VALÈNCIA. Los colaboradores de Plazadeportiva.com muestran su visión sobre el Valencia CF 3–3 Atlético de Madrid:
Parecía que iba a ser una noche aciaga y triste, pero tocó Hugo Duro, que justifica el empeño de Bordalás. No así lo de Marcos André, pero bueno, eso es otra cosa. El Valencia CF falló en la precisión de su juego y en la tensión defensiva ante un rival temible arriba, pero que no andaba nada bien atrás. Racic se convirtió en el mejor defensa colchonero perdiendo balones cada vez que los tocaba y Wass se diluía en la densidad del centro del campo. Guedes, sin embargo, estaba empeñado en no perder y tiró del equipo como un líder indiscutible. Si Helder parecía frío, Foulquier compensaba su falta de sangre. Y así fuimos compensando carencias hasta que el fútbol nos dio un golpe y luego nos curaba con su magia. Noche bonita de vivir pero la sangría de goles recibidos hay que pararla como sea.
Otra prueba de méritos para evidenciar que este Valencia está lejos de sentirse desahuciado, aunque le falten kilómetros para ser un equipo sólido. Si la distancia frente al Atlético es la del que parte con las piezas en ensayo frente a un armatoste consolidado, la compensación ha venido por cierta persistencia innata. Las ganas de jaleo de este grupo llevadas sobre la bocina recuerdan a la genética de un equipo, no tan lejano que suplementó sus carencias con voluntad. Debe ser la línea desde la que se reconstruya. Entre tanto, un hecho luminoso: Duro es de esos tipos que baila en el abismo con absoluta placidez.
Coraje y corazón, eso fue lo que demostró un Valencia que creyó hasta el final y que mereció el punto de oro que logró en el último instante del último aliento. Allí donde no llegó su fútbol llegó su corazón. El Atlético, que lo tuvo ganado, que lo tuvo hecho y que se aculó en tablas cuando se puso a mirar el cronómetro sin disimulo, se fue con un severo castigo. El que se mereció por no seguir atacando, por no seguir queriendo hacer daño, no por no creer que es un equipo mejor de lo que se empeña en demostrar. ¿Recuerdan aquella defensa del Atleti inexpugnable, a la que no le pasaban ni los Rayos X? Pues de eso no quedan ni las raspas. Que le pregunten a Hugo Duro. El Atleti puso la vista y el Valencia, el corazón.
Un equipo con alma. El Valencia actual puede ser cualquier cosa, me refiero al equipo que entrena Bordalás, pero lo que sin duda debemos agradecerle es que tenga esa alma competitiva tan interesante y repleta de alegrías. Lo que hizo ayer el Valencia de Bordalás -no confundir con el Valencia del inútil de Murthy-, eso de remontar contra el Atlético con el tiempo de añadido casi rebasado, es digno de aplaudir con todas las de la ley. Miren, ayer jugó un gran equipo ante un equipo con el Valencia que también fue grande hace tiempo. ¿Y? Pues que este Valencia es muy inferior al Valencia de antaño, pero sin duda este Valencia de Bordalás lo que sí tiene es alma para luchar los partidos. Empate a tres y alegría enorme.
Ja ho va dir el gran Miguel Ángel Román “que bonito es el fútbol cuando se vuelve loco” i el d’ahir va ser un partit boig.
Una primera part on el València no tingué la intensitat necessària per enfrontar-se a un equip com el de Simeone i una segona meitat on, amb un 1-3 al marcador, ha eixit eixa casta que es tirava en falta. Nova remuntada al temps de descompte i si, també esta vegada la pilota tocà en Hugo Duro.
Fue la historia de un tiempo de descuento. El Atlético de Madrid fue superior durante gran parte del partido. El Valencia perdió balones absurdos en el centro del campo y la defensa volvió a perder la concentración mínima indispensable cuando te mides a un rival superior. Pero Simeone quiso ‘amarrar’, metió a su equipo atrás y emergió el espíritu de un equipo que NO SE RINDE. El ‘arreón’ final volvió a dar un empate que, aunque no te otorgue un salto significativo en la clasificación, deja un dulce sabor de boca.