VALÈNCIA. Una de mis escenas favoritas de 'Los Simpsons' no está en la serie, sensacional repaso de los últimos 30 años de la sociedad norteamericana, sino en la película homónima que dirigió David Silverman a partir de un guion del creador de la serie, Matt Groening. En ella, Marge, la paciente matriarca de la familia, le explica a su marido que sabe de las dificultades que tiene él para concentrarse en algo. La cámara se aproxima, con un zoom, al cerebro de Homer Simpson donde podemos ver que en él se aloja un mono tocando unos platillos.
La escena me parece genial porque resume a la perfección cómo funciona la mente de ese antihéroe de la América profunda, pero también porque es fácilmente extrapolable a la vida real. Por ejemplo, a la situación del Valencia, que es de lo que toca escribir en esta columna de opinión.
La Marge de la escena es la afición del Valencia, buscando carencias del equipo con las que afrontar el exigente tramo de temporada que se avecina, pidiendo un lateral derecho, un central, un sustituto para Dani Parejo o un delantero que responda a un perfil diferente de los que hay en la plantilla. Es también el cuerpo técnico, preocupado por la poca profundidad del banquillo, en el que se acumulan lesionados e inservibles. El Homer es Peter Lim, que en su cerebro solo tiene ese mono con platillos que suena a lo que manda Jorge Mendes, a sus descartes y las opciones de colocar a sus representados en los equipos en los que tiene mano. Futbolistas como Thierry Correia, que demostró esta semana que podría jugar justito en el Logroñés (con todo el respeto para el club riojano), o Mangala, convertido por las lesiones y la inactividad en un exfutbolista que se viste de corto para intentar decirse a sí mismo que todavía podría jugar al fútbol. También es Anil Murthy, fiel lacayo del señor que tiene en la cabeza el mono con platillos, vendiendo que la planificación del club es ejemplar cuando, a una semana del cierre del mercado invernal, no hay plan alguno para reforzar el grupo.
Ese mono con los platillos que ocupa todos los pensamientos de Lim es, por supuesto, la venta de Rodrigo Moreno, un tema que aparece en el imaginario valencianista cada mercado de fichajes, como una pesadilla recurrente. Siempre lo hace, por ende, cuando el plazo para fichar se está agotando, como una maldición bíblica que nos recuerda que, si se marcha el delantero, nos tendremos que apañar con lo que tenemos. Parece que el mono insiste demasiado en tocar los platillos, porque la sensación que da es que Rodrigo está perennemente en el escaparate, tal si fuera una oferta de mentiras, esos artículos que siempre están de rebajas porque los propietarios de un comercio quieren quitárselos de encima a toda costa y no saben muy bien cómo.
Pero lo peor de que la cabeza de Lim la ocupe un mono con unos platillos es que, a pesar de que el presente pueda parecer halagüeño, con un equipo que ha sabido reponerse del cambio de entrenador y los continuos desvaríos de la propiedad, el futuro se adivina negro, en un regreso a ese pasado que intentamos olvidar en el que cualquiera podía entrenar al Valencia y cualquier futbolista de medio pelo podía vestir camiseta blanquinegra. Porque el mono con platillos de la cabeza de Lim y Murthy seguirá ahí, ajeno a las voces que le aconsejan cómo se debe gobernar un club de fútbol, más allá de los negocios particulares y la necesidad de ganar dinero.