Pero lo capital, la verdadera tarea de Neville, lo complicat, está en alzar un nuevo liderazgo interno, porque en estos momentos no existe tal figura ni en el vestuario, ni tampoco en el club. Ni siquiera en el entorno
VALENCIA. Padeciendo un estado calamitoso producto de la navidad, encontré una vieja entrevista a Fernando Torres en la que hacía cuenta de los mensajes que perciben los jugadores a través de los movimientos que realizan sus clubes. En ésta, el jugador afirmaba que todo iba bien hasta que el vestuario vio como se marchaba Mascherano, y luego, Xabi Alonso. "La dirección del club estaba clara: Ya no íbamos a mejorar. Cada uno empezó a pensar en sus propios intereses". En su caso, seduciendo al Chelsea.
De un verano a otro el Liverpool pasó de jugar semifinales de Champions y casi ganar una liga a quedar fuera de los puestos europeos. Los jugadores se habían desconectado.
Esas palabras, y la extensa explicación en cinco páginas de conversación, me llevaron a una reflexión en clave local. ¿Qué mensajes ha transmitido/está transmitiendo el Valencia a sus jugadores durante este curso con cada uno de sus movimientos?
El pasado año, por alguna razón, se formó una atmósfera que inducía al positivismo. Era la efervescencia de un proyecto ganador, nuevo, ilusionante. De jugadores importantes y otros prometedores. De repente, los denostados fichajes de Braulio empezaron a rendir como jamás lo habían hecho hasta entonces. Resurrección. Todo el mundo se subió al carro.
Visionando el 2-1 al Real Madrid de hace un año, Mestalla, en un grito coral ensordecedor, despidió al equipo entonando el "Sí se puede" en lugar del costumbrista "Valencia, Valencia". Eran tiempos donde viniera el Granada o el Barcelona, la avenida de Suecia parecía ser un acceso a Wembley antes de una final de FA Cup.
El domingo, tras el 2-2, un extraño silencio envolvió al estadio. Ya no se puede.
Como reconocían en privado, y soltó Rodrigo en público, todo lo escenificado en Mestalla desde el Trofeo Naranja afectaba al grupo. "Daba igual que jugáramos bien o mal, ganáramos o perdiéramos, la gente iba a pitar". Dijo el chaval anteayer. Se había acabado la magia para dar paso a la #maníaanuno.
Las palabras de Fernando Torres me llevaron un nombre a la mente: Otamendi. Puede que no sólo se perdiera a un buen jugador, ni a un líder, sino también que se transmitiera un mensaje al grupo que empezara a destruir la progresión. 'Ya no vamos a seguir mejorando', aderezado con fichajes que venían a aprender en lugar de a consagrar.
El propio Neville reconoció en sala de prensa que tras verse ante un rival en inferioridad numérica el equipo dio el partido por finiquitado. Un asunto preocupante. Sobre todo al tratarse de muchachos con el buche vacío. Jugadores de ambiciones jamás hubieran caído en algo así. Nunca hubieran dejado escapar a una presa en tales condiciones.
Los cambios del míster intentaron contrarrestar esa actitud. 'Hay que seguir'. Y estuvo a un Negredo de conseguirlo. Neville va creciendo con esos pequeños gestos.
Pero no es una tarea sencilla la de recuperar a una plantilla en modo off. Porque no sólo está instalada en una dinámica perdedora, con la moral por los suelos, en un plano físico muy bajo que contribuye a generar inseguridades. Sino porque también, en el aspecto emocional, la situación es calamitosa.
Me pregunto qué pensaron los jugadores al ver a un comentarista de la Sky entrenándoles. Y sobretodo, qué pensarán cuando cada vez que les tienen que decir algo el mensaje ha de pasar por dos o tres interlocutores, o por una pizarra repleta de dibujitos. Que rumiarán tras lo de Otamendi al observar que otro baluarte como Feghouli está en el aire, o cómo habrá sentado ahí dentro -un aspecto desestabilizador al que no le prestamos mucha atención- ciertas renovaciones mientras a otros se les negó la sal.
O qué dirán, si es que les llega, cuando aquí escuchan a su entrenador decir que trabaja como si fuera a estar seis años, y luego, en la prensa inglesa, afirmar que su objetivo vital no es estar entrenando mucho tiempo, porque quiere experimentar otras cosas. Que al finalizar la temporada no hablará de éxito o fracaso, sino de experiencia y aprendizaje.
Qué deberán hablar entre ellos, cuando observan el grado de enchufismo en ciertas parcelas del club por gracia y obra del dueño y sus allegados. O qué creerán cuando no hay nadie que salga a protegerles ante la opinión pública, o ante los infortunios, porque la entidad carece de rostro, y mensaje, institucional más allá de la zona mixta. ¿Qué mensajes reciben por parte de la empresa? No aprecio ninguno positivo.
Sinceramente creo que Neville es un gran orador, un excelente comunicador. Todavía no tengo claro si es un buen entrenador, pero eso lo dirá él y el tiempo. Un tipo que fue capaz de achantar a Cristiano Ronaldo y manejarlo en el vestuario del United puede aportar mucho al grupo que está dirigiendo. Pero está rodeado de circunstancias más poderosas que deberá superar para sobrevivir. Y no sé si podrá hacerlo él solo.
Para recuperar a sus jugadores necesitará resultados, vale, que hace un mes largo que no llegan. Convencerlos de una idea, ok, que no son capaces de ejecutar porque físicamente a duras penas aguantan 65 minutos. En tales condiciones, alargar en el tiempo la intensidad necesaria para salir del bache se antoja imposible. De acuerdo.
Pero sobre todo, deberá encontrar una motivación que lleve a un grupo que se ve a 13 puntos de la zona noble, y a cinco de Europa, a tener algo por lo que seguir luchando. A evitar que empiecen a mirar por sus propios intereses ante un horizonte sin alicientes. Porque corre el riesgo de tener que gestionar una desconexión total al verse a años luz de cualquier objetivo; además del peligro de adentrarse en zonas pantanosas que puede llevarles al pánico cuando adquieran conciencia de donde fueron a parar.
"La realidad del club iba por un sitio, y las necesidades de los futbolistas por otro", que decía Torres.
En apenas un curso el discurso ambicioso dejó paso a otro propio de una granja escuela; de la lucha por el hoy a los frutos del mañana. Acompañado de una catarata de decisiones que han ido contradiciendo las sensaciones con las realidades y las necesidades. El jugador no sólo debe estar en off, ni perdido, ni mal preparado, sino además de todo eso, también confuso entre lo que ve, lo que siente, y lo que quiere. ¿Cómo implicarse así?
Sería conveniente volver a construir una espiral positiva. Definir la realidad del club, saber transmitir hacia dónde se va y rectificar rumbos y políticas. Porque los futbolistas sólo quieren jugar allí donde van a ganar. Y aquí, de tanto pensar en el futuro, parece que nos estemos olvidando del presente.
Pero lo capital, la verdadera tarea de Neville, lo complicat, está en alzar un nuevo liderazgo interno, porque en estos momentos no existe tal figura ni en el vestuario, ni tampoco en el club. Ni siquiera en el entorno. Deberá ser él, en solitud, el constructor de esa nueva figura.
¿Podrá hacerlo cuando la sensación general es la de estar todo sumido en la provisionalidad, de que todo es para mañana? ¿Podrá, siendo un entrenador novel e interino (en teoria)? Titánica tarea en un mar de dudas.