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El derbi valenciano... y el de Belgrado

22/12/2021 - 

VALÈNCIA. El Levante tiene muchas cosas de las que preocuparse. Unas cuentas tambaleantes que aprobar esta misma tarde, un milagro que obrar para evitar un descenso a Segunda virtualmente consumado en diciembre, una dirección deportiva que contratar para sacar a José Luis Sancho y Juan Luis Mora del verdadero marrón tras la escabechina, 'pescar' algo en el mercado de fichajes de invierno con quien sea que termine liderando al club en materia de incorporaciones, sacar del vestuario a algunas piezas viciadas, ganar por fin un partido aunque sea por mero orgullo... Demasiados asuntos que solucionar en Orriols como para que el gesto de un jugador serbio, que poco o nada sabe sobre el derbi valenciano, invada el más mínimo de los minutos o las líneas de los informativos granotas. Racic no se comportó, Bordalás reprobó su actitud y la criticó elegantemente en sala de prensa, Alessio defendió su territorio... y cada uno a su casa, y Dios en la de todos. 

Sin embargo, la tangana provocada por los aspavientos del centrocampista del Valencia parece no haber quedado en anécdota. Supongo que hay que buscar razones en que este es un derbi históricamente flácido y a alguno, como quizá a Racic, le apetece que se convierta en un Partizán - Estrella Roja de Belgrado. El entrenador del Levante se metió en la melé del final del partido, se encaró con jugadores y advirtió al serbio aquello de 'not in my house'. Después, salió a dar la cara para explicar cómo es posible que su equipo marque tres goles por partido y solo dibuje roscos en su casillero, y como es obvio volvió a defender al escudo que le da de comer cuando fue preguntado por el famoso episodio. "Racic es un niño que no ha sabido ganar", dijo para la sorpresa de algunos que, ya nos contarán cómo, quieren hacer ver que aquellos gestos simplemente forman parte del fútbol. Del de aquí, y no del de Belgrado. 

Una de las máximas del balompié reza que lo que pasa en el campo, se queda en el campo, pero Alessio tenía más razón que un santo. Y había que dejarlo claro. Todavía más con las palabras de Bordalás, que fue un señor al no huir del látigo a su pupilo, y el resto de la plantilla del Valencia, que al parecer ya sabía cómo se las gastaba su compañero. Racic fue de los primeros en salir de la caseta tras el choque y después emitió una disculpa que, aunque suma, no borra el daño ya hecho. A la afición del Levante, por supuesto, y a su propia imagen. Tampoco Soldado esquiva la crítica como maestro de incendios, pero esta vez el acto en defensa propia pasa un plumero por su responsabilidad en los acontecimientos. Poco que decir, en realidad, del delantero en esta historia. Sin las provocaciones ni el derbi de barras bravas que posiblemente se había imaginado Racic, quizá el partido hubiese terminado solo con lágrimas de tristeza y no de rabia. Pero si lo quieren añadir a la sentencia, más por su historial tras salir de Mestalla que por lo del lunes, bienvenido sea Soldado a esta columna.

El que seguro no puede estar en ese foco es el entrenador del Levante. Lo mejor que le pasa ahora mismo al club, dicho sea de paso. Un técnico que hace autocrítica pública, que repasa el fútbol como pocos y que conoce la casa. Tiene que empezar a ganar, eso sí, nadie se libra del petardo en el trasero por mucho que la versión del equipo sea distinta. El deporte va de victorias, pero ese programa ya está hecho. El caso es que Alessio, como buen italiano, no hizo más que sacar los dientes y tirar de orgullo para defender a su Levante. "Nosotros también somos un gran club y se nos tiene que respetar", apuntó en un ademán de amor propio. Como muchos de los que muestra durante los encuentros: las arengas a la grada al estilo Simeone, el no mirar en los penaltis, las protestas a casi todo como si le fuera la vida, las broncas a sus delanteros por una presión alta mal tejida o el conato de celebración de los goles antes de continuar ensimismado en su pizarra mental. Que defiendan al Levante como hace Alessio. A este club le hace falta.

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