Hoy es 6 de octubre
VALÈNCIA. Cada vez que se acerca un partido ante el Real Madrid, el valencianismo vive la semana previa de manera diferente. Históricamente siempre ha sido el rival al que más gustito le ha dado ganar. Una rivalidad que creció durante los 90 y que llegó a su cenit en la década de los 2000 cuando el equipo entrenado por Ranieri primero, por Cúper después y más tarde por Rafa Benítez fue capaz de competir y robarle los títulos. Desde entonces ya no acaba de ser lo mismo. Sobre todo, en la dirección inversa. No diré yo que el Valencia sea un equipo que caiga bien por la capital pero ha dejado de ser uno de esos rivales a batir más allá de la clasificación coyuntural. Incluso tengo la sensación -quizá sea solo la mía- de que a día de hoy la distancia entre ambos clubes es demasiado grande como para que la visita a Valdebebas resulte tan especial. Hoy en día se mira más por sumar cuanto antes los 42 puntos que por el placer de superar al actual campeón de Liga.
Tal vez, esto sea debido también a que los de Mestalla han dejado de contar con ese plus de ambición que antaño tenían. Al menos con esa sensación me quedé tras el pitido final de San Mamés. Pese a haber completado un partido serio, los de Javi Gracia dejaron escapar a un Athletic Club muy cansado, con bajas importantísimas y con la cabeza puesta en las semifinales de la Copa. El domingo, en el Di Stéfano, los de Zidane también contarán con ausencias más que sensibles, llegan de competir el antes de ayer y tienen a la vuelta de la esquina el regreso de la Champions, sin embargo, no noto ese cosquilleo en el cuerpo que me haga pensar que, como ya sucedió en la primera vuelta, el Valencia podrá volver a dar la campanada. Aunque me encantaría equivocarme.
Sin Guillamón, sancionado, y Diakhaby terminándose de recuperar, llegará el turno de Ferro. El portugués se estrenará midiendo sus fuerzas contra los Benzema, Asensio y compañía. Una prueba de fuego ante la que, seguro, necesitará la ayuda y el arropamiento de veteranos en mil batallas como son Paulista y Gayà. Sobre este último me sorprendió un debate -desconozco si ficticio- que se generó en las redes sociales días atrás. Poner en duda al capitán por estar durante un par de encuentros por debajo de su rendimiento habitual resulta mezquino. Tan solo hace falta olisquear por encima de las entrañas del vestuario de Paterna para darse cuenta de la importancia que el de Pedreguer tiene dentro y fuera del campo. Su liderazgo, su empatía o la identificación que permite tener a los hinchas con el equipo...son algunas de las virtudes que convierten al lateral en santo y seña indiscutible.
Pero para discusión y complicada decisión la que tendrá que tomar Gracia en la portería. El irregular rendimiento de Jaume y la vuelta de Cillesen han reabierto el debate. A priori, el holandés aterrizó en el verano de 2019 para ser el heredero de Neto pero nunca lo consiguió. La sombra del brasileño fue demasiado alargada y el internacional orange no colmó las expectativas que de él se esperaban. Apueste por quien apueste habrá críticas pero tengo la sensación de que el peso específico del de Almenara terminará decantando la balanza a su favor en un momento tan delicado de la temporada.
Y si Jaume fue uno de los héroes de la última Copa, no quería ponerle el punto final a este artículo sin confesar que hoy, desde el sofá de mi casa, seré un levantinista más en la competición del KO. Vaya por delante que, pese a que nunca he escondido mis colores, jamás he sentido animadversión hacia el conjunto granota. Más bien todo lo contrario. Contar con el Levante compitiendo de tú a tú entre los grandes y asentado en la Primera División es una maravillosa noticia para el fútbol valenciano. Me gustaría que fueran capaces de dar un zarpazo en San Mamés y rematar la faena el próximo mes en el Ciutat. La afición de Orriols se merece una alegría así. Pero quien especialmente se la ha ganado es Paco López. Solo él y su familia saben todos los obstáculos que ha tenido que superar para vivir una oportunidad como esta. Y para que vean como es el fútbol, tres meses atrás cierta corriente de opinión abogaba por su destitución. Vamos, algo similar a lo que le sucedió a Marcelino -rival esta noche- cuando dirigía al Valencia. Para muchos, todos ellos ahora escondidos, el asturiano tendría que haberse ido en la calle en enero de 2019. Con el título de Copa en la mano el 25 de mayo resultó que esa postura fue un simple fruto de mi imaginación. Ojalá que con Paco se repita la historia.