VALÈNCIA. La València futbolística –el cap i casal y su hinterland, como mínimo– vive pendiente de que el decano de nuestro fútbol llegue a la final de Copa. Con sentimientos encontrados. La nación granota, mayoritariamente urbana y capitalina, lo anhela con un ansia indescriptible, lógicamente; muchos otros lo desean, con simpatía por sus conciudadanos granotes; otros, como es normal, alejados ya del paternalismo de antaño, suspiran por la eliminación, cuanto más dolorosa, mejor. Esta broma levantina, piensan muchos que no lo dicen y otros que sí, ha llegado demasiado lejos, con la Copa en particular, y con la consolidación deportiva e institucional de los últimos años en general. Aún como los bares están cerrados. De no ser así estaríamos asistiendo a un brillante encono dialéctico barrio a barrio, barra a barra.
Quien pierda de vista, en todo caso, que tras la noche más negra siempre vuelve a salir el sol y viceversa está perdido. En el fútbol y en la vida. Por eso el levantinismo, en puertas de la final, está demostrando su madurez con una alegría desmedida, con el orgullo del superviviente que ha superado un largo siglo de adversidades y sin sacar pecho en exceso. Sólo lo justo.
El crecimiento sostenido del levantinismo tiene unas coordenadas: gestión económica sensata, reforma de Orriols y construcción de la ciudad deportiva de Natzaret, consolidación y crecimiento de la masa social y seguir en Primera a toda costa. Y un combustible: la ilusión ante el futuro. Llegar a la final de Copa permitiría a ese guion dar un salto enorme, casi inesperado, subir varios peldaños de golpe. Y piensen en lo que representaría ganarla. De repente el primer equipo del Llevant UD, además de celebrar su segundo título estatal, se plantaría en la Supercopa y en Europa. Directamente.
Por todo ello parece recomendable aparcar el comboi copero hasta que finalice el partido de liga ante el Athletic, que el destino ha querido que se dispute en Orriols, justo unos días antes que la vuelta de la semifinal, y centrar toda la atención, de momento, en consolidar la permanencia perpetuando la racha y sumando todo lo que se pueda ante Osasuna, Atlético de Madrid por partida doble y el propio Athletic. Doce puntos en juego para seguir soñando con un presente de color de rosa. Y, ¿por qué no?, con la séptima posición, que este año, si el Llevant pasa a la final y por una de aquellas la pierde, representará, muy posiblemente, plaza europea.