13 de noviembre / OPINIÓN

El examen  

31/05/2022 - 

VALÈNCIA. Que el examen del 6 de junio pueda ser realmente la prueba de fuego a la gestión de Quico Catalán me genera desconfianza. Ese paso adelante de “saber si el levantinismo quiere que siga de presidente” que el 4 de enero, un día después de la deshora en Villarreal y cerrar una primera vuelta sin una victoria, avanzó en rueda de prensa para el final de temporada, aunque sin detallar cómo sería su evaluación. La pelota está en el tejado de los patronos. Me resulta imposible creer que los ‘examinadores’ puedan extraer una valoración lo suficientemente objetiva en todos los ámbitos del club para dictar sentencia y establecer unas bases para corregir los errores y no volver a cometerlos de cara a un proyecto con demasiadas obligaciones. Hay evidentes lazos de unión entre el Consejo y los miembros del Patronato de la tenedora de la mayoría de las acciones.

El foro para este examen no debe reducirse a esa fecha activada tras la reunión de la Comisión Ejecutiva de la Fundación porque su representatividad y legitimidad está en cuestión desde hace tiempo. La solución más lógica, como Quico hizo derivando su continuidad a la poseedora del mayor paquete accionarial, sería trasladar este análisis a una Junta General de Accionistas, que la propia Fundación se abstuviera en la votación y luego ya se vería el resultado definitivo. Todo ello en un escenario de intercambio de posicionamientos y, sobre todo, de la explicación de un plan de futuro por parte del club. Estoy seguro de que los propios patronos entienden que esta es la vía más democrática.

Lo que vislumbro desde los que mandan es que todo está bien y no hay que cambiar nada. La dichosa autocomplaciencia. O esa coraza que emerge cada vez que aparece un espíritu crítico, que eso no significa ir contra nadie. Porque hay argumentos más que suficientes para, por lo menos, pensar que hay que replantearse cosas. Es necesario un análisis interno profundo, un ejercicio de autocrítica, de destripar todas las meteduras de pata, asumirlas, reconocerlas sin excusas y enmendarlas para recuperar rápidamente el terreno que se ha perdido. 

Entiendo la decepción de Levante Somos Todos al no ser tenidos en cuenta sus planteamientos. En ningún momento fueron trasladados en términos absolutos ni con un pretexto autoritario y, sobre todo, porque lo que se persigue es construir un Levante mejor entre todos. Si se reclama, por ejemplo, transparencia es porque hay quiénes lo requieren y no son cuatro gatos. O si en la propuesta de renovar las caras del Consejo de Administración, con integrantes levantinistas independientes, el argumento sea que se hará cuando lo obligue la nueva Ley del Deporte, ya solamente faltaría que no imperara la legalidad. Y tampoco entiendo que no hubiera respuesta a uno de los debates más extendidos: el régimen de incompatibilidades entre patronos y consejeros. 

La situación obliga a reaccionar. La estabilidad que se quiere vender no es real y el riesgo a que las cosas puedan ir a peor existe. El Levante ha bajado a Segunda División, arrastra un déficit de 23,2 millones de euros, tendrá un boquete económico de ingresos por el descenso (sobre todo los derechos de televisión que pasarán de 50 millones a 10), aunque en esta primera temporada se aliviará por el fondo de compensación (cerca de 18) que tienen los equipos que bajan de categoría, y antes del 30 de junio, Felipe Miñambres tiene que acometer ventas por 10,4 ‘kilos’ para cuadrar números. Si la pelotita no entra, veremos lo que sucede. Decía el propio Felipe que si piensa desde el principio en la necesidad de regresar de inmediato a Primera División se deprime, pero es que esa exigencia está ahí por mucho que intente ocultarla. 

Me cuesta vislumbrar con claridad y confianza los pasos a seguir después de una campaña para el olvido. Aunque suene extraño, creo que este Consejo puede tomar las riendas de la reconstrucción, pero debe unir al levantinismo, que lo escuche y no por compromiso. Porque el granota militante necesita sentirse más representado. Quico dijo en 2016 en una entrevista que para él era una prioridad que en tres años las acciones de la Fundación pasaran a manos de los levantinistas. Estamos en 2022, con la situación económica, deportiva y social pendiendo de un hilo y sin margen para más tropezones, y la realidad va abocada a que este escenario de control de la Fundación de las acciones del Levante se prolongue más tiempo, con esas particularidades que ponen en jaque su legitimidad. Y ojo que respeto que pueda haber quiénes piensen que estamos bien así. No quiero cambiar la opinión de nadie, pero es que creo que, como en todo, siempre hay un término medio, un punto que pueda unir a todas las partes hacia un objetivo común. Porque esto no es un conmigo o contra mí. Hay que ir de la mano. 

Inicialmente pensaba que el verdadero examen de Quico sería el de la grada, el del Ciutat desde aquel principio de año en el que dio ese paso y se puso en el punto de mira. Sin embargo, apenas hubo un sentimiento de contrariedad a la gestión. También es verdad que la afición, a su vez anestesiada por todo lo sufrido, entendió que debía focalizar sus esfuerzos en ayudar al equipo en la pelea por un milagro deportivo que desgraciadamente no se produjo. Repito que cada uno es libre de expresar, con respeto, sus sentimientos como considere. Así como que haya dudas sobre quién podría venir después, si hay alguien que pueda tomar las riendas del Levante si Quico Catalán acabara suspendiendo. En el mundo del fútbol, nadie debería perpetuarse para siempre. De pequeñito me enseñaron que querer y respetar a un club y todo lo que rodea (por supuesto que con sus críticas cuando haya que hacerlas porque también suman) va mucho más allá de la categoría en la que estés, de jugadores, de entrenadores, de directores deportivos y, sobre todo, de directivos. 

Y Felipe Miñambres también tiene su particular examen. Aunque nos duela y preocupe, la realidad actual es la que es: un escenario muy condicionado por la necesidad de liberarse del yugo económico de los 10,4 millones de euros y ahí, salvo Morales y Pepelu, con ofertas de renovación sobre la mesa, todos están en el mercado. Más incluso que la elección del entrenado, esa es la principal preocupación del director deportivo astorgano, que cada vez tengo más claro que cuando llegó hace tres meses y pico no pensaba que el empastre era de tal magnitud. Por esas cosas y unas cuantas más, era evidente que se diera al Levante por muerto. 

Para superar esta primera pantalla hay que hacer caja, no a cualquier precio, aunque me cuesta una barbaridad creer que se pueda ajustar este déficit tan fácilmente. La prioridad es la ‘operación salida’ y ahí está claro que los equipos juegan con la debilidad del Levante por el descenso. Irán de rebajas. Habrá que tomar decisiones dolorosas. Muchos esperábamos que Miñambres dibujara en su última comparecencia un escenario al que aferrarse con fuerza y empezar a construir la tan necesaria regeneración. No buscó en su discurso generar ilusión porque desgraciadamente, de momento, no la hay. Seguro que esto cambiará. Creo en la capacidad de Felipe para edificar un proyecto competitivo y ganador. En la segunda pantalla hay una premisa importantísima: que estén los que se sientan preparados para bajar al barro y competir en una categoría particular y con muchos focos sobre un Levante que será el rival a batir.