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El desafecto

18/05/2021 - 

VALÈNCIA. Había público en Mestalla. Lo había, poco más de 2.600 personas, pero qué valientes, qué voz unánime supieron darle al estadio, qué ánimos al equipo, qué portazo en la cara a Meriton Propietario Holdigns. Ni el precio, ni el sol de justicia, ni la soledad a los costados, ni la sensación de que ser aficionado hoy en día parece un castigo difícil de asumir…nada de esto paró a unos y unas valencianistas que llenaron Mestalla en señal de protesta. Y no lo digo con sorna: lo llenaron, porque se les oía a cada minuto, porque con sus cánticos nos sentimos todas y todos representados y nos llenaron de orgullo a quienes, por un motivo u otro, no estuvimos allí.

Lo vivido el pasado domingo es un ejemplo de cómo está la relación entre los aficionados (auténtico patrimonio del club) y la propiedad. Hoy en día se habla de la desafección de la gente con el fútbol y ¿a quién le extraña? Veamos algunos casos, que en cierto modo afectan al Valencia CF, y en otros casos no, porque este equipo está muy lejos de la élite europea.

El primero de los motivos: cada vez se están agudizando las distancias entre clubes, de tal modo que fortunas propias de estados entran, distorsionan el mercado y fuera. Los clubes pequeños solo pueden aspirar a una buena venta, ni tan siquiera a una sobresaliente venta, porque el jugador, a poco que apriete, se marchará por un buen pellizco, pero no por un gran bocado. No hay una competitividad evidente y los más grandes ganan con excesiva facilidad, mientras que los más pequeños se van encogiendo cada vez más. Esto no es nuevo en ligas menores, hacia donde se ha abocado ya el campeonato español, pero se está haciendo a nivel global: los delanteros marcan 40 goles al año, los equipos ganan ligas con diferencias importantes, etc. Y al año siguiente comprarán cinco o seis que los harán más grandes todavía. El que gana, se aburre de ganar de esta manera, mientras que el que pierde asiduamente se aburre de hacerlo. Ahora solo hay algo de chispa cuando el que debería estar ganando siempre, no lo hace. Entonces ahí hacemos varios programas o reportajes monográficos, repetitivos, aburridos al final, si no le ponemos cuatro gritos, dos bailes y un par de insultos. Sea del medio que sea.

El segundo de los motivos: muchos empresarios de zona media han entrado en el fútbol a hacer negocio, como ya dejó bien claro Peter Lim. El aficionado se siente parte de ese chanchullo capitalista, que le sigue exprimiendo incluso en algo tan pasional y emocional como es el fútbol. Es decir, que la empresa es mía, me la he comprado yo, pero a ver si me la mantienes tú, aficionadito, poniéndote entradas a un precio alto, las camisetas cada día más caras, cobrando todo cada día más caro y así…y luego ni tan siquiera protestes, porque te puedo hacer callar, o llamarte racista o bloquearte o dejarte sin voz, como en las redes sociales. Cuando se piensa que el dinero lo dignifica todo y que con él uno se puede permitir el lujo de todo esto, es que tenemos un problema de base. Es normal que exista distanciamiento con el aficionado de calle, porque ve que solo se le utiliza para el bussines, y poco más: nunca hay detalles para ellos y ellas, salvo si eres un club modesto que entiendes que debes preservar a ese pequeño bloque de seguidores y seguidoras que tienes. Ahí sí se cuidan los detalles. En un club como el Valencia CF, que han empequeñecido tanto, quizá sería la hora de hacerlo, pero ni cuando el destino se lo pone de maravilla son capaces de pensar en la gente.

El tercero de los motivos: llevo mucho tiempo advirtiendo la distancia que se está generando entre los futbolistas, el club y los aficionados. Ahora mismo, si un niño quiere ir a ver entrenar a su equipo, hacerse fotos y cazar un autógrafo, es una odisea. Y lo peor, es que el máximo gesto que hacen los futbolistas es parar con el coche, bajar la ventanilla y hacer una pequeña muesca-sonrisa que al menos no resulte desagradable. No hace tanto, jugadores como Ricardo Costa, por ejemplo, bajaba del coche, se paraba a hablar con unos y otros, se hacían mil fotos…no hace tanto, creedme. Y pongo este ejemplo porque yo lo he vivido en primera persona: frente a él, algunos compañeros ya no hacían ni el mínimo gesto. Eran otros tiempos, sí, no tan lejanos, por eso he puesto este ejemplo. Si me voy a la época de los Arias, Giner, Quique, Fernando, y compañía…ya ni te cuento. Y lo mismo me pasa con jugadores de otros equipos, con los que era fácil hasta conversar en muchos casos. Esto se ha desnaturalizado, llevando a los futbolistas a un nivel de endiosamiento muy peligroso para ellos, porque detrás de esa cortina de humo, no hay nada. Y por mucho que se lo digamos es difícil que lo vean por sí mismos. Esa distancia, ese espacio cada vez mayor, ese ver cómo la gente está fuera esperando horas y luego pasan con el coche (lo de los jugadores del Madrid aún es más sangrante) y aceleran…eso distancia a la gente de los campos y del fútbol.

Este deporte ha perdido su encanto, su conexión con la gente. Los estadios vacíos no es solo cosa de una pandemia, que también. Llenarlos a lo mejor es por un motivo de enfrentamiento. Eso es lo triste de todo esto. Malos dirigentes, malas políticas, malas decisiones…de eso va la desafección.

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