VALÈNCIA. En la fase inicial del partido ante el Sporting, Campaña regaló una asistencia de fantasía a De Frutos y una parte de la grada de Orriols, la que aún defiende al sevillano, se sintió cargada de razón: “Véis, es que nadie hace eso”. Y tenía razón. En parte. La asistencia fue una delicia, medio gol… prácticamente su única aportación al equipo en 45 minutos después de muchas semanas lejos del césped. A cambio de alinearlo, Calleja forzó todo el sistema del equipo al extremo de sacrificar la banda izquierda del ataque granota: metió el clásico doble pivote Iborra-Pepelu, a Joni por delante, y a Campaña a su aire. Un overbooking total en la medular, con lagunas en el resto del campo que aprovechó el Sporting para dominar una primera mitad soporífera y forzar hasta el límite las bandas, sobre todo la de Franquesa. Todo por encajar al mago.
Calleja entendió que aquello no funcionaba y lo cambió. A él y sobre todo el sistema. Arriesgó esta vez el centro de la defensa, con un Pier tan irregular como desde que llegó a Orriols, pero reforzó la izquierda con un Álex Muñoz superlativo y con Brugué, muy incisivo, para volver a un 4-4-1-1 mucho más lógico y más efectivo en todas las facetas del juego. El Llevant comenzó a carburar y generó dominio, que es justo lo que necesita para alimentar la posibilidad de que emerjan sus futbolistas diferenciales, los que están de paso en Segunda, como De Frutos. A menudo le damos muchas vueltas teóricas al fútbol y todo es más sencillo. El Llevant tiene dinamita arriba y debilidad atrás. Hay que construir un bloque compacto que minimice los riesgos en la zaga, que controle el tempo del partido como tan bien saben hacer, con un trabajo silencioso y discreto, Iborra y Pepelu, y que todo ello redunde en que los jugones tengan opciones de marcar. No hace falta champagne. Sólo hay que señalar a los que tienen gol y desborde y poner a los demás a trabajar para ellos. No se necesita mucho más.
La visita a Granada representa un reto considerable, pero también es un examen, un tête à tête, ante el otro gran coco de la categoría. Después, el Llevant se enfrentará a Albacete y Las Palmas. Tres partidos decisivos para testar la competitividad de la escuadra levantina en los duelos directos y para comprobar, con un margen ya razonable de tiempo, el alcance del efecto Calleja. De momento sabemos que tiene capacidad de reacción. Pese a la racha, sin embargo, el equipo no juega, más que a rachas, como él ha manifestado que quiere que juegue.