VALÈNCIA. Contra el Ajax el Valencia se desplegó con cuatro canteranos. Contra el Real Madrid, con cinco, contando con la presencia de Jaume Costa. La temporada, en plena efervescencia prematura -solo 100 días de Celades, en fin-, proyecta una tendencia: este ciclo se sustenta, en una buena parte, a partir del avance de chicos criados en la casa.
Cuantitativamente (sin los jaumes el porcentaje habitual quedará en el 30%) pero sobre todo cualitativamente: Gayà como realidad exultante, Soler y Ferran como dos de las evoluciones más asentadas.
El significado principal puede que sea la continuidad de una manera de ser club, alimentada por la conexión beneficiosa con el entorno -de Pedreguer a Foios-. A pesar de las sacudidas corporativas, la obtención de un puñado de buenos futbolistas formados por el club.
Este fin de semana el Manchester United alcanzó los 4.000 partidos con canteranos entre sus alineaciones. Que un club paradigmático de la extensión mundial y el cruce entre caminos se haya sujetado a ese asidero durante tanto y tanto tiempo es la señal elemental.
El Valencia de los menudets debería significar justo eso. El sentido del club, frente a tantos vaivenes, es tener a tipos del territorio jugando en mitad de la globalidad del mundo abierto. Sin demasiada hipérbole, pero sin renunciar a un sentido innato: el vínculo común con la entidad, heredado entre generaciones y compatible con multitud de capas externas (la mayor de ellas, una gerencia remota).
La jerarquía de Gayà y por la que luchan Soler y Torres tiene también cierto grado de insurgencia contra el mercado. Frente a la facilidad de marcharse en pubertad, la persistencia de intentarlo. En paralelo, la espera del público, la complicidad para darles tiempo, rompiendo tantísimos tópicos al respecto.
Como a veces del caos surge la solución, este escenario deja una enseñanza luminosa. Estimula a los que vienen por detrás. Aviva la adhesión social. Traslada el mensaje de continuidad. Cuando creímos encaminarnos hacia uno de los ciclos más despersonalizados del club, un chute de identidad. No debería ser, claro, un asunto de cuotas ni preferencias, sino la consecuencia de una buena comprensión de club.