Qué exigentes son los valencianistas. Entrando en Champions exigiendo. Valencianista exigente, se nace o se hace. Y así hasta reinterpretar todos los tópicos posibles. Para tratar(me) de explicar qué nos pasa con la leyenda urbana de la exigencia propia, cinco apuntes urgentes...
VALÈNCIA. Qué exigentes son los valencianistas. Entrando en Champions exigiendo. Valencianista exigente, se nace o se hace. Y así hasta reinterpretar todos los tópicos posibles. Para tratar(me) de explicar qué nos pasa con la leyenda urbana de la exigencia propia, 5 apuntes urgentes.
Uno. No es para tanto…
El Valencia vuelve a Champions tras un ciclo estrepitoso coqueteando con el drama y sus aficionados, en lugar de blandir la euforia y bañarse en las fuentes, se ponen exigentes reprochando que el equipo haga un final de temporada flojo. Pues bien, no hay para tanto. El valencianismo ha celebrado el acceso a Champions, de hecho lo hizo por anticipado, de hecho dio por abastada Europa al acabar la primera vuelta y se ha tirado la mitad de temporada normalizando su pase a la cuarta plaza. Cualquier entorno de cualquier club se pondría un poco enfurruñado ante un bajón y varios partidos previsibles sin ganar. E incluso podría compatibilizar el reconocimiento de una muy buena temporada con la señalización de algunas lagunas obvias. Menos ataques de importancia, menos creernos una especie única. Este final de temporada se vive tal que así en cualquier parte.
Dos. Qué tiene de malo pedir que no se caiga en la complacencia
¿Qué tiene de malo entonces cuestionar un final de temporada de bajo perfil, justo una etapa de caída con precedentes en la misma campaña? La postura agridulce del valencianismo mayoritario con los últimos partidos no es otra cosa que su particular forma de advertir… La señal para que el club no caiga en la complacencia de haber superado sus propias advertencias este mismo curso. Conociendo la costumbre de esta administración por dejarse llevar por su propio confort deportivo, quizá lo mejor que nos puede pasar para planificar el año próximo es evidenciar las necesidades de mejora.
Tres. Por qué demonios el presidente no va a celebrar un cuarto puesto
Cuánta amargura. Por qué no iba a celebrar Murthy la entrada en Champions. Mejor euforia que amargaditos. El Valencia ha hecho una temporada notable y su presidente lo celebra. Bien que hace. Quizá el problema viene con la proporcionalidad. Si un cuarto puesto depara una ducha presidencial y fotón guerrero en compañía del vestuario (ni Alemany ni Marcelino estaban, claro), ¿cuál va a ser la celebración si se gana un título, si se queda segundo, si se alcanza fase final de Champions…? No lo imagine.
Cuatro. No, no es un entorno controlable
Quizá hay otros destinos confortables, de opinión vertical y ataduras como hábito. Pero el entorno del Valencia (como el del Madrid, el del Barça, el del Atlético, el del Sevilla, el del Athletic, el de…) responde por estímulos inmediatos y tiende a reclamar un poco más. Y no, eso no significa que no valore el trabajo ni que desacredite los logros. Quien pretenda lo contrario es que aspira a tener un equipo probeta. Llame a otra puerta.
Cinco. El riesgo de valorar el futuro a partir del presente
Y dicho todo lo anterior, alerta con un riesgo: valorar la competencia de un proyecto futuro en base a las coordenadas actuales. Toda una falacia. El equipo para esta temporada se armó desde la carestía y la urgencia de reconstrucción, asumiendo sus lagunas y dejando por reforzar posiciones indispensables. El equipo no se formó para una temporada cargada ni para jugar Champions ni para aspirar a la lucha por la segunda plaza. Lo que ocurre es que un inicio de 17/18 tan voraz nos llevó a pensar antes de tiempo en la próxima pantalla.