El Valencia de Marcelino García Toral parece haber invertido en las últimas jornadas de Liga las virtudes y defectos con los que el equipo inicio la temporada así como el ADN tanto de los conjuntos dirigidos por el entrenador asturiano como los de las etapas más brillantes del club de Mestalla
VALENCIA. El Valencia de Marcelino García Toral parece haber invertido en las últimas jornadas de Liga las virtudes y defectos con los que el equipo inicio la temporada así como el ADN tanto de los conjuntos dirigidos por el entrenador asturiano como los de las etapas más brillantes del club de Mestalla.
Precisamente, los dirigentes valencianistas se decantaron por la contratación de Marcelino al considerar que sus características como entrenador coincidían con las señas de identidad de las épocas en las que el Valencia logró sus mejores resultados deportivos.
Tras dos temporadas muy alejado del objetivo de disputar la Liga de Campeones que se alcanzó con asiduidad en los últimos quince años, el Valencia se vio obligado a una seria remodelación tanto en la dirección del club como en la parcela deportiva.
El objetivo era claro y para conseguirlo se necesitaba una idea muy clara: tener un patrón concreto de juego tras varias temporadas en las que la indefinición futbolística, unida a la falta de ambición y de carácter del equipo, era algo habitual.
En ese proceso de recuperación tendría especial protagonismo la figura de Marcelino, un entrenador convencido de que el camino más fácil hacia la victoria era recibir los menos goles posibles y consolidar más adelante el ataque una vez asentado un férreo entramado defensivo.
Durante la pretemporada y el inicio de Liga el equipo se movió bajo esos parámetros, con una firmeza en la zaga que le llevó a no recibir un solo gol en los tres primeros partidos en casa, aunque acompañado por unas dificultades en ataque que hacía pensar que el único pero a la política de fichajes podía haber sido la falta de gol.
Sin embargo, esas bases del libro de estilo de Marcelino se han invertido contra pronóstico en las últimas jornadas hasta el punto de que su equipo haya recordado por momentos al Valencia de Unai Emery, que cumplía sus objetivos en Liga pero que daba la sensación de no controlar los partidos de ida y vuelta y de difícil pronóstico.
Así, en dos jornadas el Valencia ha pasado de ser uno de los equipos con menos goles en contra (cinco, tras la sexta jornada) a ser el que más ha recibido en el campeonato (diez, tras la octava) de los seis equipos de las posiciones europeas.
Además, a los tres goles recibidos el domingo en Sevilla ante el Betis se unen los dos en casa ante el Athletic en la jornada anterior.
Curiosamente, hasta el gol de Aritz Aduriz en aquel partido, el equipo de Marcelino se había mantenido sin recibir un gol en los 329 primeros minutos disputados en la presente Liga en el campo de Mestalla, un registro que contrasta con los cinco recibidos en los últimos 121 minutos ligueros disputados.
Por contra, en esa inversión de registros, el Valencia se ha convertido tras los nueve goles marcados en las dos últimas jornadas en el segundo equipo con más goles a favor tras el Barcelona.
Los veintiún tantos que acumulan los valencianistas son su mejor registro en las primeras ocho jornadas en más de sesenta años, desde la temporada 1954-55.
Este cambio radical en la producción goleadora se empezó a gestar a partir de la quinta jornada con los cinco goles ante el Málaga y continuó en la siguiente ante la Real Sociedad con los tres sumados en Anoeta.
Así en las cuatro últimas jornadas el Valencia ha marcado diecisiete goles frente a los cuatro de las cuatro primeras.
Asimismo, y en el apartado opuesto, frente a los tres goles que recibió la portería valencianista hasta la cuarta jornada, se ha pasado a los siete que le han marcado en los cuatro siguientes.
A pesar de las victorias, Marcelino no ha escondido su malestar por la vulnerabilidad defensiva y, si la semana pasada ya repasó en vídeo junto a los jugadores los errores cometidos ante el Athletic, el domingo volvió a mostrar en rueda de prensa su malestar por los tres goles recibidos en seis minutos ante el Betis.