VALÈNCIA. La visita a catedrales del fútbol como el Camp Nou, pese a que la historia de ambos clubes ha deparado una cantidad ingente de enfrentamientos, no es una visita cualquiera: su mastodóntica arquitectura te advierte de que no se trata de un partido más y de que la escalada hasta la victoria va a ser angosta y complicada. Aunque el Valencia CF ha protagonizado gestas más que destacables en el Barri de les Corts, incluso antes de que llegase el beatífico Peter Lim a ‘re fundar’ el Club, nunca resulta fácil vencer al FC Barcelona y menos es su casa.
Pero la visita que rinde mañana el equipo de Bordalás al coliseo ‘culé’ tiene un aroma especial para el común de los valencianistas: la figura de Ronald Koeman añade una generosa pizca de pimienta a un choque, ya de por sí, subrayado en rojo en el calendario porque ganar al Barça supone una satisfacción incomparable pero… ganar al Barça de Koeman multiplica hasta el infinito la felicidad del valencianista.
Ronald Koeman es uno de los personajes que con mayor displicencia y desfachatez se ha sentado en el banquillo valencianista. Seguramente no ha sido el peor pero sí ha sido quien más daño ha infringido a un equipo porque no tuvo el respeto mínimo exigible para priorizar la eficacia del grupo por encima del veleidoso capricho del Presidente de turno.
El 18 de diciembre de 2007 Ronald Koeman convirtió Valencia en el epicentro de un cataclismo futbolístico que resonó durante meses apartando del equipo a tres futbolistas fundamentales en una traumática decisión sólo comparable, por su calado deportivo y social, con la barbaridad perpetrada hace dos años cuando el inefable tándem Lim-Murthy se cargaron de un plumazo un proyecto ganador que estaba conduciendo al Club hacia la élite del fútbol europeo.
El recuerdo de aquel ‘atentado a la razón´ que, al igual que este más reciente, también contó con su propia ‘trompetería de cabecera’ ,convulsionó la entidad hasta tal punto que a nadie puede extrañar que el técnico neerlandés ocupe un lugar destacado en el ránking de enemigos declarados del valencianismo. Ganar mañana en el Camp Nou sería un paso importante adelante en el camino hacia la normalidad deportiva del Valencia, un aviso a navegantes tras una serie de malos resultados y la constatación de la importancia de los futbolistas ausentes por lesión en los últimos partidos pero, sobre todo, dejaría al valencianista ese regusto dulzón de haber podido asestar el `golpe de gracia’ a quien de manera tan despreciable desaprovechó la oportunidad de sentarse en el banquillo de un Valencia –por aquel entonces- cuajado de grandes futbolistas.
Quizá llegue el día en que la fachada de Mestalla encuentre un hueco para tres lonas gigantes en las que se pueda ver la efigie de Ronald Koeman, la de Peter Lim y la de Anil Murthy. Se han ganado su lugar en la historia del Valencia CF pero, obviamente, boca abajo. Como luce el retrato de Felipe V en el Museo de Bellas Artes de Xàtiva por haber quemado la localidad durante la Guerra de Sucesión.
Por haber prohibido, además, el uso de la lengua valenciana. Por mandar sembrar sus campos con sal para que nada brotara, y por desterrar su nombre para ser convertida en “Colonia Nueva de San Phelipe”.