VALÈNCIA. Carla Masip salió del Campeonato de España en pista cubierta de Ourense, en 2020, convencida de que iba a comerse el mundo. Había sido cuarta en la final de 1.500 con su mejor marca (4.20) y ya hacía cálculos de los éxitos que iba a conseguir al aire libre… Entonces todo se torció: una pandemia, el confinamiento y un engorroso dolor en el tendón de Aquiles que no había forma de quitarse. Pero todo pasa y el fin de semana, justo tres años después de aquel último fogonazo, reapareció en un Campeonato de España y volvió a ser cuarta con 4.20. “He vuelto al sitio”, sentencia la castellonense.
Este éxito, en realidad una gesta, no es la consecuencia de una evolución. “Fue casi un milagro”, asegura. El 29 de enero corrió con la selección valenciana el relevo mixto del Campeonato de España de cross y no le fue bien. La noche anterior no pegó ojo por culpa de una gastroenteritis, que la debilitó mucho y no pudo rendir como esperaba. Dolida por esto, reconsideró hacer algo de pista cubierta. “Lo había descartado, pero tenía una espinita clavada por haberlo hecho mal en el cross y fui al Autonómico de pista cubierta. Ahí corrí sin clavos, pero gané e hice 4.35, que, a la postre, fue la última marca que entró en la repesca del Campeonato de España. Vamos, que entré de rebote. Después de tres años sin competir en el Campeonato de España, aunque no pasase de ronda, ya era un premio, era la sensación de que estaba volviendo al sitio”.
La atleta del Club Esportiu Vinaròs miró las listas de salidas de su semifinal y entendió que era imposible pasar entre las tres primeras, así que cogió y se puso a tirar para intentar clasificarse por tiempos. Pero llegó a la meta y era tercera… Estaba en la final. “Eso carecía de lógica: ¡si la tercera me sacaba trece segundos! Solo me había puesto los clavos una vez, el lunes, en Murcia, porque mi entrenador me dijo que probara, que llevaba mucho tiempo sin ponérmelos. Y ahora estaba en la final, que era otro regalo, un caramelo, un milagro”.
En la final, mientras la cámara de televisión enfocaba a las atletas, se le puso la carne de gallina. Carla Masip estaba de nuevo en la élite. Pero el segundo día le reservaba una sorpresa mayor aún: la atleta de 25 años entraba cuarta en la final, solo por detrás de Esther Guerrero, Águeda Marqués y Marta García, y metiéndole segundo y medio a Mireya Arnedillo. “Ese cuarto puesto, que para mí vale lo mismo que una victoria, llegó porque corrí con el corazón. Y cuando corres feliz, todo sale bien. Saqué la rabia de esos tres años en blanco y también la felicidad de verme ahí otra vez, y entonces salió todo bien”.
Carla Masip salió llorando de la pista naranja de Gallur. El atletismo la colocaba donde pensaba que nunca más volvería a estar. “Y así, espero, se cierra un círculo muy negativo”.
Los problemas empezaron en la pandemia. La chica de Benicarló que adoraba el fútbol y lo cambió por el atletismo, como Marieta Jover, porque llegó un año en el que ya no le dejaron jugar con los chicos, salió del confinamiento con ansia por entrenar, pero a los dos meses empezó a dolerle el tendón de Aquiles. Carla lo probó todo. No quería pasar por el quirófano y lo intentó con todas las técnicas que le propusieron. Pero el dolor seguía y en agosto de 2021, un año y medio después, decidió operarse en Madrid con el doctor David López Capapé.
Ese tendría que haber sido el final de su desgracia, pero las molestias persistieron. “No mejoraba del todo y me seguía doliendo”, recuerda la atleta de Benicarló, tierra de saltadores de altura, y campeones de España, como Cristina Ferrando y Alexis Sastre. A eso se le unía que en Vinaròs, donde entrenaba, todo era asfalto.
Masip aprovechó esos meses de inactividad para dar un paso al frente en su formación. Se sacó las oposiciones para dar clases de Educación Física en secundaria y estudió idiomas. La oportunidad, la plaza, le llegó en Orihuela, en la otra punta de la Comunitat Valenciana, a 350 kilómetros, al sur pero, a cambio, allí se encontró un montón de caminos de tierra donde empezó a encontrarse mejor, donde resultaba menos doloroso correr. Y cerca de allí, en Guardamar del Segura, encontró también a Armando, el fisioterapeuta que ha ayudado a recuperar a Javier Mirón -este estuvo 19 meses sin competir-. Al principio solo podía salir a rodar un día, luego dos, al cabo de un tiempo, dos días seguidos y un tercero de descanso… Hasta que llegó diciembre y ya podía correr seis días a la semana, aunque sin oler los clavos ni el tartán.
Luego vino Ortuella y, por despecho, todo lo demás. Atrás quedaron meses, años, de frustración, de pensar en dejárselo, de creer que nunca más podría correr así de rápido, de estar convencida de que se tendría que reconvertir en una simple corredora popular. Pero su entrenador y pareja, Xavi Fontelles, nunca dejó de creer y se convirtió en algo así como su brújula. Cuando se perdía, le indicaba el camino. Por eso cayeron muchos días de cien kilómetros en bicicleta. O los entrenamientos en la elíptica. O los paseos reparadores por la montaña, subiendo a un pico, despejando la mente. Él también disfrutó del milagro de Gallur; él también se emocionó con el cuarto puesto de Carla Masip.
Ahora ya piensan en algo más grande, aunque con la cautela que ha dejado como aprendizaje la lesión. Y sabe que el Campeonato de España al aire libre será en Torrent, en su tierra. Pero mientras seguirá trabajando en el instituto Thader de Orihuela y yendo periódicamente a Benicarló y Vinaròs. Ella nunca ha querido dejar el Club Esportiu. Ni por el Playas de Castellón ni por el Valencia los cinco años que estuvo estudiando en la capital del Turia. “El dinero no lo es todo en la vida y mi equipo es como una familia”. Ella es del Vinaròs, y ahora recuerda con cariño que en las Ligas hacía el 800 o el 1.500 y ayudaba también saltando altura, que por algo es de Benicarló. Con esa camiseta ganó sus seis títulos de campeona de España en categorías menores, y también subió al podio -medalla de bronce- en un Campeonato de España absoluto celebrado en el Luis Puig. Carla Masip vuelve a la casilla de salida.