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El “mono de fajina”

17/07/2022 - 

VALÈNCIA. Circulaba por las redes sociales una fotografía de los periodistas que tuvimos la oportunidad de cubrir la pretemporada del Valencia en Holanda, en julio del año 99. Allí estábamos los Montalt, Cotino, Ballesta, Vara, David Torres, Pepe Doménech y un servidor, entre otros. Seguro que me dejo alguno, lo siento compañeros. Ha pasado mucho tiempo y lo primero que se me vino a la cabeza cuando vi la imagen es que no hemos cambiado tanto, que seguimos manteniéndonos jóvenes. Unos más que otros, claro. Lo segundo que recordé fue aquel intratable Valencia dirigido por Héctor Cúper que esa temporada alcanzó la final de la Champions en París. También pensé en un Campeonato de Liga 1999-2000 que, después de 23 años, todavía no deja de sorprenderme.

En aquella Liga 1999-2000 el Valencia fue tercero por detrás del Barça. Pero lo curioso del caso es que el Campeonato lo ganó el Deportivo, que el Zaragoza fue cuarto (miren cómo les va a ambos clubes…) y que el Madrid solo pudo conformarse con la quinta plaza. ¿Recuerdan ustedes qué tres equipos bajaron a Segunda División ese año?: Betis, Sevilla y Atlético de Madrid. ¡Cuanto han cambiado las cosas! Y cuánto debieron aprender esos equipos de aquel fracaso para que no se volvieran a repetir las cosas. En aquel momento, nadie podía imaginarse que el Depor o el Zaragoza no estuvieran a día de hoy en Primera. Como tampoco que el Betis, Sevilla y Atlético, tres equipos con aspiraciones Champions, pudieran descender de categoría. Pero las dos cosas sucedieron.

Durante aquella pretemporada de Holanda, Héctor Cúper aisló al Valencia en un tranquilo hotel contiguo a un campo de entrenamiento. El equipo trabajó a diario con disciplina espartana. Máxima concentración, gimnasio y sesiones interminables de carreras por el bosque. La intensidad y la seriedad fueron la marca de la casa. El equipo se puso el “mono de fajina”, como le gustaba decir en su argentino a Don Héctor. No fue de extrañar que el Valencia se paseara ante todos los rivales contra los que se enfrentó en la pretemporada, que goleara al Aris de Salónica en Mestalla el día de su presentación, que eliminara al Hapoel de Haifa en la previa de la Champions (ese año jugaría la final) y que se proclamara Campeón de la Supercopa de España ante el Barça. Un rodillo, vamos.

Mientras, a los periodistas nos tocó compartir hotel con el Sevilla, que entrenaba un tipo menos serio que Cúper: Marcos Alonso. En aquella plantilla de Nervión jugaban futbolistas que habían vestido de valencianista como Nando, Moya, Nico Olivera…. Incluso estaba Marchena, que llegaría más tarde a Mestalla. El Sevilla afrontó la pretemporada de muy distinta manera al Valencia. Había mucha música, piscina, jacuzzi, ping-pong y no faltaba el tradicional corte de jamón diario. Por la noche se cerraba tarde. El ambiente era distinto, por denominarlo de alguna manera. Se veía a la legua que la trayectoria de ambos equipos en la Liga iba a ser diferente. Como así sucedió.

¿Por qué les cuento todo esto? Por la sencilla razón de que la pretemporada es clave para la suerte futura de un equipo. Y que una concentración, como la que empieza el equipo de Gattuso, debe marcar el ritmo de exigencia en el campeonato de Liga. En Suiza, el Valencia probará su nuevo sistema de juego, los futbolistas se empaparán de conceptos, habrá nueva táctica, estrategia, se asumirán roles… y, en definitiva, se sentarán las bases de lo que será este Valencia 2022-2023 que esperemos se ponga el “mono de fajina” y se parezca más a aquel del año 99 que al de las últimas temporadas.

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