ALICANTE. Sería injusto decir que lo ocurrido el jueves en el Cívitas Metropolitano fue más de lo mismo. Es verdad que el Elche volvió a perder, pero vendió más cara la derrota que en encuentros precedentes. Que lo anterior no sirva de consuelo no debe llevar a obviar que, mientras el físico se lo permitió, los franjiverdes compitieron y lo hicieron además ante un rival poderoso donde los haya, que (desgraciadamente) esta vez decidió hacer de la (su) necesidad virtud.
La mano de Pablo Machín se dejó notar y además para bien (no siempre ha sido así tras un cambio de técnico esta temporada), pero es evidente que con lo que hay al Elche no le da para eludir el descenso a LaLiga SmartBank: el equipo necesita refuerzos como el comer o, mejor dicho, sigue necesitando refuerzos toda vez que hace mes y medio, cuando LaLiga Santander paró por la disputa del Mundial de Catar, lo anterior ya era tan evidente que hasta el propio Christian Bragarnik lo reconoció en una carta a la afición.
El empresario argentino ha estado mes y medio 'bailando' el "nos volvimos a ilusionar" que ha acompañado a la Selección argentina en la conquista de su tercer campeonato del mundo, mientras Machín trabajaba en Elche (y en Oliva) con la plantilla, confiando en la llegada de los necesarios fichajes.
A nadie le escapa que el técnico soriano contaba con tener ya a sus órdenes a más de uno (además de al lateral Lautaro Blanco), pero no ha sido así y eso es un problema adicional, toda vez que, con independencia del nivel que tengan, su integración no va a ser fácil y deberá producirse a lo largo de un mes de enero en el que el equipo puede decir adiós por adelantado al curso (las citas con Celta, Cádiz y Sevilla están ahí) o dar un golpe en la mesa y, como empezara a hacer el jueves en Madrid, dejar claro que va a plantar batalla hasta el último minuto del último partido (algo que en 2021 le sirvió para eludir el descenso).