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De perdidos a la B

Por estas cuestiones es absurdo pensar que esto se arregla acudiendo al mercado de enero. Sí, es un buen método, pero para seguir tirando el dinero. Hoy en día el Valencia es una trituradora de futbolistas y no está en condiciones de aportar soporte a ninguna incorporación

20/01/2016 - 

VALENCIA. No le hacen falta muchos motivos al mestallero medio para caer en los brazos del apocalipsis; basta con un período estival de jugadores que no controla en el FIFA o llegar a diciembre descolgado para empezar a preparar con antelación el debate inevitable, el descenso. Pero es cierto que en esta ocasión hay cosas que preocupan, detalles sordos, suelen ser los más ruidosos, que hacen estremecerse hasta al más optimista de la contorná.

Como ver a Mustafi desgañitándose, exigiendo actitud y compostura mientras el resto de jugadores pasan olímpicamente de él y de la situación. Observar -qué buen lugar es ese pegadito a los banquillos- a Neville dando instrucciones que nadie parece atender, o cómo Angulo, de un salto, aparece de repente en la banda pidiéndole a alguien que se cambie de posición, y éste, tarde 20 minutos en ejecutar las ordenes. Cuando ya no hace falta.

El partido del Rayo es un buen ejemplo - hay tantos, pero quedémonos con el último - de la descomposición que está teniendo lugar en la entidad. Este equipo exhibe todos los síntomas de un roster desconectado, que va a su bola; esto es, que juega por impulsos. Y sólo cuando quiere. Carente de pastor, sin ilusión ni objetivos en la vida. Anárquico. Sin química entre ellos. Que empieza a desconfiar de sí mismo y del que tiene al lado.

El verdadero potencial se puede mesurar en esos instantes en los que sí; que a poco tino que se hubiera tenido, hubieran bastado para sacar adelante partidos lamentables, encallados hoy en el empate. Tal vez sea lo único positivo de toda esta situación. Las reacciones tribuneras del Valencia cuentan que sirven para ganar sin haber hecho absolutamente nada durante 85 minutos.

Por estas cuestiones es absurdo pensar que esto se arregla acudiendo al mercado de enero. Sí, es un buen método, pero para seguir tirando el dinero. Hoy en día el Valencia es una trituradora de futbolistas y no está en condiciones de aportar soporte a ninguna incorporación. Sin colectivo es imposible el rendimiento individual. Y aquí ni hay una cosa ni la otra. En ocasiones, siquiera parece haber entrenador.

En todo caso, sin solucionar gran cosa, la ventana invernal debería utilizarse para desintoxicar el vestuario y prescindir de los caballos cojos.

Pero la verdadera preocupación no está ya en ver a un equipo sin rumbo, sino que esa misma sensación la traslade la institución desde las alturas. ¿Quién lidera aquí? Durante este curso se tomaron tantas decisiones erróneas que debió establecerse como dogma continuar dicho camino; por algo se eligió a un director deportivo un mes después de fichar al entrenador. - Un novel en situación de crisis -.

Es como pretender que las grietas del club desaparezcan desempolvando rostros del ayer, otorgándole a piezas de museo dotes curativas. Pues oiga, no. Hace falta que se tomen más en serio esto. Que bajen a la calle, empiecen a expresarse con fluidez de una vez, engorden su agenda y la saquen de un raquítico acto cada cinco meses, que el Valencia parece ausente en su propia ciudad, y sepan qué narices quieren. Entender, además, que un club de verdad no se gestiona como en el Football Manager. El Valencia, en el campo, en la tabla, está como está en todas partes. Se mueve a golpe de impulso. Y eso no es moverse, es estar perdido.

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