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CLAUDIO 'PIoJO' LÓPEZ

Claudio 'Piojo' López: Hay goles que se cantan 20 años después

7/09/2019 - 

VALÈNCIA. Llegó septiembre con su oh Dios mío, con las guías, las quinielas y el Dinámico en el bolsillo, con esa esperanza puesta en nuestro equipo y con un mogollón de partidos. A las mejores Ligas del planeta ya comenzadas, hay que sumar ahora los partidos de Champions, de Europa League (la UEFA moderna) y de selecciones nacionales, y si queda tiempo disfrutar con el fútbol alejado de los focos, las pachanguitas cerveceras después del curro y el maravilloso fútbol base. El fútbol florece y es como más alegre en septiembre, y entusiasmada como hace mucho que no lo estaba se encuentra ahora la afición del Valencia, después gozar de un enorme subidón de moral al conquistar la Copa del Rey el pasado mes de mayo ante el Barcelona. Los che aspiran a seguir creciendo, miran arriba y no abajo, y confían en jugar de tú a tú contra cualquier equipo en Europa.

En la jornada 4 podremos disfrutar de un Barcelona-Valencia en el Camp Nou, encuentro que pone los pelos de punta si recordamos el fútbol noventero, aquellos partidos que eran combates a mala cara, de toma y daca, de goles, marcadores de otra época y épicas remontadas. Han pasado más de veinte años y todavía se recuerdan los goles del Piojo en los tiempos del poder valenciano, de Terra Mítica, Bancaja, Tómbola y la marca Luanvi.

Claudio Javier López llegó a la capital del Turia sin hacer ruido en 1996, cuando Valencia era efervescente, cuando la afición che veía en Romario al líder, mago, comandante y constructor de las nuevas ilusiones valencianistas. Era año de cambios tras quedar subcampeones de Liga, el presidente Paco Roig insistía en su “Valencia campeó” y el astro brasileño no vino solo, una buena colección de artistas y no, llegaron también para ponerse a currar a las órdenes de Luis Aragonés. Y entre ellos el joven argentino llamado Claudio Javier López, apodado desde pequeño “el Piojo” por su tendencia a molestar a los otros niños del barrio cuando se aburría.

Era un chico de aspecto sencillo y delgado, había triunfado en Racing de Avellaneda, pero le costó adaptarse al ritmo de juego y el físico del fútbol europeo, y con las miradas siempre puestas en Romario o en el Burrito, parecía que el tal Piojo iba a pasar como uno más por la entidad valencianista. Veloz pero fallón, no utiliza la pierna derecha y se hace la picha un lío cuando tiene el balón en los pies, decían los tribuneros.

Pasó que las figuras no rindieron al nivel esperado, se fue Luis y después Valdano, y no fue hasta la llegada del otro Claudio (Ranieri) cuando se afianzó en el once de un club cuyo entorno ardía. Encontró el Piojo un compañero con el que formó una delantera de fábula, la Cobra Illie , y llegó entonces una fecha clave, la visita al Camp Nou en enero de 1998 y en uno de los partidos más animales que se recuerdan en la historia de la Liga, el Valencia logró remontar un 3-0 adverso a falta de poco más de 20 minutos de juego. En aquel increíble 3-4, el Piojo fue clave con dos goles, era el comienzo de su idílica relación con los azulgrana y el punto de inflexión de un equipo que terminó marcando época.

Dio tardes de gloria en Mestalla, ganó una Copa del Rey en 1999, por supuesto la supercopa al Barça, y siempre será recordado por sus exhibiciones ante los culés, por aquellos carrerones en que sonrojaba a Reiziger, por sus brazos en alto y la sonrisa infinita en cada gol que marcaba a Hesp, por convertirse en verdugo, estorbo, molestia, quebradero de cabeza y en la madera del patíbulo de un Aloysius Paulus María Van Gaal atormentado.

El Piojo ya ejercía de piojo, copaba las portadas de la prensa antes y después de cada partido contra el Barça, siempre la misa historia “piojo, piojo, piojo...gol”, y se consagró como un delantero molesto que aparecía inesperadamente para picar. Un incordio que desesperaba a las zagas, un futbolista sin reflexiones ni cálculo ni florituras, que sacaba el máximo provecho a sus pocas virtudes, y que con una zurda a veces exquisita y otras apresurada, tan pronto era killer como tuercebotas. Hasta Maradona llegó a decir que sus centros no los podría cabecear ni Michael Jordan, pero en ocasiones, cuando no le daba por lanzarla al tercer anfiteatro se marcaba algún detallazo como aquel gol de Eindhoven, o esa genialidad desde casi medio campo que le marcó a Molina cuando los futbolistas se atrevían a chutar desde muy lejos.

Fue Claudio un delantero que hacía arte de su olfato, su picardía y su constante entrega, y Mestalla reconoció la grandeza de aquel chiquillo enclenque que ficharon en el verano del 96 y terminó poniendo en pie a un estadio al que le es difícil levantar del asiento; llenó los colegios e institutos de piojos y piojas, y quedó además para siempre en el estribillo de un pegadizo cántico valencianista que hoy le pone la piel de gallina.

Y es que han pasado poco más de veinte años y se siguen recordando sus goles, incluso muchos todavía le buscan sustituto como si se hubiera marchado ayer de Valencia.

Guedes, Gameiro, Rodrigo, Maxi ¿Quién haría de Piojo en este nuevo Valencia? ¿Quizá algún insolente canterano se convierta en el Piojo moderno?, todo es posible, pues tanto en Valencia como en Argentina dicen che en cada frase y juegan al truco en la sobremesa. Y ya sabemos que en el fútbol y en la vida, todo vuelve.

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