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opinión

El rayo que no cesa

9/04/2019 - 

VALÈNCIA. Estaba yo que me subía por las paredes este sábado cuando la noticia de la lesión de Kondogbia me ha acabado de dar la puntilla. Caprichos del destino más adverso, que parece jugar con este equipo al gato y al ratón, con un vaivén que va de la alegría y de la esperanza a la tristeza de todos los acontecimientos que van sucediéndose en medio de esa misma esperanza: fíjate bien que se parece mucho al célebre libro del oriolano Miguel Hernández. Y para colmo, la sombra de un Rayo Vallecano que nos ha hecho dudar de todo con una fórmula simple de fútbol: sin intensidad, te haces mediocre siempre, esté quien esté delante.

Claro, el partido contra el Rayo lleva a hacernos una pregunta: ¿cuál es el auténtico Valencia CF, el del sábado pasado o el del miércoles contra el Madrid? Si hago un recuento de partidos me salen más casos parecidos a los del Rayo y no por eso quiero ser crítico con un equipo que lo está dando casi todo en casi todos los partidos. Pero la diferencia que tuvimos en los encuentros contra el Sevilla y contra el Rayo es que marcamos el penalti en el primero de los casos. Y así un largo etcétera, con un balance general más a tu favor, aunque ese mantra de que nos falta acierto fue contrapesando muchos de los matices de cada uno de los partidos.

Lo cierto es que el equipo se había entonado en las últimas fechas fundamentando dicha recuperación en la solidez defensiva. Y si la pierdes pues te pasa lo que te pasó en el último partido. Pero todo viene por una falta de concentración importante que, a pesar de lo que parece, ha sido una constante esta temporada. Y me da lo mismo si quieren contradecir este hecho: la presente temporada está cargada de horrores defensivos de todo tipo. El sábado fue un recital de Gabriel Paulista y Diakhaby a partes iguales, y secundado por un Parejo que no tuvo mejor idea que regatear dentro del área a un rival y cederle así una clarísima ocasión de gol, por ejemplo. Paulista estuvo al mismo nivel que el francés pero al más joven se le vio más porque su grotesco error acabó en gol. No obstante, en verdad estuvo más flojo el brasileño, al que le contabilizo cuatro errores de bulto, entre ellos el propio gol y dos controles de balón impropios de un futbolista de elite en la segunda parte. Entonces, o Garay hace mucho más buenos a los demás o es que Paulista no está al nivel de este equipo, porque no es ni la primera ni la segunda ni la tercera vez que esto pasa. También es cierto que a pundonor nadie le gana y que ha tenido partidos brillantes, pero esto ocurre cuando no debe ser el jefe de la defensa ni debe asumir el rigor de la colocación de toda una línea. Le tendrá toda la fe del mundo Marcelino pero, ciertamente, es un futbolista con importantes carencias a la hora de tratar el balón y de colocarse. La suerte que ha tenido se llama Neto, que ha salvado muchas de sus constantes imprecisiones, pero el sábado no pudo con la primera: luego sí arregló otro kafquiano intento de despeje de Paulista con el tacón al más puro estilo “Lago de los Cisnes”.

Son estas tonterías las que provocan incertidumbre y cierta desconfianza: no la entrega o el esfuerzo de un equipo que se está desfogando y que no puede quedarse ahora sin aire. Es cierto que llevamos un año raro: tus máximas estrellas han estado fuera del equipo media temporada (Kondogbia y Guedes); tus dos baluartes (Parejo y Rodrigo) han tardado en coger el ritmo; otros se han conectado algo tarde (Gameiro y Garay); otros nunca (un tal Batshuayi) y te has reforzado en invierno solo parcialmente, porque el bueno de Sobrino ha quedado en el limbo o porque Santi Mina ha comenzado a restar más que a sumar. A pesar de todo esto, estás en la final de la Copa, intentando quedar cuarto en liga y buscando este jueves dar un paso para semifinales de la Europa League. La fórmula es la seriedad y la intensidad y esto faltó el sábado en un partido fundamental para las aspiraciones del club, porque estamos a puertas del paraíso, pero también del infierno y el Rayo nos lo ha vuelto a demostrar: es la incesante realidad de este año en el que es tan fácil tocar con las yemas de los dedos la gloria como caer fulminados por la tragedia.

Dice un verso del libro del célebre Miguel Hernández: “Ni a sol ni a sombra vivo con sosiego”. Y es verdad: el valencianismo tiene motivos para estar intranquilo, porque se respira algo de fatalidad en el ambiente siempre y cuando olvidemos quiénes somos y a qué debemos jugar. Aplaudo el enfado del Marcelino, pero me parece más producto de la gota que colma un vaso que resultado de un calentón puntual, porque el equipo sigue teniendo errores infantiles en todas las parcelas del campo y esto sí es un rayo que no cesa, que percute partido a partido, pues está por ver algún encuentro sin mancha, inmaculado en todas las parcelas, redondo, sin grietas, sin desconexiones, sin taconcitos desesperantes, sin elegir constantemente las opciones menos válidas en la mayoría de los casos. Sí, igual tenemos un rayo de esperanza o un rayo que nos parte por la mitad, a partes iguales. Algo no estaremos haciendo bien cuando jugamos demasiadas veces sobre el filo de esta espada de Damocles. 

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