VALÈNCIA. En estas líneas he escrito en más de una ocasión que el levantinista no le pide Europa al equipo como objetivo una vez que ha amarrado su billete (virtualmente todavía) para la próxima temporada en la máxima categoría. Lo que le reclama es que no transmita la sensación de que ya no hay retos en los que creer (los 50 puntos y acabar por delante del Valencia en la tabla por primera vez en la historia son las grandes aspiraciones por las que luchar) y poder sentir cuando acabe la temporada que los suyos lo han dado todo, que han ambicionado hasta la última jornada, sobreponiéndose a un montón de adversidades. Porque la pereza, la desgana, la falta de intensidad, la actitud o como lo queráis llamar se castiga, no se concibe en el ideario de un profesional y genera un grado de desafección con el aficionado que oscurece rápidamente cualquier hito conseguido anteriormente.
Paco ha pregonado a los cuatro vientos (y lo seguirá haciendo) que el equipo no va a dejarse llevar, que cada partido es una final, aunque afortunadamente no son a vida a muerte porque esa tranquilidad sí se la han ganado. No entiendo frenar y dejar de mirar al frente. Hay que seguir pese a tener los deberes obligados hechos siendo novenos y con 38 puntos para no despeñarse en la clasificación y caer por debajo del Top Ten. Es una lástima que apenas haya motivos por los que sonreír desde la Copa del Rey: la victoria en el derbi y poquito más. Y, lo que me parece aún peor, es que en vez de hacer autocrítica después de un 1-5, se opta por recordar lo conseguido para argumentar un manotazo de esta magnitud cuando el fútbol no tiene memoria y del pasado no se vive. Con cinco goles en el zurrón, por mucha valentía que se quiera vender, lo último que uno quiere escuchar es que el equipo se ha ganado el derecho a patinar de esta manera por un plan que salió rana. Me preocupa y mucho si el vestuario al unísono piensa así, estaría en otra dimensión. Me transmite un tufo de acomodamiento que si es real y no se extirpa convertirá lo que queda en un travesía aún más desconcertante.
El Villarreal no te pinta la cara únicamente por ser valiente. Una cosa es arriesgar y otra olvidarse de defender y facilitar al Submarino a moverse a sus anchas con todo el arsenal que tiene para hacer estragos a cualquiera que se le ponga por delante. Ni fue solamente una cuestión de efectividad ‘grogueta’. El Levante facilitó la victoria por la forma que saltó a escena: paseando, defendiendo con la mirada y exponiendo a más de un jugador que quedó retratado (Clerc, Duarte y Aitor por los cinco goles que encajó y que nada pudo hacer en ninguno). Un suspenso en las ayudas, sobre todo en ese lapsus en el arranque que condicionó el resto del cara a cara. Y no pido la intensidad de ese equipo que se dejó la vida por el pase a la final de la Copa, pero sí una versión compacta acorde con que de puertas para dentro se había hablado de la posibilidad de acercarse a la zona de honor, de engancharse a Europa o por lo menos meter miedo, además tras la derrota de la Real Sociedad, que el Betis se había dejado dos puntos ante el Valencia y la posibilidad de acercarse a cinco puntos del conjunto de Emery. Ese atrevimiento, esa presión en bloque alto, se empezó a ver tras el 0-2 antes del cuarto de hora y el partido se iluminó gracias al error de Coquelin que aprovechó Malsa para recortar distancias.
Ante el Villarreal pasaron un montón de cosas. Lo más evidente es que delante se exhibió un equipo superior, que tenía grabada a fuego la eliminación en la Copa del Rey y quiso tomarse su particular revancha y que apenas mostró daños colaterales del desgaste de la clasificación a las semifinales de la Europa League. Un rival al que si no le presionas y le dejas pensar te hace polvo. Una derrota con un carrusel de errores: un mal inicio, el 1-3 antes de los cambios, la roja directa que no vio y mereció Coquelin, los dos goles encajados en propia puerta (el de Vezo en el primer balón que tocó), los fallos en las marcas, la intención en la presión, la masacre posterior hasta la manita final, la amarilla que vio Clerc que le impedirá estar mañana ante el Sevilla. Muchas facilidades. Nadie tuvo el día. Lo más contundente del Levante fue la entrada involuntaria de Doukouré al colegiado.
“Aquel día fue un milagro ganar. Lo pensé en su día y ahora me han dado la razón”. Es una pena recibir mensajes de este tipo y que se pueda sentir así esta decepción. No me gustaría que aquel momento de éxtasis que supuso el golazo de Roger en el último instante de la segunda parte de la prórroga desaparezca. No creo que suceda. Esta afirmación en el WhatsApp es de un aficionado de a pie, de los que sufren, que no tiene redes sociales (lo digo porque desde dentro se está muy pendiente de los que se expone por esta vía), que no es indulgente con las muestras de relajación y conformismo, y que si el equipo da la talla y se lo deja todo aplaude hasta los disgustos, sea el rival que sea. Que el jugador se ponga en la piel del seguidor cuando sufre derrotas de este impacto y compruebe lo que se siente, lo que escuece. Y es igual que sea frente al Villarreal o contra un Huesca que también destapó las vergüenzas porque las señales son muy parecidas.
La derrota me dejó peor cuerpo a posteriori que a medida que el Villarreal iba ampliando la renta y consolidando su momento dulce a las puertas de su histórica cita continental ante el Arsenal. ¿Era el momento de ser valientes cuando la parcela ofensiva no funciona y en la retaguardia habías dado un pasito al frente en casa del Eibar? Es que además el planteamiento de Copa fue diferente, desesperando al Submarino… y también con esa pizca de suerte necesaria. Es cierto que aquel escenario era diferente por el estado físico y de ánimo de ambas plantillas. Paco no es de sacar los colores en rueda de prensa (y me parece correcto), pero espero que en las entrañas del vestuario haya insistido a la plantilla en la necesidad de apretar hasta el final o por lo menos aparentar que no hayas empezado ya las vacaciones.
Del discurso del míster compro lo de la diferencia presupuestaria, que el Villarreal tiene al mejor jugador nacional en estos momentos y de los mejores de Europa (Gerard Moreno) y, sobre todo, la acumulación de contratiempos físicos; el último con el golpe anímico que ha supuesto un nuevo frenazo en Campaña. ¿Cuándo volverá el internacional andaluz? No tengo ni idea… en 72 horas se ha pasado de confirmar una nueva lesión, que entraría de nuevo en quirófano y que la recuperación sería aún más larga a que “no hay lesión en el tendón”, descartando intervención e iniciando un tratamiento conservador. Es nombrar al ‘24’, al centrocampista sevillano, y acordarme de que cada vez está más cerca la obligación de hacer caja por valor de 16,5 millones de euros. Que cada uno extraiga las conclusiones que considere oportunas.
Este parte de guerra que no ha dado tregua durante toda la temporada evidencia las fugas en la confección de la plantilla a la hora de subsanar carencias clave cuando la estructura se ha visto mermada en exceso por las ausencias prolongadas o los momentos en flecha roja, con o sin balón, que señalan a varios jugadores, sobre todo ahora a Morales. Por su relevancia, por su condición de capitán, su caso llama más la atención, pero la lista no se reduce al Comandante. O que Roger Martí esté jugando entre algodones (o lesionado, no hay problema en afirmarlo) refleja la confianza que existe en Dani Gómez y, sobre todo, en Sergio León. Sin el ‘Pistolero’, no hay alternativa de garantías. Como Paco, toco madera para que la enfermería no se llene más en las siete jornadas que restan.
Cada uno vive el levantinismo como quiere. No me cansaré de repetir que no eres ni más ni menos granota por exponer lo que piensas, por ese grado de crítica, pero siempre con un propósito constructivo. Lo que a todos nos pone de acuerdo es ver a los nuestros entregar todo lo que tienen, sabiendo de dónde venimos y lo trascendental que es formar parte del grupo de los mejores en un fútbol que amenaza con explotar por la llegada de la Superliga. Está claro que puede dar la impresión de que este Levante puede estar más arriba debido a esa montaña rusa, a esa irregularidad mostrada en algunos tramo de la competición. El día a día prima en estos momentos. El cortroplacismo. La valoración más justa se hará cuando acabe la temporada. En manos de los jugadores, de Paco y de su cuerpo técnico está acabar con la mejor nota… y si es posible por delante del vecino.