Tan sólo seis días después de que el presidente y máximo accionista del Celta de Vigo, Carlos Mouriño, desvelase en un desayuno informativo con la prensa su deseo de abandonar el cargo, los rumores sobre una posible venta del club se han disparado
VALENCIA. Tan sólo seis días después de que el presidente y máximo accionista del Celta de Vigo, Carlos Mouriño, desvelase en un desayuno informativo con la prensa su deseo de abandonar el cargo, los rumores sobre una posible venta del club se han disparado en la víspera de que el equipo dirigido por Eduardo "Toto" Berizzo debute ante el Standard de Lieja en la Europa League.
Una década después de asumir la presidencia, y a sus 73 años, Mouriño estudia seriamente aceptar alguna de las ofertas que ha recibido en los últimos meses por su paquete accionarial, las principales de un grupo inversor de China y otro de EEUU, según recogen hoy varios periódicos locales.
Mouriño dejaría a sus sucesores un club viable económicamente -hace ocho años la entidad estaba en suspensión de pagos y hoy camina sin deuda y con un presupuesto que supera los 55 millones de euros- y deportivamente disputando la Primera División y la Europa League, al igual que cuando él asumió la presidencia.
A eso habría que añadirle que el Celta estrenará a principios del próximo año su nueva sede, situada en un emblemático edificio del centro de Vigo y por el que pagó al Círculo Mercantil alrededor de cinco millones de euros, y se encuentra inmerso en la remodelación del estadio municipal de Balaídos.
Carlos Mouriño, que hizo fortuna en México, donde cuenta con un conglomerado empresarial que dirigen sus hijos, se convirtió en el máximo accionista del conjunto vigués en mayo de 2006 al adquirir el 39,84 por ciento de las acciones que hasta ese momento poseía el entonces presidente Horacio Gómez.
El descenso deportivo a Segunda División esa misma temporada, lo que redujo notablemente los ingresos televisivos, y la elevada deuda de la entidad -cercana a los 85 millones de euros- obligaron a la directiva presidida por Mouriño a solicitar el concurso de acreedores en junio de 2008, del que saldría un año después.
Tanto el presidente, a través de la sociedad Grupo Corporativo GES, como la entidad financiera Caixanova -ahora Abanca- aprovecharon dicho proceso para capitalizar el dinero que el club les adeudaba, 2?8 millones en el caso del presidente y 5,5 en el de la antigua caja de ahorros.
Con el equipo inmerso en una profunda crisis deportiva, en la asamblea de accionistas de diciembre de 2009, el presidente Carlos Mouriño amplió su poder en el club al aprobar su junta directiva una drástica reducción de capital de un 83 por ciento -pasó de los 22,6 millones de euros tras la capitalización a 3,7 tras la reducción- .
Tras ese movimiento, llevado al juzgado por el grupo liderado por el ex futbolista argentino Diego Placente, Mouriño se mantuvo como accionista pero con sólo el 26,72 por ciento, porcentaje que acabaría ampliando hasta el 51,29 en mayo de 2014 tras comprarle a Abanca sus acciones por una cantidad que rondó los 5,5 millones de euros.
Asimismo, el presidente concedió dos créditos al Celta a través de sus empresas por valor de 8,1 millones de euros. En 2015 se estableció un plan de pagos para este crédito que contemplaba, por un lado, que se destinara a su pago el 20 por ciento de los beneficios por la venta de jugadores.
Y la otra medida que se adoptó fue que el conglomerado empresarial de Mouriño recibiese el 15 por ciento de "cualquier exceso" de 34.000.000 euros correspondiente a la suma de las partidas tipificadas como "cifra de negocios" y "otros ingresos", según se recoge en la memoria económica del club.
No obstante, en su última comparecencia ante los medios de comunicación, el presidente anunció que le planteó a sus hijos la posibilidad de dejar sin efecto esa deuda capitalizándola a través de una nueva ampliación de capital, con lo que aumentaría aún más su poder en el club.