Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. El fichaje de Samu Castillejo ha venido a modificar el orden de los factores para un Valencia que, antes de contratar, necesitaba ‘pasar el cepillo’ y recaudar la mayor cantidad de dinero posible para, primero, adecentar las cuentas y, después, poder proporcionar a Gattuso los refuerzos posibles para acomodar a la plantilla a sus intenciones tácticas. Dado que es el propio entrenador quien está oficiando de director deportivo ante la ausencia de una estructura de Club y las dificultades que se está encontrando Lim para hacerse con los servicios de un profesional que acepte las peculiaridades del Valencia bajo el paraguas del propio Lim que… ‘ni come , ni deja comer’, en nuevo entrenador no ha querido dejar pasar la oportunidad de mercado que suponía el hecho de que el AC Milan quisiera desprenderse de la ficha de Castillejo porque, además, en este Valencia, más vale pájaro en mano que ciento volando. Me parece un buen fichaje teniendo en cuenta que no hay que pagar traspaso y que se trata de un futbolista que, aunque haya ido cayendo en su rendimiento, se encuentra en una edad propicia y ha demostrado tener fútbol en sus botas si encuentra un hábitat propicio y un ‘jefe’ que lo sepa motivar.
Pero… salvo que esté ocurriendo algo entre bambalinas que todavía desconozcamos, la situación financiera del Club sigue en estado crítico y la ‘faja’ del Fair Play sigue apretando hasta el punto de que hoy sería imposible inscribir a Samu sin dar bajas en el vestuario que lo puedan habilitar. Con lo que el escenario de venta sigue imponiéndose pese a la ‘anomalía’ que ha supuesto, en cuanto a los tiempos, la llegada del extremo malagueño y el disgusto llegará antes o después pero… acabará llegando. El problema es que los posibles pretendientes juegan con tu hambre y son conscientes de que les puede salir rentable aguantar el pulso y dejar que las hojas del calendario vayan cayendo para esperar a que baje el precio de la mercancía. Y es una situación que, sin profesionales avezados a los mandos, se puede tornar muy complicada porque hay que encontrar el equilibrio para no hacer ventas sonrojantes por lo escaso de su precio -como muchas que ha hecho Meriton en el Valencia- y, a mismo tiempo, que no se vaya acercando en momento en el que haya jugadores importantes que, viendo el final de su contrato a la vuelta de la esquina y no habiendo recibido una oferta de renovación a la altura -con los agentes de Soler y de Gayá no han hablado desde hace meses-, decidan esperar para negociar contratos futuros con el valor añadido de una carta de libertad bajo el brazo.
Es evidente que, ante tal panorama, le vendría muy bien al Club contar con negociadores de altura y buenos estrategas del mercado ‘futbolero’ con la capacidad necesaria para planificar a medio y largo plazo sin tener que ir jugando al tiro al plato disparando, casi sin pensar, al asunto que se presenta en cada momento por no tener trazada ninguna estrategia que vaya más allá de un cuarto de hora pero, lamentablemente, el Valencia no lo tiene y, cuando los tuvo… los despidió. Lo que tiene es un entrenador con unas ganas locas de reivindicarse en un banquillo de renombre que , de momento, se ha echado el Club a la espalda, un director de fútbol que sólo aparece para hacerse la foto de turno pero que ‘ni pincha ni corta’, un Director General tan bien intencionado como bisoño en estas lides, un ‘asesor-comisionista’ externo que anda en mil batallas pero ha ido cogiendo alguna distancia por la delgadez de las comisiones en juego y un máximo accionista que se despierta cada mañana sorprendido con la circunstancia de ser propietario de la mayoría accionarial de un Club de fútbol que le importa un pito. El verano se presenta largo y sofocante.