensa. El VCF acumula doce jornadas consecutivas encajando al menos un gol por partido. Eso hay que corregirlo de manera urgente porque, si los futbolistas no mejoran en ese apartado, no se jugará la Champions. Otro factor clave es la atención a balón parado. En Málaga se encajó un gol de patio de colegio que no puede ni debe volver a repetirse si el Valencia quiere seguir siendo fiable. Y otro asunto que debe zanjarse es el de las alternativas en ataque. Guedes es muy bueno, como Marcelino en lo suyo, pero no hace milagros. Los compañeros deben abastecerle, pero también relevarle. Salvo que uno se llame Leo Messi, ningún jugador es tan bueno como todo un equipo.

A los futbolistas hay que agradecerles el compromiso, rendimiento y trabajo en favor del equipo y los objetivos del club, pero ahora hay que pedirles que rematen la faena. Haría falta una enciclopedia para calificar la magnífica temporada de Kondogbia. O el rendimiento instantáneo de Coquelin. O la calidad inmensa de Guedes, que en ataque es medio VCF. O la gran temporada de Rodrigo, o el fútbol de seda de Soler, o la implicación de Santi Mina, que juega a esto como se debe, con dos pelotas y un balón. A todos hay que pedirles más. Que sigan y se superen, porque el equipo lo va a necesitar. A Parejo, motor del equipo de calidad sobrada, hay que pedirle más regularidad y menos intermitencia. A Zaza, siempre combativo y hace meses en plena racha goleadora, hay que pedirle que entierre un poquito ese carácter y canalice su energía volcánica en preguntarse qué puede hacer él por el equipo y no qué puede hacer el equipo por él. A Neto, portero de jerarquía y garantías, hay que pedirle que mejore el juego aéreo, porque el equipo necesita que corrija esa circunstancia. Y a Gayà, que calidad para regalar, hay que pedirle que desate el jugador que lleva dentro, porque es el doble de bueno de lo que él cree. Cuanto más crezcan todos los jugadores, más crecerá el VCF. Quedan 14 finales por delante y para estar en la próxima Champions, se necesitará que todos los jugadores sean incluso más competitivos de lo que han sido hasta ahora. Su rendimiento ha sido bueno y su compromiso, intachable. Han logrado que el VCF pase de chiste fácil a equipo respetado. Un gran paso. Ahora falta que el cuento acabe con los valencianistas felices y comiendo perdices. Sin humildad, no habrá paraíso. Con ella, lo mejor está por venir. Marcelino lidera. Que los futbolistas le sigan.

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