VALÈNCIA. El Valencia cumplirá este miércoles cien días sin Anil Murthy en la presidencia de la entidad y sin que en este periodo se hayan producido cambios de calado en la entidad, en la que la principal novedad ha sido la incorporación al cargo de la que ya había sido máxima dirigente del club, Layhoon Chan.
Su presencia hasta el momento se ha percibido como positiva en cuestiones formales y de trato, pero no en las que afecten a asuntos sustanciales de carácter económico o deportivo, sin negar que el 5-1 del domingo ante el Getafe ha supuesto una satisfacción apenas recordada por el valencianismo.
Murthy, llegado al club a finales de 2016 y presidente desde julio de 2017, dejó de ser el máximo mandatario del Valencia el 30 de mayo tras una etapa en la que contribuyó notablemente a que la entidad se distanciara del valencianismo como consecuencia de la prepotencia que le caracterizó.
Vivió como única etapa de esplendor la de la temporada 2018-2019 con la celebración del centenario de la fundación del club y el título de Copa del Rey, pero antes y, sobre todo después, su gestión estuvo marcada por la incompetencia, el alejamiento de la afición y numerosos gestos que solo contribuyeron a desprestigiarle.
Sus decisiones sobre la agrupación de peñas, los grupos de animación en el estadio, así como sus gestos contra el público en el estadio y haber convertido el club en un búnker redujeron al mínimo una popularidad que no fue grande ni siquiera en los momentos de pujanza deportiva.
Murthy comenzó su decadencia en el momento en el que, en el comienzo de la campaña 2019-2020, el club prescindió de su director general, Mateo Alemany, y del entrenador, Marcelino García Toral, los artífices del título copero.
A partir de entonces, el encorsetamiento económico y la nula experiencia o la política planteada para negociar altas y bajas, provocaron la pérdida de competitividad en un equipo que pasó a estar casi siempre más preocupado por la salvación que por mirar a Europa.
Tres años sin alcanzar puestos de competiciones europeas, pero sobre todo su pésima gestión en el trato con las autoridades valencianas en la negociación sobre el futuro del estadio del club, contribuyeron a devaluar su imagen hasta las cotas más bajas de popularidad.
La filtración de unas conversaciones en la que no dejó títere con cabeza, incluido el propietario del club, Peter Lim, pusieron la puntilla con su destitución a uno de los periodos más oscuros de la vida del valencianismo, en el que la pandemia del covid-19 y la ausencia del público en el estadio se convirtieron en un bálsamo para Murthy, aunque no impidieron las críticas y abucheos constantes durante los encuentro cuando volvió la afición al campo.
Tras su adiós, poco o nada se ha sabido de él, mientras el club empezó a funcionar con una nueva cúpula en la únicamente que se vieron tímidos atisbos de que la situación diera un giro, más en aspectos formales que de fondo y sin un ocupante formal en la presidencia.
El regreso de Layhoon Chan a la presidencia, dado a conocer el 17 de agosto, para que la propiedad ofreciera una imagen diferente a la mostrada con Murthy provocó un cambio en los modos, con una cordialidad que antes no existía, aunque las discrepancias con la administración respecto al estadio se mantienen, al tiempo que la mayor parte de la atención de los valencianistas se ha centrado en la confección del equipo.
La contratación de Edinson Cavani ha entusiasmado al valencianismo, pero el exceso de jugadores que llegan cedidos, así como la salida de Gonçalo Guedes y Carlos Soler se colocan en el debe del nuevo proyecto, con la conversión de Gennaro Gattuso, el técnico, en la estrella emergente del Valencia.
Casi nada hace pensar que el propietario del club haya querido introducir un cambio sustancial a su modelo de gestión a pesar de que es difícil que la nueva presidenta empeore la etapa de Murthy, la más sórdida de los 103 años de existencia del Valencia.