VALÈNCIA. Pocos futbolistas han dejado tanta huella en los últimos años como Francis Coquelin en el valencianismo. El francés jugará en el Villarreal por una cifra inferior a aquella con la que pisó Mestalla por primera vez: 12 millones de euros, cuatro años y medio de contrato y una cláusula de 80 kilos. Se marcha contra su voluntad inicial, que era la de no dejar el Valencia pese a formar parte de la famosa 'lista negra' de Meriton para limpiar el vestuario valencianista de pesos pesados. Eso sí, llega a un club en Europa y que, a los ojos del de Laval y a sus 29 años, es un buen lugar donde continuar su carrera.
Con 26 y tras haber perdido protagonismo con Arsène Wenger en el Arsenal, Coquelin fichó por el Valencia después de la insistente petición de Marcelino García Toral de reforzar el centro del campo. El equipo notaba mucho la ausencia de Kondogbia o Parejo en el once -especialmente la del africano ante la incesante continuidad en condiciones óptimas del de Coslada- y el asturiano no veía en Maksimovic un sustituto de garantías en sala de máquinas.
La rotura de Santi Cazorla también había provocado el ocaso de Coquelin en el Arsenal. Justo la temporada en la que llegó a Mestalla (17/18), tan solo había disputado 7 de los 22 encuentros en los que estuvo vistiendo los colores gunners, una cifra de partidos provocada en parte por una lesión en el muslo que le impidió ser parte de la dinámica de Wenger.
Precisamente las lesiones conformaban una de las dudas que recaían sobre el centrocampista a su llegada al conjunto che. Coquelin empezó entrando en la primera convocatoria que Marcelino tuvo que confeccionar ya con él en nómina... y jugó casi todo el encuentro contra el Deportivo en Riazor tres días después de oficializar su fichaje con la cómica representación de una maleta con sus iniciales.
Y tras diez jornadas siendo capital en los esquemas de Marcelino, llegó una de las lesiones más duras de su carrera. Marzo recibió al francés con la rotura de su tendón de Aquiles que enmudeció a la plantilla en un entrenamiento matutino y que el técnico dio por finalizado antes de tiempo. Coquelin no pudo ser de la partida en la clasificación del Valencia para Champions tras dos temporadas de sinsabores, pero volvió el siguiente curso para firmar la que probablemente es su mejor temporada en la élite.
La arrancó tarde por aquella rotura, pero Coquelin volvió al ruedo para ponerse la capa de héroe. Las grandes sensaciones del medio curso anterior le avalaban y el '17' confirmó que su juego no solo era una bendición para su técnico y para el estilo de Dani Parejo, sino que empezó a comerle la tostada a un Kondogbia también mermado por las lesiones.
Tras noches estelares como stopper y como acompañante de garantías del capitán en la medular, Coquelin fue metiéndose al valencianismo en su bolsillo a base de trabajo, buen hacer en el verde y muestras de compromiso en cada gesto. Eufórico como pocos en las victorias, el de Laval se convirtió en una de las banderas del proyecto de Marcelino, y alcanzó el culmen de su periplo en Mestalla en la final de la Copa de Rey.
Su marcaje a Messi le alzó como uno de los más vitoreados aquel 25 de mayo en el Benito Villamarín y como uno de los futbolistas franquicia de la entidad. Sin embargo, la marcha de Marcelino y la llegada de Celades no beneficiaron al centrocampista, que bajó su rendimiento al ritmo del resto de sus compañeros. Sin embargo, con actuaciones reseñables como ante el Chelsea o también contra el Barça de Messi el pasado es de enero, Coquelin continuó en el top of mind valencianista a la hora de seleccionar a los ídolos que marcaron el título de una generación.
El '17' se marcha siendo uno de los jugadores más queridos por la hinchada y a un precio muy inferior al que muestra su crecimiento vestido de blanquinegro respecto al Coquelin que llegó procedente de Londres. Un futbolista que dejó huella en el valencianismo y en una operación que quedará para la historia negra del Valencia Club de Fútbol.