Hoy es 12 de octubre
VALÈNCIA. Confieso que hay cosas, situaciones y acciones que me resultan extrañas, por muy necesarias que sean en algunos casos. Quizá sea por cierta desesperación por ver que las cosas no cambian, a pesar de intentarlo de mil maneras. Y pienso esto cada vez que leo algo relacionado con alguna opinión, petición o lo que sea, de Miguel Ángel Zorío.
Confieso también que me cae simpático y bien, porque su ruido es, en cierto modo, el eco incesante del silencio de muchos y muchas valencianistas, pero me resulta extraño todo esto, a su vez. No sé si, en la actual situación, su nombre transmite confianza y seguridad a los aficionados de toda la vida. No sé si su capacidad para meter presión a unos y a otros es la mejor de las estrategias; ni sé tampoco si sus modos son los mejores. Ya sé, en todo caso, que sus ideas son, a veces, tan idealistas e irreales que pasan de lo improbable a lo inviable, ya que carecen de base, de fuerza, de fundamento en algunos casos. Pero eso es una apreciación mía, desde fuera, claro.
El hecho de que Zorío haga una oferta de compra con la vitola de la democratización del club me resulta paradójica, pues no sé si es que quiere mandar sin poner ni uno encima de la mesa o es que tiene cierto optimismo a la hora de pensar en el capital individual de los aficionados. Ni una cosa ni la otra las veo viables, sinceramente. Una buena idea hubiese sido actuar así cuando el club estaba en bancarrota (al igual que está ahora) y él ocupaba el cargo de vicepresidente: la gran diferencia es que, por entonces, había una necesidad imperiosa por vender, a un coste de mercado mucho más bajo y, además, él estaba dentro de la casa. No se actuó entonces como se debía y de aquellos polvos… es cierto, por eso cada vez que le escucho o leo me invade una emoción contraria, ya que entiendo que es necesario que exista un agitador (un Robespierre de turno), pero por otro, hay que ser más consecuente con ciertas acciones, pues la revolución francesa al final acabó nombrando un emperador después de todo. En su mano estuvo y no lo hizo entonces: no sé si su aspiración revolucionaria pasa por coronarse un minuto después de sacar a Meriton.
No creo que yo pase por ser sospechoso de querer sacar a Lim del Valencia CF como sea. Y en esto nuestra voces están unidas y nuestras fuerzas también, pero discrepo de los modos. Ahora, Zorío apela a la Generalitat a que dé por cerrada y acabada la ATE. No se trata de dar palos de ciego, sino de darlos de vidente, que dijo mi gran amigo Mario Benedetti cuando estaba en vida. ¿Acaso no entiende Zorío que existen ciertos tiempos en estos casos y que se están llevando con escrupuloso cuidado, ya que cualquier pequeña grieta que se dé podría beneficiar esa estrategia de Meriton? No creo que sea permisibilidad con Lim, sino cuidado y mimo con el Valencia CF, pues la precipitación va en contra del propio club y no del magnate singapurés. Y aquí Zorío a veces se equivoca, ya que cree que presionando a nuestros políticos consigue presionar a Lim, pero no es así: si alguien hoy puede forjar una llave que permita sacar a Meriton del Valencia es el Gobierno Valenciano, pero cabe hacerlo con delicadeza, inteligencia, discreción y astucia, del mismo modo que Javier Gómez supo contrarrestar la estafa de Dalport en su día, por ejemplo.
Poner contra las cuerdas a los nuestros es equivocar la jugada, ya que Lim se siente más fuerte y ve debilidad por nuestra parte. Así de claro, Zorío. No es por aquí por donde tu discurso debe ir, porque estás equivocando los términos: hay que extirpar el agente maligno sin dañar el cuerpo y ahora mismo tú quieres meter bisturí de golpe, cortar por lo sano y a ver qué pasa. Pues que el Valencia CF, tal cual estás planteando la acción de nuestros políticos, se moriría a los tres minutos de intervenir. Sé más cauto y más inteligente con los dardos, por el bien común que perseguimos, Zorío.
Luego está lo de la credibilidad que tiene cada cual: a mí me viene a la cabeza aquella fatídica rueda de prensa, allá por el año 2009, en la que, con papeleta en blanco en mano, aseguró tener vendidas las parcelas del viejo Mestalla, por un valor de 600 millones aproximadamente…de ahí al cese o dimisión del vicepresidente Zorío, por hacer una de las mayores pantomimas de la historia valencianista. Quizá estuvo empujado a hacerlo y no le quedaba otra. Quizá se vio acorralado ante la falta de recursos y más valía una gran mentira que unas pequeñas verdades en aquel momento. Quizá le engañaron también a él. Quizá lo usaron, no lo sé. Pero lo cierto es que no hay rueda de prensa que haga que no me venga a la cabeza todo aquello y, por tanto, me sigue pesando en su credibilidad. Ahora bien, su ruido es necesario, pero de otro modo.
No tengo el placer de conocer a Zorío, la verdad. Seguramente está muy cargado de buenas intenciones, aunque cada vez que le leo veo más utópica su acción. Y quizá el hecho de que estemos desesperados por cambiar la situación es lo único que le siga dando relevancia en medios de comunicación, porque a estas alturas hay un serio problema de credibilidad. Es así, francamente. Ojalá le salga bien si con ello conseguimos cambiar la historia del club, pero yo soy más de la opinión de no hacer tanto ruido ante los micros, de no ser tan “traca” ante los focos, y articular una buena estrategia en la sombra para sacar a Meriton del club, sin dañarlo. Creo que todo responde más al circo que a los despachos.
Confieso, pues, que cada vez que sale a hablar en los medios la cosa se complica y se enturbia más, porque levanta señales de humo en medio del desierto y airea posibles planes de acción, bastante más efectivas que las que ha llevado él a lo largo de su historia como valencianista. No podemos transformar la oposición a Lim en una cuestión de feriantes y creo que estas cosas a veces tienen este efecto. Es solo mi opinión, sin más ánimo que reflexionar sobre cómo se está actuando y quiénes lo están haciendo. Algo me dice que, por ahí, saliendo cada día a hablar de si nuestros políticos deben o no deben hacer esto o lo otro, de si el aficionado debe o no hacer aquello, o diciendo que va a hacer una oferta X, pero que será dinero del valencianismo…así, decía, vamos mal, vamos muy mal, porque esto solo engorda el ego de Meriton y arroja una imagen pobre, titiritera y débil de la sociedad valenciana y valencianista.
Retomo sus propias palabras: “todos somos iguales ante la ley” pero quisiera luego puntualizarle que, sin embargo, no todos lo somos ante la sociedad: los méritos y las acciones también nos determinan.