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13 de noviembre / OPINIÓN

El adiós que no debió producirse así

7/06/2022 - 

VALÈNCIA. Nunca pensé que iba a escribir estas líneas. Nunca creí que Morales acabaría su historia de esta manera. Porque estaba convencido de que el Comandante sería granota para siempre. Porque es un futbolista distinto. Una especie en extinción. Un tipo que llevaba la bandera de la resistencia allá por donde iba, contra viento y marea. Que se exponía en exceso por su tremenda ascendencia. El impulso necesario, sobre todo, cuando las cosas se torcían. Identificación y pertenencia. Sin embargo, no puedo esconder que me invada una decepción enorme por el relato construido por todos sus protagonistas, por las formas de echar el cierre a un ciclo inolvidable, casi de la misma magnitud que el agradecimiento por todo lo que ha dado el jugador en estos once años. 

Porque el fútbol, injustamente, no tiene memoria y de este adiós van a quedar sus expresiones de fidelidad que han acabado en papel mojado. Ni una, ni dos, ni tres veces sino unas cuantas más y hartándose de repetirlas tras consumarse el fracaso deportivo. Ese deseo de devolver a su Levante a Primera de inmediato que no cumplirá. Porque manifestó que tenía una cuenta pendiente con su gente y ese era el primer paso en la ‘operación regreso’. Me lo creí. Nos lo creímos. Y sigo creyendo que sus lágrimas fueron reales. El ser humano es esclavo de sus palabras y Morales habló más de la cuenta. Estaba convencido de que el dorsal ‘11’ no cambiaría de propietario. Por eso duele más. Porque él había generado esa ilusión que ahora se ha ido por los aires. Ese ha sido su gran error: pensar en aquel instante con el corazón y no con la cabeza.

Os juro que no veía debate. Que por mucho que sabía que estaba detrás el Villarreal, el Betis y otros seis equipos que le permitían seguir entre los mejores, aunque no con tanta fuerza que groguets y verdiblancos, además de dos propuestas desorbitantes de Estados Unidos y México, no me lo imaginaba con otra elástica que no fuera la granota, esa que lució por primera vez con el primer equipo en San Mamés con 27 años. Una explosión tardía y el inicio de una historia que debería quedar para el recuerdo. Ese camino que comenzó de la manera más inesperada ya que no iban a verle a él cuando jugaba en Fuenlabrada sino al central Marcos Mauro. Suena a esas historias idílicas con ese extra de romanticismo que nos gustaría que reinaran más en el fútbol. 

Esto no ha sido una cuestión de pasta o por lo menos no ha sido el factor más determinante. Porque Morales ha dejado escapar unos cuantos trenes, de equipos alucinantes e irrechazables en lo económico, sobre todo la de China con Rafa Benítez de entrenador. Y no hay que olvidar que en el anterior descenso siguió al pie del cañón cuando tuvo la posibilidad de hacer las maletas, pero tanto en aquel verano de 2016, cuando trasladó una oferta de cesión del Eibar para que el Levante le mantuviera el mismo nivel salarial que en Primera, pero con la única intención de devolverlo un año más tarde a la máxima categoría, como en otras ventanas de fichajes. Su salida se entiende desde la perspectiva de la falta de un plan, de un proyecto, de una estructura solvente y estable. Del inmovilismo que reina en Orriols. Porque ahora el presente está condicionado a la obligación de tener que hacer caja por esos 10,4 millones de euros que tanto asfixian. Demasiados palos en las ruedas que no hacen nada de gracia.

El Levante ha hecho ahora lo que ha podido por las consecuencias de los errores acumulados. Incluso tenía la intención de acometer un esfuerzo extra dentro de unos parámetros económicos muy cogidos con pinzas. Ahora pienso si la historia pudo ser diferente si esa última oferta, a la desesperada y sin evaluar muy bien el daño que podría ocasionar a las arcas del club, se hubiera trasladado desde el principio, pillando a Morales en caliente. Porque el Comandante es un tío emocional, de impulsos, de reacciones inesperadas, que se rige por sentimientos que pueden no entenderse. 

Este ha sido el último capítulo de una historia que viene de atrás por una concatenación de errores. Aún le doy vueltas a la cláusula liberatoria en caso de descenso que se acordó en la última renovación y que se tuviera más manga ancha y flexibilidad en otros acuerdos. Hago un matiz: sí que entiendo que se introduzca esa variable por los problemas para aguantar una ficha de Primera en Segunda, pero que se haga a todos los de un rango elevado, con los riesgos que conlleva. 

Aquella negociación dejó muchas cicatrices, en un contexto muy determinado y con el presidente ejerciendo esas responsabilidades deportivas que una y otra vez ha repetido que jamás asumiría, así como en otros momentos de discrepancias donde cada uno usó sus cartas y se tensó demasiado la cuerda. ¡Qué difícil es cerrar los ciclos como Dios manda... una vez más! ¡Qué complicado es construir una hoja de ruta que no deje daños colaterales! Porque en el ‘caso Morales’, siempre que lo ha habido, el sentimiento ha tenido una relevancia mayor que el dinero. Esta vez, el panorama se ha descontrolado en exceso. Nadie puede sentirse que haya salido victorioso y es una pena. 

No pienso que su salida deba compararse con la de cualquier otro porque el Moro es un futbolista fuera de concurso, con esa valoración positiva al margen del resto, como así siempre fue tratado por la grada. Se va un jugador que quedará en la historia del Levante y que va a ser imposible de clonar. Me da muchísima rabia que este relato que se fue edificando con el paso de los años, dentro y fuera de las fronteras de Orriols, con ese cariño especial y merecido, se haya visto desgraciadamente emborronado al terminar pensando con la cabeza en un escenario muy delicado en lo deportivo, económico y social... y, sobre todo, después de asegurar su continuidad públicamente. 

No le culpo por querer marcharse al Villarreal. Entre la incertidumbre que reina a día de hoy en la que siempre será su casa y aceptar su último y mejor contrato en la máxima categoría, disparándose su salario, sin cambiar de vivienda y jugando en Europa es lícito que quiera cambiar de rumbo. Por supuesto que hay mejores formas de hacerlo. Hay letra pequeña y circunstancias que se nos escapan y escaparán, que se quedarán de puertas para dentro y que se callarán los protagonistas por no lanzar leña al fuego. Lo que es incuestionable es que Morales acreditó muchas veces a lo largo de su travesía en el Levante su implicación, lealtad y respeto incuestionable al escudo. Con su marcha, nos quedamos sin ese jugador emblema de club, sin ese eslabón que conecta la afición con el equipo. Y ahora me parece alucinante que en el que ha pasado a ser su último partido oficial en Vallecas le cediera el brazalete de capitán a Coke.

Entre toda esta movida y tras la decepción, el balón no para, hay que seguir y ahí está lo que más me preocupa: el proyecto deportivo con la exigencia de volver a Primera División. Porque habrá que conformar un engranaje de garantías, competitivo y que enganche sin Morales... y sin los que se vayan más porque esto no ha terminado. Un golpe muy duro en la regeneración. Otro suspenso. Más obligación todavía de la que ya hay con muchísimos frentes abiertos. 

Y no olvidemos lo más importante: defenderemos a unos más que otros, tendremos a nuestros protegidos, será necesario contar con referentes que transmitan ilusión, pero lo que siempre debe prevalecer y eso, en mi caso, no cambiará, es el sentimiento al escudo esté o no el que sea. Los únicos que permaneceremos siempre al lado del club somos los que llevamos al Levante muy dentro del corazón, que no entendemos de categorías, técnicos, directivos, jugadores y hasta de Comandantes. Con todo lo vivido y pese a este adiós distorsionado, de corazón… Gracias Morales.

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