VALÈNCIA. De vez en cuando pienso si el fútbol volverá a ser como era. Si recuperaremos esa sensación de pertenencia que la pandemia nos ha arrebatado al expulsarnos de nuestra ‘zona de confort’. Hace mucho tiempo que nos sentimos huérfanos, que no disfrutamos desde dentro, con la excepción del cierre del curso pasado ante el Cádiz para unos elegidos, para esos 5.000 que volvimos al estadio un porrón de meses después, cumpliendo a rajatabla con el protocolo y sintiéndonos fuera de la fiesta sin ese reconocimiento que sí tuvieron otros. El sentimiento a unos colores no ha desaparecido, se resiste a hincar las rodillas ante este fútbol mercantilizado y ‘bunkerizado’, e incluso pese al desencanto desde que se acabó el sueño copero, con el agravante de esas últimas ocho jornadas sin ganar para acabar además por detrás del Valencia después de haber acariciado ese ‘premio’ por primera vez en la historia. Está claro que la efervescencia que nos invade cuando juegan los nuestros se multiplica desde la butaca del Ciutat y no hay criptomonedas suficientes para subsanar este vacío. Además, con esa licencia a mostrar lo que nos pide el cuerpo, por supuesto que sin descarrilar. Que nos conocemos, que se nos calienta la boquita rápido. Desde casa no tiene nada que ver y se sufre mucho más.
Va a costar hasta que el coliseo esté a reventar y podamos dejarnos la voz sin restricciones. ¡Qué ganas tengo de revivir momentos de frenesí como el gol de Morales al Madrid! Aquel 1-0 significó la última victoria con espectadores en el Ciutat y ya ha pasado de ese momentazo un año y casi cinco meses. El destino ha querido que se empiece a recuperar (ojalá) la normalidad con otro Levante-Real Madrid. Veremos los que podremos estar en el estreno en casa de la temporada 2021/22. Poco a poco. Seamos buenos. Seamos responsables. El mono de fútbol es tal que no me molestó gastar un día de mi retiro vacacional en Cullera para bajar a Valencia y recoger los pases de la familia. Me sentí como ese niño con un juguete nuevo que rápidamente quiere juntarse con sus amigos para compartirlo.
Con todo lo que hemos vivido, y la incertidumbre que aún nos invade, este es un momento perfecto para comprobar cuál es la masa social del Levante al acabarse lo de los abonos gratis y tener que pasar por caja, premiando la fidelidad de los que siempre hemos estado al lado del escudo, de los que llevamos el ‘Orgullo Granota’ en la sangre. Aunque también entiendo que el COVID siga dando miedito. Espero que los que no hayan renovado el abono no haya sido por el cabreo del final de temporada. Eso es lo más preocupante, que el aficionado haya caído en la indiferencia, en la desafección y se haya bajado del carro al dejar de creer, al sentir una falta de empatía. Eso es más peligroso que la encrucijada económica. A esos (que los hay) no los pongo en la lista de negra. Cada uno es libre para elegir lo que le venga en gana.
Por muchas secuelas de una campaña de altibajos y tras un epílogo desalentador, a un servidor no le cuesta resetear porque pesan más las ganas de recuperar el tiempo perdido, volver a empezar y vivir in situ la evolución de un equipo que aún tiene superpoblación. Eso no significa que haya olvidado lo que se hizo mal sino todo lo contrario y espero que no se incida en los mismos vicios. Cada vez tengo más claro que LaLiga echará un cable a los que no están cumpliendo (nosotros y unos cuantos mas), será más flexible y reducirá las dificultades para inscribir, con la excusa, entre otros argumentos, de que la pandemia ha hecho polvo. En las altas esferas es lo que se respira, pero sin relajarse en una ‘operación salida’ que se hará interminable. Es la única explicación para comprender que el escenario siga igual. Es que todavía trascienden más los deseos de entradas (o por lo menos de posiciones pendientes de reforzar) que vías de escape que encajen (sin malvender) para acometer salidas necesarias. Si eso sucedería, si hubiera un indulto proporcional, montaría en cólera si fuera uno de los equipos con las cuentas equilibradas y no con déficit como ha pasado por primera vez en Orriols desde que Quico Catalán está al mando. Pasan los días, y pese a que hay un run-run de futbolistas que están en el disparadero, ya sea porque son prescindibles o porque tienen cartel, el boquete presupuestario continúa siendo profundo. La realidad global es la que es y también la ínfima revalorización de la plantilla después del esperpento del cierre liguero. Resulta muy cansino seguir gastando líneas sobre el fair play, pero tampoco lo voy a dejar pasar porque es preocupante.
Hace una semana, dándole una vuelta de tuerca a lo del ‘overbooking’ de tripulantes en la nave granota, me faltó espacio (o estiré demasiado el chicle del proyecto deportivo) para hablar de la fiebre de las criptomonedas, del Fan Token, una innovadora herramienta cuyo propósito, según el comunicado oficial, es permitir a los aficionados interactuar con el club como nunca antes, participando activamente en decisiones a través de votaciones, disfrutando de descuentos y promociones exclusivas y con la posibilidad de ganar premios y recompensas únicas como camisetas, entradas y experiencias VIP vinculadas al equipo. Es una financiación para prestar atención en la que trabajan gigantes como FC Barcelona, Paris Saint-Germain, Juventus, Manchester City o AC Milan, pero no cumplió con el pretexto de acercar al seguidor (si es que alguien creyó que esa era la intención) ya que los tokens (activos digitales coleccionables que duraron 120 segundos) se fueron al extranjero. Es un nuevo mundo al que vamos sin solución de continuidad.
Hay otras fórmulas para recurrir al sentimiento y no caer cuando interesa en lo de que esto no es una fábrica de tornillos. Será que me he vuelto mayor a la carrera y que los 40 que se avecinan ya están haciendo mella. Tampoco me encaja mucho en el perfil de los que mandan. Que no cuestiono sumarse a un mecanismo que cada vez está más extendido sino el mensaje hacia el que más sufre, al que le preocupan otras cosas, al que está cargando pilas para que su corazón granota vuelva a latir con la fuerza de siempre. El primer amistoso del sábado, el progresivo regreso a un Ciutat espectacular (y hacer la maleta para seguir a los hombres de Paco fuera de casa cuando se pueda), el fichaje de Soldado que no ha dejado indiferente a nadie, los dichosos 16,5 millones de euros, el importante debe de la cantera (menudo golazo fabricaron Pepelu y Pablo Martínez en el partido de entrenamiento del pasado sábado en la Ciudad Deportiva de Buñol) y si por fin habrá promoción de la casa en el primer equipo y en un filial que no para de firmar futbolistas de cualquier rincón de España y/o la exigencia de corregir hábitos para no caer en los mismos errores. Esta acumulación de aspectos, y algunos que seguro que me he dejado e interesarán, es lo que verdaderamente mantiene al fiel granota en alerta, lo que más le mola, lo que genera debate. La identidad se fortalece si se camina de la mano, si las fisuras se recomponen, si apenas hay secuelas de un curso 2020/21 en el que sucedió absolutamente de todo.