VALÈNCIA. La competencia por los cupos mundialistas en las Eliminatorias Sudamericanas está siendo descarnada. Brasil y Argentina están en otra dimensión y ya han sacado pasaporte para el próximo Mundial de Catar. Tanto Tite como Scaloni han desarrollado un cambio generacional tremendamente interesante y con resultados muy prometedores, lo que los convierte en dos de los grandes favoritos al título de cara a una cita que arrancará el próximo 21 de noviembre.
“Un Argentina-Brasil siempre es un partido de Mundial”
Tite
La Canarinha y la Albiceleste han dominado de principio a fin una clasificación que se ha mantenido muy abierta para el resto de “mortales”. A Suramérica le corresponden cuatro plazas directas y una quinta para la repesca frente a un representante de la Confederación Asiática, y la pelea por las tres posiciones mundialistas (dos directas y la de repesca), además de las ya asignadas a Brasil y Argentina, sigue al rojo vivo cuando quedan apenas dos jornadas.
El combinado mejor posicionado en esta guerra sin cuartel es Ecuador: una selección muy joven y con menos nombre que, de la mano del argentino Gustavo Alfaro, ha sorprendido a propios y extraños y, salvo hecatombe de grandes dimensiones, disputará el cuarto Mundial de su historia (aunque cerrará su participación en las Eliminatorias con un complicadísimo compromiso ante Argentina en Guayaquil).
A tres y a cuatro puntos de la Tricolor se encuentran respectivamente Uruguay y Perú, dos equipos a los que intentarán dar caza Chile (que aún debe viajar a Brasil) y una decepcionante Colombia, que necesita ganar a Bolivia y Venezuela para seguir viva y esperar una debacle de sus competidores para alcanzar por lo menos la repesca.
El próximo 24 de marzo, el Centenario de Montevideo decidirá buena parte de la suerte de todos estos aspirantes. Se enfrentan Uruguay y Perú en un duelo trascendental: una victoria dejaría a cualquiera de los dos con todo a favor de cara a la última jornada. En los banquillos se sentarán dos hombres que respiran fútbol por los cuatro costados: el argentino Ricardo Gareca, que ya metió a Perú en el pasado Mundial tras 36 años de ausencia, y nuestro protagonista de hoy, un exvalencianista que le ha devuelto el carácter y la ambición a la selección charrúa tras la destitución el pasado noviembre del mítico Maestro Washington Tabárez.
Diego Martín Alonso López, apodado con acierto el Tornado, nació en Montevideo hace 46 años. Con 17 años debutó en la Primera División de Uruguay en las filas de Bella Vista, club que hoy milita en la tercera categoría del fútbol uruguayo. Formó parte de una destacada generación que catapultó al modesto club de Montevideo hasta los cuartos de final de la Copa Libertadores en 1998. La irrupción y la capacidad realizadora del ariete derrumbó las puertas de Argentina, un destino que tantos uruguayos pisan previamente a dar el salto a Europa. Durante un año defendió los colores de Gimnasia y Esgrima La Plata, anotando 17 tantos en 32 partidos.
No necesitó más tiempo en Suramérica para mostrar su instinto de área: el Valencia de Héctor Cúper, que había perdido ese verano a Claudio Piojo López, incorporaba al delantero a cambio de unos 7,5 millones de euros. En aquel momento, Diego Alonso ya era internacional absoluto e incluso había sido subcampeón de la Copa América de 1999 disputada en Paraguay, cuando los charrúas cayeron en la final a manos de la Brasil de Ronaldo y Rivaldo.
Su andadura en Valencia empezó muy bien. Sus actuaciones fueron particularmente buenas en Champions League, competición en la que anotó 6 dianas (el máximo goleador de aquella edición fue Raúl con 7) que contribuyeron enormemente a alcanzar la final de Milán. No obstante, a partir de mediados de temporada, la presencia del gigante John Carew y la sociedad formada por el noruego y Juan Sánchez en la delantera valencianista mermaron paulatinamente los minutos del uruguayo.
“Después de la primera final de Champions, parecía imposible…pero lo hicimos, volvimos”
Diego Alonso
Llegado el tramo final de campaña, el internacional celeste apenas contaba ya para Héctor Cúper, por lo que en verano hizo las maletas rumbo al Atlético de Madrid, al que sacó del infierno de la Segunda División convirtiéndose en pichichi de la competición a las órdenes de Luis Aragonés. Sin embargo, y a pesar del gran nivel mostrado aquella temporada, no fue convocado para el Mundial de Corea y Japón en 2002, cita en la que Uruguay fracasó al quedar eliminada en primera fase.
Para poner en contexto la ausencia de Diego Alonso en aquel campeonato, conviene recordar la nómina de atacantes de aquella selección: Diego Forlán, Álvaro Recoba (actual segundo entrenador de Nacional), Sebastián Loco Abreu (actual técnico del Always Ready de Primera División de Bolivia), Darío Silva y el que también fuera jugador valencianista Mario Regueiro, entre otros. Había muchísima competencia.
La carrera de Diego Alonso continuó en España, concretamente en el Racing de Santander y el Málaga. Se sucedieron después Pumas UNAM de México, Real Murcia, Nacional, el Shenhua de la Superliga de China, de nuevo Gimnasia y Esgrima La Plata y finalmente Peñarol, donde se retiró en 2011 tras alcanzar aquel año la final de Copa Libertadores en la que los Aurinegros cedieron frente al Santos de Neymar (PSG), Danilo (Juventus), Alex Sandro (Juventus) o Elano (retirado).
Dónde si no iba a iniciar el Tornado su carrera como entrenador. El mismo verano de su retirada en Peñarol tomó las riendas del Bella Vista. Volvió a Paraguay en 2012 para sentarse en el banquillo de Guaraní y más tarde en el de Peñarol y Olimpia Asunción. Sin embargo, la consagración como técnico de Diego Alonso llegó lejos de Suramérica, concretamente en México.
En diciembre de 2014 recibió la llamada de Pachuca, club que terminaría dirigiendo durante 173 encuentros y al que llevó, el 26 de abril de 2017, a conquistar la Liga de Campeones de la CONCACAF (la homóloga de la Champions League en la zona de América del Norte, América Central y el Caribe). Su gran gestión como técnico en México enamoró a la directiva de Monterrey, club que actualmente dirige Javier Aguirre y con el que el uruguayo levantaría de nuevo en 2019 el título internacional más prestigioso de la CONCACAF como técnico.
“Siempre fui un competidor nato, un ganador”
Diego Alonso
Con un cartel ya muy importante en el fútbol de Norteamérica, el exvalencianista fue el elegido por David Beckham, propietario del Inter Miami CF de la MLS, como nueva cabeza visible del ambicioso proyecto del inglés. Los resultados no acompañaron y, en enero de 2021, el uruguayo dejó el cargo de mutuo acuerdo con la franquicia de Florida. Debía esperar una nueva oportunidad en un banquillo importante.
El pasado 16 de noviembre, Uruguay cayó en La Paz ante Bolivia por un contundente 3-0. Era la cuarta derrota consecutiva de la Celeste en las Eliminatorias, y su presencia en el Mundial de Catar corría serio peligro. La Asociación Uruguaya de Fútbol tomó la difícil determinación de destituir a Óscar Washington Tabárez, que con más de 15 años al frente de la selección uruguaya, se ha convertido en el seleccionador más longevo del mundo.
Se cumplió un sueño. Con tan solo 46 años, Diego Alonso tomó las riendas del combinado de su país el pasado diciembre y recoge el testigo de un mito que ha dirigido a Uruguay en cuatro citas mundialistas y que llevó a la Celeste a proclamarse campeón de América en 2011 en Argentina. Por el momento y najo las órdenes del exvalencianista, los Luis Suárez (Atlético de Madrid), Fede Valverde (Real Madrid), Diego Godín (Atlético Mineiro), José María Giménez (Atlético de Madrid), Ronald Araújo (Barcelona), Darwin Núñez (Benfica), Edinson Cavani (Manchester United) y compañía han sacado dos victorias en sendos partidos frente a Paraguay y Venezuela. El próximo encuentro ante Perú se presume decisivo para el fútbol charrúa y para Diego Alonso, el exvalencianista que puede dirigir a Uruguay en la próxima cita mundialista.
“Ser el seleccionador de mi país es el orgullo y la distinción más grande que puede tener un entrenador”
Diego Alonso