opinión

El Valencia de mayo

2/05/2019 - 

VALÈNCIA. El que ha conformado Marcelino es uno de mis ‘Valencias’ favoritos. No por su sentido afilado ni por su fiabilidad competitiva. Más bien por su sentido democrático. Que quieres repudiar al equipo, soltar lastre de adrenalina, dibujarlo como un grupo equívoco, repleto de fisuras, muy irregular en su talento… bienvenido a este Valencia. Que, por otra parte, y buscando un chute de glucosa, quieres admirar la practicidad de la obra marcelinista, su afán combatiente, su lógica de castigo al rival, su empuje para llegar vivo a todo hasta el final… aquí también este Valencia. El Valencia de las oportunidades.

Mayo es el mes que va a condensar nuestras frustraciones y nuestras aspiraciones. Sea cual sea la inclinación de cada cual, conviene postergar los caprichos. Mayo es el mes. Ya seremos crueles al final de la primavera. Mayo es mes de fecundidad y el Valencia tiene, después una larga condena, el horizonte de optar a dos títulos. ¿De qué va esto sino es de vivir mayo con la máxima plenitud?

Después de perder en Eibar la tentación fue definir la temporada como un ciclo mediocre. Mediocre, mediocre, mediocre. El paso por la Liga ha sido atropellado, arrastrado una primera mitad de competición inoperante que pilló a la dirección técnica por sorpresa. Pero me temo que la idea global de este equipo no nos la podemos hacer solo con el trayecto de Liga. 

Llegados a mayo, a este equipo se le ven todas las trazas. Su firmeza y sus limitaciones, su ventaja cuando cuenta con espacio, su atasco cuando se le reprime la velocidad. Es esto que llevamos viendo. No es menos pero puede ser más a partir del aprendizaje que va a suponer competir por todo tras haber estado a punto de descarrilar por el desfiladero. Es el equipo con correosa capacidad de reacción. Con principios activos del primer ranierismo. Es la persecución perpetua del gol de Forment. Es la retención ofensiva como aquellas tardes desesperantes de los noventa contra el Extremadura en el que el bostezo chocaba contra la defensa rival. Es el vértigo de romper al oponente cuando se le deja el carril libre. Es la capacidad de sufrimiento. Es también los intentos medievales de acumular hombres arriba, Sobrino incluido, esperando descifrar el código del gol en mañanas aciagas. (Llevo semanas imaginando que Sobrino va a dar un gol decisivo a este mayo. Algún destino oculto debe tener su fichaje…). 

Y hay algo nuevo. Por primera vez este Valencia se va a enfrentar a la altura de su propio reto. Podrá fantasear con las calles llenas, imaginar el logro vigoroso, encarar la diferencia entre un grupo decente y voluntarioso frente los equipos que se vuelven inolvidables. Llegan los días importantes. Nos pillan con hambre.

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