opinión

El barco de Celades

2/01/2020 - 

VALÈNCIA. No es que servidor creyese que el cielo se iba a desplomar sobre las cabezas de los valencianistas cuando Peter Lim decidió prescindir de Marcelino, Mateu Alemany y Pablo Longoria, como Astérix y Obélix suelen decir en sus historias mientras aporrean la cabeza de “esos locos romanos”. En cambio, sí tenía la intuición personal de que el cambio, por brusco, traumático e inexplicable, podría acabar afectando al vestuario y por ende, a los resultados del equipo en una fase clave del curso. Nada de eso ha sucedido y como los entrenadores, se llamen Marcelino, Nuno, Benítez o Ranieri, son hijos de los resultados, hemos asistido al milagro de los panes y los peces: el barco de Albert Celades, que se había quedado sin tripulantes, ahora está hasta los topes de creyentes. Suele pasar. Si resultaba justo ponderar que Marcelino había sido pieza clave y máximo responsable de edificar un Valencia competitivo y campeón después de once años, lo es ahora reconocer que Celades está teniendo parte de culpa en la reinvención de un Valencia que, lejos de hundirse por las caprichosas decisiones de Singapur, se ha sostenido, contra viento y marea, clasificándose para octavos de final de la Champions. Un Rubicón que ha cruzado, definitivamente, para dar crédito a un equipo que sostiene al club y para conseguir, matando dos pájaros de un tiro, inyectar pasta en la maltrecha economía de un Valencia que necesita estar entre los mejores para no tener que vender activos. Miel sobre hojuelas para el valencianismo, que entre sobresalto y sobresalto, ha vivido un 2019 único, a caballo entre la magia de un título que unió a la afición y la decepción de unos despidos que pusieron en riesgo la estabilidad de un club con tendencia a la autodestrucción sin motivo.

Los que creíamos que el vestuario quedaría afectado, nos equivocamos. Los que pensamos que, a corto plazo, el equipo no tendría buenos resultados, nos equivocamos. Y los que creíamos que Celades necesitaría un mínimo de cien días para dar con la tecla adecuada, nos equivocamos. Eso es así, porque los resultados mandan y están ahí para verificar que una cosa son las opiniones y otra, muy diferente, los hechos. Así que en estos tiempos que corren de crucifixión en las redes sociales y de reparte carnés de buenos y malos valencianistas, o de malos y peores periodistas, conviene poner el acento donde se debe. Que el fútbol no tiene lógica, es un hecho. Que de fútbol y medicina, todo el mundo opina, es otro. Que Peter Lim metió la pata en el fondo y en las formas, es otro. Que el vestuario ha sido suficientemente maduro como para sostener al club, es otro. Y que los resultados de Celades están siendo más que dignos, es otro. Ninguno tiene discusión. Ahora sólo cabe esperar que el barco mantenga un rumbo estable, que nadie se empeñe en hacerle chocar contra las rocas y que los que toman decisiones no caigan en la tentación de agujerear el casco para convertir un crucero de guerra en el Prestige.

No se ha ganado nada, pero después de una marejada institucional de primer orden, el barco no sólo no se ha hundido, sino que se ha mantenido a flote y parece haber encontrado el rumbo perfecto. A 2020 sólo hay que pedirle algo muy sencillo (o no, quién sabe), que el vestuario y el entrenador sigan trabajando con autonomía, que los que mandan apliquen un poco de sentido común a sus decisiones y que los periodistas, seamos malos o peores, tengamos la sana costumbre de reconocer nuestras equivocaciones. Las opiniones se discuten. Los resultados no. Hace unos meses, el barco de Marcelino estaba hasta los topes y ahora, con el asturiano fuera y con unos resultados positivos, nadie tiene la decencia de seguir en él. Hace unos meses, nadie quería subirse al barco de Celades. Ahora, después de varios resultados, está hasta los topes. Quizá siempre haya tiempo, razones y ganas de subir y bajarse del barco, porque aunque no sea coherente, es humano. O quizá lo más razonable sea comprender que sólo hay un barco, el del Valencia CF, sea el dueño quien sea, sea el entrenador quien sea y sean los jugadores los que sean.  Y de ese no quiere bajarse nadie. 

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