opinión

El orgullo de la afición

Seguir potenciando y cuidando el Valencia Femenino es un deber de todos, y una exigencia a emprender por el entorno comenzando por acudir a Mestalla el próximo domingo en reivindicación de la normalidad y en agradecimiento a un equipo que tanto dignifica con su rendimiento al club que representa...

19/04/2017 - 

VALENCIA. Una hacía caños y tenía especial habilidad a la hora de regatear contrarios. La otra, en cierta ocasión, me engañó. Encogiéndome esperando el pelotazo, que era lo esperado vista la jugada, se sacó un amago de la nada y se fue directa a puerta. Todo eso ocurrió en el patio de un colegio.

No recuerdo las motivaciones, pero un día las chicas de clase pidieron que les dejáramos jugar al fútbol. Lo que al instante se tomó a broma, a la larga derivó en férrea competencia a la hora de elegirlas para formar los equipos. Las tres o cuatro que se lo tomaron en serio y volvían un día tras otro a la cancha resultaron mejores jugadoras que la mayoría de nosotros; rara era la ocasión en la que no eran la primera o segunda elección.

A veces me pregunto si no me crié en un mundo mágico donde ocurrían cosas demasiado modernas para unos tiempos en los que los referentes del humor hacían chiste del maltrato a la mujer o humillaban al homosexual con tal de arrancar carcajadas. Eso ocurría mientras en aquel patio inventamos los partidos mixtos dándole normalidad a algo que incluso hoy es noticia.

Me acordé de esto el día que se supo que un equipo femenino, el AEM Lleida, había ganado una competición masculina. Me acordé y no me sorprendió, porque en aquel colegio, al fútbol o al baloncesto, acabamos jugando todos mezclados compitiendo la mar de bien.

Puede que muchas veces demos por sentado demasiadas cosas, creyendo superadas ciertas reivindicaciones, o gestos, cuando cada vez es más notable la necesidad de éstos en un mundo con demasiadas cavernas aún por clausurar.

Esas muchachas catalanas tuvieron que vivir el desprecio en carnes durante la competición, y hoy, a pesar de su éxito, siguen siendo víctimas de ello al ver como los patrocinios y las ayudas se les caen en cuanto los interesados descubren que se trata de un equipo femenino.

En otro nivel, a las jugadoras del Valencia no hace mucho se les negaba el campo de entrenamiento y acceso al vestuario alegando recortes, saliendo a competir siquiera a cambio de la gratitud del club y sumidas en una extraña clandestinidad. Afortunadamente en los últimos años mejoró hasta lo idóneo la relación que la entidad dispensa al equipo que en el presente lustro más y mejor le representó sobre un terreno de juego, erigiéndose en su mayor motivo de orgullo.

Por lo menos, para mí, es de lo que más orgulloso estoy de este endeble Valencia que nos tocó padecer en la última década. Por eso me cuesta, todavía, entender que tengan que seguir peleando por granjearse una mínima atención, tanto mediática como popular, a tenor de los resultados obtenidos. ¿Por qué hablamos tan poco de ellas?

Es cierto que estamos en tiempos donde el periodismo cada vez se reduce más a cuatro alrededor de un micro charrando como si estuvieran en un bar, vendiendo el formato cual paradigma de la rentabilidad. Pero aún así es inexplicable un trato tan insípido para un equipo que porta con solera los colores del murciélago. Y que no tardará en tocar metal si continúa por estos derroteros.

Incluso poder disputar un encuentro señalado en Mestalla responde a una larga reivindicación. Un paso más para las herederas de aquellas muchachas del Fé-Cé que en los años 30 rompieron barreras al enfundarse la camisola teniendo que jugar con falda de tenista y zapatillas blancas en un mundo viejo que las agredía verbalmente cada vez que saltaban a un descampado con gradas.

Queda un homenaje pendiente a aquel Valencia femenino de hace 86 años que la dictadura se llevó por delante. Itinerante y viajero recorría media geografía disputando encuentros en ferias y plazas de toros, cuyas jugadoras, obligadas, abandonaban pronto la práctica arrastradas por una sociedad intransigente, acompañadas siempre por brutalidades machistas en las escasas crónicas que de ellas se escribieron.

Seguir potenciando y cuidando el Valencia Femenino es un deber de todos, y una exigencia a emprender por el entorno comenzando por acudir a Mestalla el próximo domingo en reivindicación de la normalidad y en agradecimiento a un equipo que tanto dignifica con su rendimiento al club que representa.