VALÈNCIA. Me ilusiona una final de Copa como al que más. Me parece el partido más bonito de la temporada por el ambiente que se respira en la ciudad sede durante las horas previas, siendo en Sevilla -ciudad fantástica y fetiche para el valencianismo- mejor y… si es en La Cartuja donde el ‘Probe Miguel’ pasó a formar parte de nuestro imaginario musical, mejor que mejor. Hay que hacer toda la fuerza posible para doblegar al Athletic Club en Mestalla, para tapar la boca del ignorante Dani García, que tiene que comer muchos chuletones y bregar en muchos campos de fútbol y durante muchos años para ganarse el honor de atarle las botas al gran Ricardo Arias y hacer posible, así, otra jornada memorable a los pies de la Giralda y en ese estadio fantasmagórico que tan buenos recuerdos nos evoca pero… no se debe descuidar la competición clave de cada temporada que, salvo que seas un gigante y aspires a ganar la Champions, es la más importante de cada campaña por ser el termómetro que marcará tus posibilidades económicas de cara al curso siguiente.
Un equipo como el Valencia , pese a estar sometido a una operación deliberada de empequeñecimiento por parte de su dirigencia, no puede permitirse el bochorno de encadenar siete partidos de Liga si ver una victoria y eso es lo que pasaría sí, como sucedió en Vitoria, el equipo se duerme el los laureles y no ofrece su mejor cara ante un Barça ‘jugón’ pero vulnerable. Mantengo imperturbable mi fe en la capacidad de Bordalás como el entrenador idóneo para elevar el nivel de competitividad de cualquier vestuario pero ni Bordalás, ni un servidor, ni nadie escapa del análisis y, si procede, de la crítica y entiendo que no midió bien lo que le esperaba en Mendizorroza y no puso de inicio sobre el terreno de juego el armamento necesario para hacerse con tres puntos que, con la trayectoria liguera del equipo, eran absolutamente necesarios. Entiendo que la posibilidad de una final pueda condicionar alguna de sus decisiones y comprenderé que ante el Mallorca reserve lo que sea oportuno reservar prensando en el Athletic pero ni debió abusar de las rotaciones ante el Alavés ni debería hacerlo mañana ante el Barcelona. La ignominiosa decimosegunda posición -en la que tan cómodos del encuentran Murthy, Corona y sus ‘trompeteros’- hay que abandonarla urgentemente , el calendario vuelve a suavizarse y, aunque la Champions se antoja como una quimera, la Europa League no anda tan lejos del alcance de un equipo, sí, descompensado y mal reconstruido después del ‘vaciado’ llevado a cabo por ‘Anil Monchi’ pero, todavía, con más calidad que varios de los que le preceden en la tabla.
La fuerza de una plantilla conjurada y la capacidad de motivación de un buen entrenador, y el Valencia lo tiene aunque -como todos- pueda cometer errores, debe ser suficiente para apretar los dientes en el momento más crucial de la temporada sin tener que elegir competición. A ellos podemos encomendarnos mientras que en el piso arriba se dedican a sublimar el ridículo y a colocar en el centro de la diana a los periodistas incómodos que ejercen su profesión sin rodilleras y que cuentan las verdades dolorosas. Una practica indecente que alberga la peor de las intenciones y que podría resultar muy peligrosa si sus inductores tuvieran algún predicamento. Afortunadamente lo han perdido y quien queda señalado por su tembloroso dedo acusador suele salir reforzado ante una afición que está demostrando un equilibrio mental infinitamente superior al que exhiben sus dirigentes.