opinión

El Valencia va contra los alicantinos

18/10/2018 - 

VALÈNCIA. Venga, otra semana de lucha. Podríamos, pero para qué, indagar en los vericuetos -por otra parte menores e intrascendentes- que explican por qué el Valencia limitó al acceso a sus instalaciones en un partido de Segunda B a los aficionados rivales y cuál sería la mejor solución para un problema que tienen la mayoría de clubes con las aficiones contrarias cuando hay cercanía geográfica de por medio. O podríamos recordar las llamadas a la seguridad cuando hay incidentes entre hinchas y se clama por no juntar a unos y otros y mantenerlos diferenciados. 

Pero yo creo que acabamos antes si decimos lo que estamos deseando. El Valencia va en contra de los alicantinos. Practica un apartheid de facto. Premeditadamente buscó que ni un alicantino traspasara su zaguán. El Valencia, es tal el odio hacia todo lo alicantino, que está a punto de disolver sus cuantiosas peñas en Alicante. 

Ahora entendéis por qué Rufete tuvo que marcharse a la carrera. Su origen alicantino fue una losa demasiado pesada. 

Pero es más, el Valencia es un club del que hay que ser aficionado para poder justamente marcharse y hacerse del Barça. El Valencia está lleno de ultras, no como el Barcelona, que en el trance de los ochenta a los noventa, cuando alguno hizo el viraje, era una inmaculada entidad con un grupo de animación sociocultural llamado Boixos Nois. Menos mal que Anil Murthy sabe detectar entre verdaderos y falsos valencianistas. 

El Valencia también está en contra del fútbol femenino. Hace todo lo imposible para cargárselo, por eso mismo ha creado un equipo y lo ha ido consolidando en la elite. 

El Valencia, ya lo recordamos la semana pasada, está repleto de seres caprichosos que quieren cargarse al entrenador cada semana. En la parte baja de la clasificación llegado otoño y ahí está el estadio, hirviendo por el ‘vete-ya’.

Si alguien tiene la mala suerte de ser de Alicante, jugadora de fútbol y entrenador, mejor que se vaya haciendo del Barça. 

Para todo lo demás, la etiqueta que simplifica, que permite entregarse a la visión acomodaticia con la que uno cree sellar cualquier discrepancia. Sigan haciéndonos tan cortitos, arrogándose toda la superioridad moral que uno tiene a mano. Os dispensa la ventaja de cerrar un capítulo por la vía rápida: el Valencia, mal. Pero tiene la desventaja de responder casi siempre a un abrumador desconocimiento. Entendemos que Valencia es presa fácil porque arrastra años de caciquismo y sociedad rota, pero está lejos de ser lo que habíais imaginado. Cualquier día la evidencia os romperá todos los esquemas. Lo sentimos.

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