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análisis | la cantina

Cuarenta años a la carrera y diez años del Circuit 5K

2/02/2024 - 

VALÈNCIA. Mi tío Fernando se acercaba a mi habitación a grito pelado para que fuera abriendo los ojos antes de entrar. Yo tenía 14 o 15 años y a esas horas, a las 9 o las 9.30, uno todavía tenía la capacidad de dormir muchísimo más. Ahora, a mis 54, no recuerdo la última vez que me levanté más tarde de las 10. Han pasado 40 años desde que el hermano de mi padre, que vivía en Alicante, venía a mi casa a despertarme algún sábado para que saliera a correr con él. Estamos hablando de los años 80, de cuando el Maratón Popular de Valencia no había celebrado ni su quinta edición. Era la prehistoria de lo que ahora llaman ‘running’, aunque diría que hasta esa palabreja se ha pasado de moda.

Mi tío venía a por mí porque yo era una pluma larga y ligera que tenía facilidad, y gusto, por correr. Él ya era maratoniano y en aquellos momentos para mí eso era lo mismo que ser un superhéroe. Salíamos del Ensanche y nos desplazábamos hacia el río avanzando al trote por Conde de Altea. El río aún conservaba las trazas del antiguo cauce. Aún no existía el Puente 9 d’Octubre y casi todo el jardín estaba por hacer. Correr por allí era una aventura y había que ir muy atento a los pedruscos, ramas y raíces que podían fastidiarte la carrera.

No era fácil cruzarse con otros corredores. No abundaban. Así que cuando te encontrabas a uno, solías pegarle un grito o él te lo pegaba a ti. Dos raros que se cruzaban. Luego, cuando volvíamos de vuelta, llegando a lo que ahora es el Palau de la Música, que entonces no existía, mi tío apretaba el paso para ver hasta qué ritmo era capaz de aguantarle. Ahí acabábamos. Luego subíamos a la calle, hacíamos unos estiramientos y nos volvíamos caminando y hablando de nuestras cosas. Él aprovechaba ese último tramo para ir convenciéndome de que podía correr un maratón si me lo proponía, y a continuación se ofrecía a hacerme el plan. Pero llegaba a casa y mi madre tumbaba todos los pájaros de mi cabeza.

Aquel viejo cauce acabó convirtiéndose en un jardín, un inmenso parque que, para mí, es lo mejor de la ciudad. He pasado muchas horas allí abajo. Sobre todo cuando, pasados unos años, no más de una década, ya me hice un corredor más en serio y constante. Un joven que salía casi a diario a correr por allí. De madrugada, por la mañana, por la tarde y hasta de noche. Hacia un lado y hacia el otro. Por la derecha y por la izquierda. Al final llegó un momento en el que sabía dónde estaba cada fuente o cada raíz.

Hace años le metieron mano al río porque unos recién llegados querían ordenar el tráfico, especialmente los fines de semana, porque cada vez había más gente haciendo de todo en el jardín del Túria. Al final construyeron un carril, exclusivo para corredores, de cinco kilómetros. Estaba hecho de un material, nos contaron, que absorbía el impacto en cada zancada. Así que lo vimos y nos lanzamos a por él.

Ahora ha cumplido diez años y lo usan los corredores, los ciclistas, los del chucho, los padres con el carrito del bebé, borrachines que se les ha hecho de día y cualquiera que, en una atracción que jamás he alcanzado a comprender, prefiere caminar por allí que por los muchos metros que quedan libres a ambos lados.

El aniversario nos lo ha recordado una especie de organismo o algo así que se llama Valencia Ciudad del Running y que, en realidad, nunca he sabido lo que es. Yo, cuando lo vi, me pareció un poco pretencioso, la verdad. Pero he de reconocer, y ya me da rabia, que fue una idea brillante y, como se ha demostrado en diez años, exitosa. Medio mundo sabe ya que València es la ciudad del running. Y lo sabe porque aquí se organizan tres de las mejores carreras del planeta: el maratón, el medio maratón y el 10K. Pero también porque en esta ciudad corre mucha gente y ese carril, el Circuit 5K, que ahora pasará a llamarse Circuit Valencia Ciudad del Running, es la infraestructura deportiva más usada de València y una de las más utilizadas también en España.

Al frente de esa marca, o ese ala bajo el que se agrupa todo lo que tiene que ver con correr en la ciudad, ha estado siempre (o eso creo) Álex Heras. A Álex yo lo conocía porque era periodista deportivo. Trabajaba en la radio y un día se hartó del fútbol y se cambió de carril. Montó una publicación para corredores porque intuía que ahí podía haber un mercado en auge, y no le falló el olfato, pero aquello no duró mucho porque lo reclutaron de la Fundación Trinidad Alfonso para llevar Valencia Ciudad del Running.

Álex Heras, que siempre ha sido mucho mejor almorzador que corredor, ha ido ganando peso en ese entramado organizativo que forman entre la fundación y mi querida Sociedad Deportiva Correcaminos. Aquel antiguo periodista deportivo es ahora uno de los puntales del maratón y medio maratón, y forma, junto a Juan Botella, el tándem que sostendrá las carreras en el futuro, cuando Paco Borao, el capitán indiscutible, y otros, dejen paso. Heras es un tipo optimista que suele derrochar buen humor. Yo creo que es más fácil trabajar así, con una sonrisa y buen rollo, que con ínfulas y pocas ganas de ayudar. Él, si puede, siempre te va a ayudar. Y eso es algo muy valioso.

Ahora ya queda menos para dar el último paso. Durante años, antes y después del Circuit 5K, los corredores nos frustrábamos un poco cuando, corriendo hacia el este, tenías que darte media vuelta al llegar a la altura de l’Oceanogràfic porque ahí está el ‘muro’, en realidad las vías del tren que impiden que este inmenso jardín conecte con un paseo marítimo -el puerto y el mar están sorprendentemente cerca de ese punto- para completar un recorrido que será un sueño para corredores y paseantes. Los viejos corredores llenos de achaques aún podremos recorrerlo y nos cruzaremos envidiosos con los jóvenes que corren casi sin esfuerzo. Cuarenta años han pasado ya de aquellas primeras carreras con mi tío Fernando. Ojalá todo el mundo siga corriendo dentro de cuarenta años más, cuando yo ya no esté aquí. Larga vida el río.


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