13 de noviembre / OPINIÓN

Creer en lo imposible

14/12/2021 - 

VALÈNCIA. Hay mucha gente que ya da al Levante por descendido y lo entiendo perfectamente porque es evidente que hay argumentos de sobra para considerarlo. Otra cosa es que comparta ese pensamiento y me vaya a bajar del barco. Es frustrante escribir sobre un equipo que lleva más de ocho meses sin ganar, que ha hecho historia (negativa) al firmar la peor racha de Primera División y que en el horizonte tiene a un Valencia en línea ascendente y con el propósito de hacer más profunda la herida de su vecino. Me da mucha rabia esta situación porque aún sigo creyendo que hay potencial para haber evitado, o por lo menos minimizado, este desastre. Esta realidad desesperante es la consecuencia de una constante pérdida de tiempo con malas decisiones, sobre todo internas, en las que se ha caído en la indecisión, la improvisación y la autocomplaciencia.

Pese al cúmulo de despropósitos, no voy a tirar la toalla y rogaría que nadie se sienta en Segunda por mucho que apenas haya motivos para la esperanza. Aunque no lo parezca y lo que apetezca es asumir el destino más trágico y gastar energía en otras cosas, hay entrenador, equipo y afición para revertir esta situación y obrar el más difícil todavía. Me niego a creer que la temporada haya acabado faltando 21 jornadas y con ello dar por hecho lo que ninguno de los granotas queremos. Para escapar de esta encrucijada, el primer paso es olvidarse del pasado, de todo lo que se ha hecho rematadamente mal y que ha sido muchísimo. No hay un antes ni un después, solamente el partido inmediato, que además es el más especial del calendario: el derbi en Orriols contra el Valencia, aunque antes haya que afrontar la segunda eliminatoria de Copa del Rey.

Me encantaría poner énfasis en los brotes verdes del último disgusto liguero pese a que los números que nos han traído hasta aquí no ayuden a ponderar lo que se hizo bien en Cornellà y que debió ser suficiente para haber frenado la caída libre ante uno de los mejores locales de la competición. Porque es muy complicado hacer una lectura positiva cuando se vuelve a perder. Los 25 encuentros son un lastre demasiado pesado. Hay herramientas, pero el miedo a perder hace mucho tiempo que ha apoderado al primer equipo, gestionando sus emociones de una manera devastadora. Unos futbolistas esclavos de una racha desastrosa que nos está volviendo locos a todos. Si viera a un colectivo que pasa de todo bajaría la persiana, pero es que no es así. Quieren, lo intentan y no les llega. Ante el Espanyol, el Levante hizo muchas cosas bien y terminó cediendo por no cerrar el encuentro en una recta final de primera parte en la que pudo irse 1-3 o 1-4, por sus nervios y por el miedo a tropezar una vez más debido a su debilidad mental y a unos errores individuales impropios del fútbol profesional.

Los jugadores tienen un empastre superlativo en la cabeza y no solamente unos pocos. Deben pensar que la temporada empieza ahora por mucho que la dinámica parezca irreversible. Lo que hace falta es que estos futbolistas confíen en sí mismos y vayan a una. No exijo un milagro. Reclamo profesionalidad, unión, compromiso y cordura en la toma de decisiones dentro y fuera del campo. Y para emprender este reto mayúsculo en el terreno de juego, y salvar la papeleta, necesitamos gente con carácter… y con cabeza. Porque marcar un gol no te da licencia para pegarle un guantazo a un rival y dejar a los tuyos en inferioridad numérica. Pese a la expulsión infantil (y merecida) de Son, el Levante murió de pie ya que acarició el 4-4 en la última acción de Clerc, fruto de la locura en la que se había convertido el cara a cara, aunque ya estaba dando señales de descomposición y agotamiento tras el cuarto zarpazo de los pericos (el del doblete de Puado que no había marcado en Primera), de nuevo por deméritos propios y no por aciertos del oponente. Errores básicos, más graves los individuales que los colectivos, que son una condena partido tras partido con el entrenador que sea.

Alessio Lisci está intentando trabajar a contrarreloj para cambiar la película. Con él al frente en dos partidos, el Levante se ha encontrado más cerca de la victoria que en los siete anteriores con Javi Pereira. Hay que creer y crecer a partir de la primera parte de Cornellà y no me sorprendió ese soberbio rendimiento porque sé que estos jugadores están capacitados de sobra para lograrlo. Una mejoría con balón. Así seguro que el levantinismo estará al lado de su equipo hasta el final. El problema fue que la renta se quedó corta como en Cádiz, cuando Morales tuvo el 0-2, o en casa ante el Madrid, con la acción de Cantero que debió ser el 4-2. Faltó paciencia, cabeza fría, calma y fortaleza. Hubo prisa en verticalizar y un exceso de querer, exponiéndote en exceso y siendo víctimas de una fragilidad defensiva crónica.

Es inevitable que acabe pasando de todo y nada bueno con dinámicas adversas tan largas. Inconscientemente, el jugador ha asumido que el rival le va a dar la vuelta al marcador en cualquier instante. Es increíble que marques tres goles a un Espanyol que en toda la Liga simplemente había encajado cuatro de local y acabes perdiendo. Y unas jornadas atrás, el mismo resultado en el Sánchez Pizjuán tras hacerle otros tres a un Sevilla que había encajado uno en su feudo. Así es imposible dando tantas facilidades. Pese a todo, hay que intentar ver más allá, aunque cueste una barbaridad.

El fútbol le está dando la espalda al Levante, pero ni mucho menos es únicamente una cuestión de suerte. Hay muchos motivos y muchos responsables. Es necesario un ejercicio de autocrítica y que cada uno sea consciente de sus meteduras de pata. Mirar atrás solamente sirve para enquistar un presente agonizante y en el que los golpes duelen cada vez más. Es lo que tenemos. Hay que aceptarlo y corregirlo. Hay que convivir con este panorama desalentador y que afecte lo menos posible. Al margen del desenlace de esta temporada, el Levante arrastra una losa que costará tiempo levantar y que requerirá cambios profundos en todos los sectores de la institución granota.  

Me niego a pensar que no hay ni habrá ‘efecto Alessio’ y me parecería injusto si alguien señala a un técnico que ha reactivado la ilusión, aunque ese añorado primer triunfo se resiste desde el 10 de abril en Ipurua. Esto no se revierte ni en un día ni en un mes, pero lo que no le sobra al Levante es tiempo. Es la última bala y hay que darle mimbres, sin intromisiones. El mercado de invierno está a la vuelta de la esquina como una posible tabla de salvación, pero aún no existe un área deportiva para tomar decisiones de presente y futuro en una primera plantilla con excedente (25 jugadores más Cárdenas y Cantero con ficha de filial). Es muy grave la ausencia de un proyecto y que vaya pasando el tiempo sin una estructura profesional que coja el toro por los cuernos y emprenda una reconstrucción deportiva, que llega tarde, y pase lo que pase en un curso abocado, de momento, al abismo. Y no entro en las cuentas que se presentarán el próximo día 22.

Sin un plan de rescate y engullidos por el amateurismo, el destino está en manos de los que han hecho historia con estas 25 jornadas sin ganar. Lo vuelvo a decir: si alguno no quiere o no cree, que se haga a un lado y no moleste. Hay que sacar galones y coraje. La última derrota ha reabierto el debate en la portería, ha reafirmado que en lateral derecho hay un boquete preocupante (y eso que hay tres efectivos) y que Clerc es defensivamente frágil en la izquierda, que necesitamos la mejor versión de Bardhi y, sobre todo, de Campaña, que Roger ayudó a generar peligro, pero necesita el gol como el comer, que Morales debe tragar su contrariedad por el cambio porque de nada sirve enfadarse, y que Soldado sigue sin aportar soluciones desde el ‘plan B’. No me gustaría estar en la piel de De Frutos después del partidazo que se marcó en tierras catalanas.

Y para agravar el escenario, y después de haber conformado un binomio fiable en el eje de la retaguardia junto a Vezo, Mustafi tendrá que pasar por quirófano y se perderá los tres próximos meses por un esguince de grado III en el ligamento colateral derecho de la rodilla derecha. Si hay refuerzos en el mercado de invierno, no será en forma de central. Sin el alemán, Son, Malsa, ambos sancionados, y Radoja, positivo por COVID, habrá que preparar el duelo vecinal. Por el extra que supone el derbi, otro revés sería una afrenta irreparable para una afición que necesita creer en lo imposible.

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