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opinión politizada / OPINIÓN

Caza de brujas

1/11/2023 - 

VALÈNCIA. Corren tiempos modernos en los que Halloween (o ‘Jjjjalogüin’, como decía aquel cómico televisivo vestido con camiseta azulona) ha barrido con su jolgorio nocturno la solemnidad del Día de Todos los Santos. En paralelo, el dinamismo y espíritu bullicioso de los jovencitos de Baraja van eliminando, a golpe de buenas actuaciones, el regusto lamentable que dejó la temporada 22-23 en nuestras retinas. 15 puntos, quedan unos 27 que sumar por delante para cumplir el objetivo al que Meriton aboca al Valencia desde hace varias temporadas: sobrevivir en Primera para luchar otro día más.

Entre calabaza y calabaza, entre disfraz y disfraz, irrumpió con fuerza este lunes la insípida, larga y anticlimática gala del Balón de Oro, premio otrora prestigioso pero que desde hace ya muchas temporadas anda de capa caída. No precisamente por sus ganadores este año (indiscutible Aitana Bonmatí, algo más polémico el octavo trofeo para Messi), sino por la querencia de France Football en tener contentos a determinados clubes que no han hecho méritos suficientes para alzar ninguno de los galardones deportivos. En el caso concreto de este año, el Real Madrid.

Tras conquistar el Balón de Oro 2022, sus problemas extradeportivos y su condición ya de exjugador han convertido a Karim Benzemá en un elemento molesto para la propaganda de Florentino Pérez y adláteres; sólo así se explica su caída en picado hasta la décimosexta posición del ranking y el mutismo absoluto sobre su figura. El plan era y es la promoción hasta la saciedad de Vinicius Junior, a pesar de que en la plantilla del Real Madrid hay mejores futbolistas dentro y fuera del césped; Jude Bellingham, un tipo educadísimo a todos los niveles, es el primero que me viene a la mente. No crean que es casualidad que la renovación del brasileño, cerrada y pactada hace semanas, se anunciara horas después de recibir el Premio Sócrates en tierras francesas.

Este galardón, ideado en 2022 y que reconoce a aquellos futbolistas que emprenden acciones solidarias, tuvo en Sadio Mané a un ganador ejemplar en su primera edición: un tipo humilde, desinteresado, involucrado en dar todo lo posible a los necesitados habitantes de Bambali (Senegal). Y, aparte de todo eso, un excelente futbolista. Y para este año había figuras como Antonio Rüdiger (también del Real Madrid, aunque el club no parece tan interesado en promocionarle), Marcus Rashford, Alex Morgan o Asisat Oshoala que hubiesen merecido con creces el reconocimiento. Pero… se lo llevó ‘Vini’. Como decía el sabio, acompañando la frase de un guiño de ojo: “Ganó el que tenía que ganar”. 

Que nadie se equivoque: que Vinicius tenga una fundación en la que ayuda a niños en riesgo de exclusión en Brasil es algo excelente, elogiable y sin duda digno de aplauso. Eso es así. Pero el altruismo fuera del césped no debería constituir carta blanca para perdonar los comportamientos del brasileño partido sí, partido también, erigiéndose en uno de los provocadores más infames que han pisado los campos del fútbol español en muchas décadas. Igual que se dice una cosa, se dice la otra: así funcionamos algunos. Criticar al jugador por sus continuas faltas de respeto a aficiones y jugadores rivales y omitir su labor solidaria con los jóvenes de su ciudad natal sería igual o más parcial que elogiar sin filtros a su Fundación y justificar, defender y jalear los frecuentes enfrentamientos que protagoniza en cada partido. Sus propios compañeros y staff técnico parecen estar cada día más hartos de ellos.

Para variar, salió el tema del racismo en la gala. Seguro que la pregunta de Drogba a Vinicius fue 'casualidad', no sean malpensados. Estuvo espabilado el realizador televisivo, plasmando en el gigantesco videowall una foto de Vinicius en Mestalla mientras se hablaba del asunto y criminalizando todavía más –si eso es posible- a una hinchada golpeada mediáticamente desde hace meses, objeto de una caza de brujas pocas veces vista en el mundo del fútbol y absolutamente impotente ante la enésima manipulación informativa para desprestigiar un escudo centenario. 

El cinismo y el maniqueísmo de los medios afines a Florentino han convertido una lacra tan grave, tan jodida y tan importante de erradicar como el racismo en una opereta reduccionista según la cual, si criticas las provocaciones de Vinicius, pasas a ser miembro honorífico del Klu Klux Klan. Ante ese rodillo mediático y económico hay poco que hacer, más allá de mantener la coherencia y la firmeza en el discurso. Y la educación. Pero cuando las herramientas utilizadas cruzan la línea, como ocurrió el lunes, la institución debe actuar. El Valencia debía actuar. Y la respuesta fue… insuficiente.

Que un club al que insisten en colgarle el ‘sambenito’ del racismo salga a la palestra con un raquítico tuit a protestar por la asociación entre estas actitudes y su estadio es insuficiente. Es una respuesta blandengue y timorata a un ataque frontal a la imagen del club. Antes de escribir esta columna preguntaba si las medidas iban a ir más allá, y desde el seno del club me remitían a “movimientos sin publicidad” y de manera interna. Pues vale. Justo cuando mayor firmeza hay que mostrar, justo cuando más músculo social e institucional hay que enseñar, el Valencia decide tirar de diplomacia. Buenismo y formalismos mientras tu imagen pública es arrastrada por el fango.

Es en esos momentos en los que recuerdo aquella frase del ínclito Anil Murthy, cuando se refería a su arma secreta para las gestiones al más alto nivel con el tema de la ATE de fondo: “Prefiero ir siempre con la sonrisa. ‘Gracias, gracias, gracias’... Luego con Germán Cabrera: ‘¡PUM!’ Vamos a llevar a la Generalitat a juicio". Eh, y cumplió: el club tiene denunciada a la GVA desde mayo por la caducidad de la ATE. 

Uno se pregunta: ¿Layhoon Chan no puede disponer un ratito de la apretada agenda del abogado Germán Cabrera ‘PUM’ para emprender acciones legales, públicas y publicitadas, contra quienes están manchando el buen nombre de la entidad? Un mísero burofax. Un sustito, aunque sea. Una demostración de orgullo institucional para que, al menos, se ofrezcan unas disculpas públicas hacia el club por lo ocurrido en la gala del Balón de Oro. 

Parece que no. Así que el tema se quedará ahí. Tocará sumar otro más a la larguísima lista de agravios que vienen produciéndose desde mayo, cuando un reducido grupo de aficionados idiotas dieron pie a la maquinaria madridista a coger la parte por el todo. Porque no parece que la presidenta (que también podría manifestarse en público sobre este asunto, la verdad) esté por la labor de distraer al señor Cabrera de su principal cometido: ir limando los detalles del futuro convenio y ‘rascando’ ventaja tras ventaja de unas instituciones valencianas que ya han comenzado el proceso de genuflexión necesario para, quizá dentro de unos años, albergar un par de partidos del Mundial 2030 a cambio de seguir otorgándole privilegios al señor Lim.

Su historial de incumplimientos precede al bróker de Singapur y, aún así, los políticos están dispuestos a seguir dándole bolas extras. Las tres cartas enviadas el pasado lunes a la RFEF por parte de club, ayuntamiento y Conselleria de Cultura y Deporte son el fiel reflejo del minuto y marcador: cifras diferentes, aforos diferentes, detalles diferentes… pero la misma voluntad de huida hacia adelante y acabar el estadio, independientemente de qué estadio acabas construyendo o de quién paga la fiesta (spoiler: igual nos acaba tocando a los ciudadanos).

Así las cosas, cabría preguntarle a las fuerzas vivas de la ciudad de Valencia: ¿trato o truco? Porque todo apunta a que Peter va a conseguir el trato, y no hay duda de que nos acabará haciendo el truco.

NOTA: Publicamos la columna el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos y de honrar a aquellos que ya no están con nosotros. Un abrazo grande, sobre todo, para todos los lectores que han perdido recientemente a un ser querido, como le ocurrió hace escasos días a nuestro compañero y amigo Rubén Uría (columnista habitual de este periódico) con su padre. Que descanse en paz.


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