VALÈNCIA (EFE). El Valencia Basket no olvidará nunca el 2023 porque fue el año en el que logró atravesar la puerta del cielo del baloncesto español al conquistar su primer título de la Liga Femenina, un éxito cuya digestión se le ha atragantado en esta nueva temporada.
El equipo que dirige Rubén Burgos arrancó el año con un doble sonado revés separado por una gran alegría. En enero se anunció la desvinculación de la alero australiana Bec Allen, que no había llegado a incorporarse en septiembre por una complicada lesión.
Unos días después, el equipo valenciano, que debutaba en la Euroliga, sacaba partido a su excelente primera fase con la certificación de su clasificación para los cuartos cuando aún quedaban dos jornadas por disputarse.
Después, en las semifinales de una Copa de la Reina a la que llegaba como favorito se vio desarbolado por el anfitrión Casademont Zaragoza (59-74). Haber acabado el primer cuarto con diez puntos de ventaja, es decir recibir un parcial de -25 en los últimos treinta minutos lo hizo aún más doloroso.
Sin apenas tiempo para recuperarse, afrontó el cruce de cuartos, la puerta para su primera Final Four. Quedó emparejado con el potente Famila Schio, con el factor cancha en contra y pendiente del estado físico de dos referentes como Cristina Ouviña y Alba Torrens. Acarició el triunfo en el primer choque, salvó el 'match ball' de la segunda con una Fonteta entregada y se vació sin premio en el tercero en Italia.
El agridulce sabor que dejó la eliminación ha ido matizándose hacia un notable éxito para una primera participación en la máxima competición europea. Además, encorajinó al equipo para el final de la Liga, en el que supo aguantar la presión para no ceder el primer puesto final de la fase regular.
Tras sufrir en las pistas del Movistar Estudiantes en cuartos y del Zaragoza en semifinales a idea y vuelta, impuso su fortaleza en la Fonteta para plantarse en la final también con el factor cancha a favor. No le hizo falta exprimirlo en un tercer partido porque después de ganar el primero en casa, repitió victoria en Salamanca y Queralt Casas alzó el primer título liguero de un club que en España 'solo' había conquistado la Supercopa.
Con una celebración a la altura del doble logro, el título y la plaza fija por primera vez en la Euroliga, el club encaró el verano con la idea de renovar parcialmente la plantilla. De las jugadoras con más peso, por fuera salió Ángela Salvadores y por dentro lo hizo una talentosa Lauren Cox, de cuyo físico había dudas.
Para redondear una plantilla con una ficha más, diez, se volvió a contar con Allen y se recuperó tras su cesión a Claudia Contell y por dentro se arriesgó con Nadia Fingall y Merrit Hempe. De momento, no ha salido bien pese a que la temporada arrancó con un nuevo título: la Supercopa de España, otras vez con el Perfumerías enfrente.
Allen llegó de la WNBA recuperada de su lesión pero no encontró su sitio en el vestuario y se le concedió irse. Contell ha sufrido largo proceso vírico que le ha dejado sin continuidad y ni Fingall ni Hempe se han mostrado dominantes en la Euroliga. A esa situación se le ha unido la irregularidad de pesos pesados como Cristina Ouviña y Alba Torrens.
El Valencia no ha podido estabilizarse en la primera posición de la clasificación, que este curso incluye el suculento premio de una plaza directa para la Euroliga, aunque es segundo con solo un triunfo menos que el Zaragoza y no ha tenido problemas para entrar en la Copa. Mas problemas tiene en la Euroliga, en la que es quinto con dos triunfos menos que el Schio a falta de cuatro partidos y solo los cuatro mejores pasan a cuartos.
Pero, más allá de los resultados, es sobre todo la imagen la que preocupa. El equipo que defendía y competía independientemente del marcador se ha convertido en un conjunto impredecible, al que su falta de solidez atrás deja al descubierto un talento ofensivo limitado.
Se espera que en breve llegue al menos un fichaje que apuntale a una plantilla que aún puede aspirar a todo pero que deja en el aire la idea de que se puede haber acabado una brillante etapa que no se quiere manchar.