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tribuna libre / OPINIÓN

Del Valencia CF, ni el polvo

13/01/2022 - 

VALÈNCIA. Daniel Wass quiere dejar el Valencia. Podría pensarse que es lógico, ya que tiene una oferta del Atlético de Madrid, lo que, a sus 32 años, supone una inesperada y golosa oportunidad de subir un escalón en su carrera (no hace tanto, por historia, palmarés, y peso específico dentro del fútbol español, Valencia y Atlético de Madrid podían considerarse equipos de un nivel parejo, pero esos eran otros tiempos).

Aunque no nos engañemos, no es el embrujo de Diego Pablo Simeone ni la perspectiva de jugar en el actual campeón de Liga lo que movilizan al jugador escandinavo en su deseo de cambiar de aires. Hace cinco meses ya se quiso marchar al Olympique de Marsella. Da la impresión de que, en realidad, lo que el rubio centrocampista desea es largarse, lo antes posible y adonde sea. Punto.

El internacional danés es el último en sumarse a una lista de deserciones que no para de crecer desde que Peter Lim decidiera cargarse el proyecto deportivo y social del club justo después de ganar la Copa del Rey. Toda esa temporada y el verano siguiente fueron moviditos y la trituradora se despachó a gusto. Pero cuando parecía que había terminado, los supervivientes tomaron buena nota de lo ocurrido a sus compañeros purgados y obraron en consecuencia. Kondogbia, pese a no figurar en lista negra, removió Roma con Santiago para que le dejaran salir al Atlético de Madrid a cambio de una cantidad irrisoria. Casi tan irrisoria como la que pagó el Manchester City ese mismo verano de 2020 por el canterano Ferrán Torres, que se había negado a renovar.

El mismo camino, pero aun más sangrante, si cabe, teniendo en cuenta las esperanzas que Meriton parecía haber depositado en el jugador, tomó el pasado mes de agosto Kang-in Lee, literalmente, regalado al Mallorca.

En el caso del surcoreano llama, además, poderosamente la atención el destino escogido, un club que, con todos los respetos y admiración hacia el cuadro balear, está por debajo en el escalafón que el inquilino de Mestalla. Por Rodrigo Moreno se sacó dinero, sí, pero lejos de marcharse a un equipo top como durante un tiempo todo hacía indicar (sonaron Barcelona, Real Madrid, Nápoles -al que dio calabazas- o el propio Atleti) prefirió enrolarse en un recién ascendido de la Premier League antes que permanecer en el Valencia.

Desde el punto de vista del aficionado, el empeño que estos jugadores pusieron en forzar su salida a toda costa resulta doloroso, es como una patada al escudo que todos llevamos impreso en el corazón. Y podemos llegar a entender (hasta cierto punto) que se quieran marchar porque les surge la oportunidad de jugar en un equipo de campanillas, pero ¿al Mallorca? ¿Al Leeds? ¿Al Marsella? (aunque hay que reconocer que los franceses tienen más ligas que nosotros y una Champions) ¡Por favor!

En estos casos es cuando suelen salir a relucir aquello de “jugadores mercenarios”, “peseteros”, “desleales” y toda la retahíla de reproches propios del amante despechado. Y es humano que el aficionado se sienta herido. Porque un valencianista de verdad jamás le dará la espalda a su club, por mucho que vengan mal dadas. Ni siquiera en está tenebrosa época de ocupación. Pero, pongámonos por un momento en la piel de los jugadores. ¿Qué pensaríamos cada uno de nosotros en nuestro trabajo si viéramos a los máximos dirigentes de la empresa tratar a nuestros compañeros, jefes y clientes del modo en que los actuales mandatarios han tratado a todo el mundo en el Valencia? Estaríamos echando currículos sin cesar, locos porque nos saliera una oportunidad, por chusca que fuera, para pedir el finiquito y pegar el portazo.

La purga del verano del 20 hizo mucho daño. Porque con ella Singapur no sólo se quitó de encima a unos cuantos jugadores molestos. Se cargó el equipo para los siguientes diez años. De aquellos polvos vienen los actuales lodos.

Desde un punto de vista de la gestión de personas en una empresa, el problema es morrocotudo, ya que no solo resulta difícil atraer talento nuevo, sino que el que ya tenías se te va a la primera ocasión. Ni atraes ni retienes. Al contrario, eres un repelente para los buenos jugadores.

Lo peor es que esto no ha hecho más que empezar. Por delante aguardan las renovaciones de los actuales ‘murciélagos del escudo’: Carlos Soler y José Luis Gayà. Y aunque se quiera transmitir la idea de un cierto optimismo por su condición de ‘gente de la casa’ y se apela a su sentimiento valencianista, también era de la casa Ferrán.

Con su cartel de flamantes internacionales a estos jugadores no les van a faltar buenas ofertas para salir. Y, además, que todo tiene un límite, oiga. Si el sentimiento valencianista -que nadie pone en duda que ambos lo tengan- supone sacarle las castañas de fuego a unos dirigentes no han hecho nada por el club, lo más normal es que les digan: ahí os quedáis. O que se sacudan las botas y, en clave futbolera, parafraseen aquello de San Vicente Ferrer: “De(l) València (CF) no vull ni la pols”

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