VALÈNCIA. Pensaba que era una perogrullada, pero no. Creía que no hacía falta reivindicarlo, y sí. Eso parece. No me cabe en la cabeza otra cosa diferente a que el Ciutat reciba a Paco López con una ovación cerrada e histórica el próximo sábado. Lo contrario quedaría grabado para los anales de las injusticias. Directamente. Y lo contrario a aplaudir no es solo silbar o abuchear -lo cual pasaría de injusticia a auténtico descarrío-, sino también mostrarse indiferente. Sentar y callar cuando el de Silla sea anunciado por megafonía o en el momento en que salga de vestuarios. Me parecería inadmisible.
Y se puede no comulgar con las ideas de Paco López. Yo no lo hago. Lo que el técnico merece va más allá del juego y de si un día -o dos, o tres- enfureció a la masa granota por un cambio, una derrota o un mini infarto cuando parecía una noche tranquila. También hizo vibrar con otras que a priori apuntaban a ser trágicas. Creo que por ahí va el sambenito que lleva colgado como un cartel en el pecho y que, entre otras cosas, le ha hecho acabar entrenando en Segunda. Con todo el respeto a su Granada, que por supuesto ojalá acabe ascendiendo y perdiendo en Orriols, no deja de sorprenderme, tres meses después, que Paco López no haya pasado por otro equipo de Primera División tras su despido.
Sé que ha tenido ofertas, que es uno de esos entrenadores especiales que demandan un proyecto deportivo 'pitillo', ajustado, si no a medida. Pero también que, tras los tropiezos infinitos del Elche, estuvo en agenda -y contactado- pero nunca llegó a ser una opción que convenciera de forma unánime. Un eterno 'sí, pero'. Todavía no me explico por qué. Sí, ya sé, supongo que por aquello de que el fútbol alegre y vistoso, kamikaze para muchísimos -de eso trata su sambenito-, no es considerado apto para luchar en el barro. Al menos esa es la razón que más repiten, pero no deja de ser precisamente eso, un slogan engañoso que Paco tiene escrito en su carátula. Le preguntaremos hoy mismo en este diario.
Además, algunos detestan la "prensa de Paco López" y le acusan -o, más bien, apuntan cruelmente a los medios- de tener demasiados amigos en las rotativas... Puede que acierten sobre que, por cercanía y trato, la acera granota de la comunicación tienda a pedirle alfombra roja. Pero esta historia no va de lazos, sino de sentido común. En cualquier caso, aquí no leen a un amigo íntimo: llegué a cubrir al Levante prácticamente justo para ver a Paco López correr la banda por un gol en el 120' y para, poco después, acudir a su declive, ocaso y defunción. ¿Cómo recibir a Paco López? No seré yo quien organice a la parroquia. Cada cual con sus creencias. Ahora bien, lo lógico es romperse las manos.