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Dos horas y media con Bordalás

8/09/2021 - 

VALÈNCIA. Dos horas y media con Bordalás. Ese fue el tiempo que estuve viendo, atendiendo y participando de algo que, para mí, fue un hecho extraordinario en Paterna. Algo que no veían mis ojos desde hace mucho tiempo: un entrenamiento como dios manda.

Vale sí, ‘es una tontería’ pensaréis muchos y ‘tendría que ser normal’ pensaréis otros pero, en los tiempos que corren, ver una sesión abierta de principio a fin, con intensidad y que encima los jugadores salgan mejores de lo que la empezaron no es tan habitual como parece.

Esfuerzo, garra, fuerza, presión, sacrificio… todo eso presenciamos en la ciudad deportiva en una sesión de entrenamiento abierta que duró más de dos horas y media sin contar el trabajo individual en el gimnasio. Está claro que era una jornada atípica ya que se alargó más de lo normal para dar descanso al día siguiente, pero no tenía nada que ver con lo de los últimos años en Valencia.

Os voy a ser sinceros. Desde Marcelino, no veía nada igual. El año pasado y el anterior –Con Celades y Javi Gracia- estábamos acostumbrados –sobre todo en semanas de parón- a sesiones bunkerizadas de entre 35 y 45 minutos con poca carga física y ligeras correcciones a los futbolistas. Contadas eran las veces que se paraba el juego o se frenaba una acción para dar indicaciones a un futbolista. Y cuando se hacía, no era con la intensidad a la que hemos asistido en esta ocasión. Sí que es cierto que se intentaba llegar más a través del entendimiento, la palabra y psicología pero nada que ver con lo que hay ahora.

Bordalás es ese entrenador insistente, inquieto, observador y de la vieja escuela. No quiero decir antiguo porque en su cuerpo técnico tiene gente muy al día, pero sí del perfil que todos hemos tenido cuando jugábamos a fútbol en nuestra juventud. Los que corrigen detalles que se dan por supuesto que debían conocer todos; los que aprietan hasta que parece que no pueden más pero que consigue ese plus de mejoría que no es accesible de otra forma; los que igual corrigen a un veterano que a un canterano. Una prueba de ello es que raro era el momento que no paraba el juego e incluso apartaba a los jugadores que consideraba que no estaban rindiendo adecuadamente o entendiendo la acción que se llevaba a cabo.

Dos canteranos estaban siendo algo suaves en algunas acciones y es cuando llegó una expresión que fue el leitmotiv del entrenamiento: tocando al rival y forzando el error.

El entrenador alicantino apartó a los dos futbolistas para que aprendieran y ejemplificaran qué se debe y no se debe hacer. Hasta que no entendieron la dinámica no regresaron con sus compañeros. Parece de colegio de primaria, pero es tan básico como efectivo.

A partir de ahí, Bordalás exigió y pidió a los defensores que hubiera contacto a la hora de robar el balón. Presión para intentar llevarse la pelota o forzar un error para que la perdieran. Mientras tanto, a los atacantes les pedía protección. Que pusieran los brazos para generar un espacio y radio de acción que les permitiera girarse o maniobrar con la pelota. Que protegieran el más preciado tesoro que cosechaban en ese momento: el balón.

Sin duda un auténtico espectáculo condimentado con algo de picante por parte de Bordalás: “Vas muy blandito, tocando, que no te supere, vamos chavales, vamos” , “¿Quieres que te llame un taxi para que te lleve?, “Vamos h**** no me digáis que no podéis más, jod***”.

Una presión constate que evitaba situaciones de relax extremo que vivimos el año pasado y el anterior donde los jugadores se quedaban a lanzar penaltis o jugaban entre un ejercicio y otro a darle al larguero. Eso se ha acabado. Y es que creo que jamás he visto sudar tanto a un futbolista de élite como el otro día en Paterna.

Una de las correcciones más llamativas fue la que le hizo a algunos futbolistas del Valencia CF sobre el control de balón: “Tenéis que controlar con el interior y después orientar ese control para ofrecer una salida y buen pase ¿Qué es eso de controlar con la planta del pie? Así se nos escapa, bota o frena la pelota y no podemos movernos. ¿Lo entiendes chaval?”. Me dejó flipado. Fue algo que comentaba con sus ayudantes y les hacía corregir cada vez que lo veía.

¿Os acordáis cuando en Mestalla algún jugador ponía un mal centro por hacer algo y la mandaba al rival o al tercer anfiteatro? Pues también tenía estopa para los que ejecutaban así una asistencia: “No ponemos por poner, para eso me quedo en casa. Mirando y siguiendo –al compañero- y pongo el centro. No poner por poner”. Por fin se escucharon nuestras plegarias, un entrenador que corrige esos malos centros al área.

Skipping antes de iniciar la acción, ejercicios de fuerza durante la jugada, transiciones defensa ataque entre los mismos protagonistas que iniciaban y acababan la jugada, partidillo con diferentes modificaciones….Conclusión: Dos mareos de futbolistas en el entrenamiento y algunos jugadores exhaustos tras el incesante trabajo con más de una decena de ejercicios distintos con sus respectivas variantes. Pero una sensación, la de haber finalizado buenas sensaciones y una tensión constante durante todo el entrene propia de equipos en los que todos quieren jugar. Impensable hace tan solo unos meses.

Cosas básicas que, seguramente los más modernos o doctos en metodología de trabajo quizás tengan algo que decir en contra, pero que para el resto de mortales son síntomas de implicación, acción y reacción. No sé si esto cambiará con el tiempo pero, a día de hoy, es lo que le hacía falta a esta plantilla tan joven. Mano dura, disciplina y compromiso.

Y no nos engañemos, más allá de detalles que puedan quedar para la galería, se nota que hay implicación y trabajo. Interactuación con el futbolista y ganas de querer mejorar. Todos los ingredientes para que las dos horas y media con Bordalás se conviertan en un año repleto de alegrías.

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