VALÈNCIA. El mes de las negativas. Esa ha sido la tónica en el Levante durante el mercado de fichajes de enero: la del "no" a vestir la azulgrana. El club de Orriols siguió desde el principio la filosofía de no incorporar a ningún futbolista a la plantilla que no elevara su nivel. El asunto del central, sin embargo, fue por otros derroteros: era necesaria la ayuda de un nuevo zaguero por el nivel mostrado y por las lesiones. Llegó Martín Cáceres, el jugador que, habiendo rescindido su contrato con el Cagliari, mayor predisposición mostró para llegar al Ciutat. Antes, otros futuribles habían desechado la posibilidad de firmar por el conjunto que entrena Alessio Lisci.
Sin Área Deportiva -es el nuevo frente Quico Catalán una vez cerrada la persiana del mercado-, el Levante inició el mes de traspasos con el propio presidente como figura negociadora, con Juan Luis Mora y José Luis Sancho en la dirección deportiva en funciones y con un papel especialmente relevante del cuerpo técnico, que tal y como explicó Alessio también se ha encargado de peinar el mercado y debatir alternativas. Y a partir de ahí, los noes: Álvaro González echó el freno de mano ante la deriva deportiva del equipo; Luis Abram tampoco lo vio claro y acabó marchándose cedido a Cruz Azul desde Granada; Simon Deli dio el 'ok' pero su club estiró y rompió la cuerda y, entre otras opciones sondeadas, se acabó muriendo en Cáceres. El uruguayo ayudará a frenar la sangría defensiva, pero fue la última de las balas disparadas tras ofrecimiento.
Eso sí, donde el Levante recibió la negativa más clara no fue en el fichaje del central, sino en el jugador de ataque que finalmente acabó brilando por su ausencia. En Orriols se vio con muy buenos ojos el truque Vallejo-Malsa. Primero, para desprenderse del pivote internacional por Martinica, parte del overbooking en la medular y con clara pérdida de protagonismo en el engranaje de Alessio. Después, para aprovechar su baja incorporando a la pieza de ataque que figuró desde el inicio como segunda pieza prioritaria en el mercado. El gaditano, tras existir acuerdo entre clubes, dio la espalda al Ciutat igual que había hecho una semana antes al declinar, a última hora, su marcha traspasado al Wuhan.
Aún así, el escollo principal residió en las salidas por imperativo legal más que deportivo: no hubo fichas disponibles de primera plantilla hasta que no se logró cerrar la cesión de Pablo Martínez al Huesca. La del centrocampista fue la opción más sencilla de activar: levantó mucho interés en Segunda División y, en su caso, tuvo facilidad para escoger entre un abanico amplio de posibilidades en la categoría de plata del fútbol nacional.
Más tardía, por contra, fue la salida de un Álex Blesa que, abocado a salir en enero por la competencia en la medular y tras no haberlo podido hacer en verano, trató de apurar el mes para escoger la mejor de las opciones. El canterano quiso buscarse hueco también en Segunda. Y allí aglutinó intereses, pero ninguno llegó a erigirse como pretendiente claro de Blesa para incorporarlo a préstamo y sin opción a la propiedad. El Levante, al igual que ocurrió con Pepelu en agosto, no quiere dejar marchar al que ha sido una de las perlas emergentes de la cantera granota y líder en Juvenil y Atlético Levante. Blesa acabó aterrizando en Primera RFEF, en el Castellón, que asume un porcentaje de su ficha, no la totalidad.
Fueron finalmente las dos únicas bajas del Levante pese a plantearse rescisiones, por un lado, y albergar posibilidades para salidas de otros futbolistas, por otro. Y es que al tiempo que se peinaba el mercado en busca de un atacante con el seguimiento de la decisión de Manu Vallejo y el vaivén del Valencia con el Alavés desde las oficinas del Ciutat, el nombre de Dani Gómez siguió sonando en Segunda División, donde el madrileño guarda varias novias. También se contempló la salida de Malsa sin necesidad del trueque que Vallejo había roto días antes, pero se pretendió que fuese en calidad de traspaso. O, al menos, con garantías de cobro a final de temporada. Por su parte, y pese a esperar hasta el último día para decidir sobre ello, no se ejecutó la rescisión de Nikola Vukcevic. En el club se planteó la posibilidad si no se era capaz de colocarlo en otro club, pues se prefería evitar la vía 'corte de contrato', que igualmente tocaba económicamente las arcas del club aun reduciendo masa salarial. Nadie llegó y no hubo motivos de fuerza mayor para rescindir al montengrino.